DE ISRAEL Y SUS TRIBUS


A mí, por lo menos, además de la lista de los reyes godos, que no me acuerdo ya de casi ninguno, también tuve en aquella escuela posguérrica que aprenderme las doce tribus de Israel, por aquella Historia Sagrada… Manda narices: Rubén, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, José y Benjamín… Total, para que, al final de la Historia (esta vez la no sagrada), las primeras diez de ellas, nada menos, se perdieran por esos caminos de Dios y del Hombre, y esta es la bendita hora que aún no se han encontrado. Tan solo las dos últimas dejaron su rastro y conformaron el actual Israel.

En síntesis, y para que nos entendamos: tanta promesa al patriarca Abraham sobre que “tus descendientes poblarán toda la Tierra”… aunque, miren, a lo mejor se cumplió y no lo sabemos. Fue a través de su nieto, Jacob, el cual, tras la pelea con el ángel en donde la escalera con el cielo, aún tuvo tiempo de tener una docena de zagales, eso sí, con cuatro mujeres distintas, que en la variación está el gusto, dicen, o el disgusto, digo yo… Esto es: los doce bisnietos de Abraham fueron las cabezas de esas doce tribus de Israel (así se le llamó a Jacob tras su episodio de la escala) y que habrían de inundar toda la terra cognita.

Sin embargo, tras la deportación masiva que hizo de tales descendientes el asirio Salmanasar V en el 740 a.C., que, según los anales, esturreó “más allá del Eúfrates” a 27.000 miembros de la clase alta de Israel, esas diez tribus desaparecieron del mapa, y nadie sabe dónde fueron a parar realmente. Solo en el Libro de los Reyes se encuentra una débil pista de que fueron empujados hacia Asiria, en la región de Falah, por los alrededores del río Gozan, y que se confundieron entre los pueblos que por allí habitaban… Sea como fuera, tan solo Judá y Benjamín persistieron en su identidad en el tiempo como para dar forma a la Historia de los Judíos, tal y como lo recoge el historiador ídem Flavio Josefo en el siglo I de nuestra era.

Hay quién asegura, como el investigador y escritor Andreas Fáber Káiser en su controvertido libro “Jesús vivió y murió en Cachemira”, de 1.976, que, tras su no-muerte en la cruz, el mesías marchó, junto a su madre, María, y su hermano, Tomás, a seguir predicando a las tribus judías diseminadas entre Afganistán y la India, aportando una foto de la tumba del tal Joshua (lo del invento católico – universal – para los gentiles, fue cosa de Pablo mucho después)… Bien, aparte de eso, en el apócrifo “El apocalipsis de Esdrás”, un ángel desvela al autor que las tales tribus errantes “emigraron a una región apartada, donde nunca habitó género humano, y que, al cabo de año y medio de camino, llegaron a donde fijaron su primera residencia, a la que pusieron el nombre de Arsareth”. En hebreo, el tal nombre significa Montaña de las Tribus, pero se desconoce ánde andará.

Un tal Ben Mahlí, apareció en Kanian (Túnez) asegurando que procedía de un reino judío etíope, donde habitaban cuatro de las tales tribus… Las ciudades míticas de Shambalá y de Agartha, así como el famoso Reino del Preste Juan (siglo XIII) también se decía derivaban de tales judíos… El obispo Diego Landa, en su “Relación de cosas del Yucatán”, en la conquista americana, dejó escrito que allí “se abrieron diez caminos con gente llegadas del este”, relacionándolas con las tales diez tribus perdidas.

Un sabio danés, Antonio de Montesinos, los radicaba en Perú; el fraile Diego Durán, los situaba en Nueva España (Méjico); el investigador británico J.C.Symmer, en Europa; Richard Brothers, en Salmanasar, escitas del Cáucaso que recalaron en la misma Alemania, y allí se transformaron en los sajones que más tarde poblaron las islas Británicas… Hasta en el propio Libro del Mormón, afirma su profeta Josep Smith que los primitivos indios americanos eran descendientes de “judíos emigrados a América en la época de Zequedías”.

Esta muy larga introducción es tan solo que para dibujarles un muy ligero esbozo sobre las tan cacareadas tribus perdidas de Israel, que dio pábulo a la leyenda del “Judío Errante”, y que, mito o no, se ha convertido en un imaginario colectivo de toda la humanidad, del que Israel, como nación, ha sabido siempre sacar muy buen partido de ello… Es un poco como en “El Juego de los Abalorios”, de Hermann Hess, en que un grupo de intelectuales juegan con ellos mientras el mundo se derrumba a su alrededor… Aquí es el actual Israel el que juega con los suyos mientras forma parte activa de ese mismo derrumbe global.

El propio Netanyahu está justificando su matanza generalizada de Gaza como una reivindicación de su herencia judía. Discurso que puede valer para los interesados y para los ignorantes; pero lo cierto y verdad es que está repitiendo punto por punto el mismo holocausto que los nazis le aplicaron a ellos, y del que sacaron buenos resultados para su lectura victimaria de toda su historia… Según R. Brothers, el mismo holocausto fascista hubiera podido ser efectuado por los descendientes de sus propios hermanos perdidos, fíjense qué cosas…

Y si, al final, aquella Historia Sagrada sacada de la Biblia lleva razón, y las diez tribus perdidas se esturrearon por todo el mundo conocido y por conocer, como tantos y diversos autores, equivocados o no, aseguran, entonces aquel Jahvé sabía lo que se decía con que “tus descendientes poblarán toda la tierra”, y todos somos, por arte o en parte, hijos de Abraham, y, por lo tanto, hermanos entre diferentes y distintas tribus comunes… Da que pensar, ¿verdad?.. En tal caso, los judíos oficiales actuales también estarían masacrando a sus hermanos judíos palestinos, al igual que ellos lo fueron en la II guerra mundial por sus hermanos de descendencia aria, etc., etc…

Al final, todo reside en la sola y única verdad holística universal de que toda raza humana es hermana de sí misma y por sí misma, por el hecho de tener un origen común… Y esa verdad holística y universal no es otra que la verdad Crística no menos universal ni holística de que todos somos hermanos en un mismo Padre… “cualquier cosa que hagáis a vuestro prójimo, a Mí me lo hacéis”, o sea: al Cristo Cósmico se lo hacemos…”comed y bebed de Mí, que es mi cuerpo y mi sangre”… Poco o nada hemos aprendido desde Abraham, o desde Jesucristo, acá; o desde Caín acá, me da igual. El estado actual de las naciones para con nuestro mundo; de los seres humanos para con nuestras sociedades, no pueden ser más preapocalípticas, lean la Historia como la lean. Cada cual sepa interpretarlo según “sus luces”, si es que nos queda alguna que no esté apagada, naturalmente.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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