MALyBIEN

 

Si el Creador dotó al ser humano del don más valioso, ese es La Mente. De hecho, el Logos es pura Mente, y de ahí lo de “a su semejanza”… No se puede concebir a Dios como materia, que solo es una pequeña parte de lo creado, sino como energía pura, y esa no es otra que mental; esto es: energía dotada inteligencia y voluntad. Es la mente la que crea, la que energitiza la materia, la que le da forma a cuánto existe. Pero “existir” no es “ser”, sino “estar”. Si nosotros “somos”, no es porque “estamos”, sino porque “somos” con El que hace, llámelo Creador, Dios, Logos, y somos una minúscula parte de su Mente creadora.

Pero esa dotación lleva en sí misma el conocimiento de los opuestos, la fuerza con que todo se construye y se destruye (entropía universal). Y eso conlleva el concepto del bien y del mal incluido en el kit… El “árbol del Conocimiento” no es otro que el conocimiento del bien y del mal; el de la experiencia, por causa de estar sometidos a la Ley de Causa y Efecto. No existe maldición alguna, lo que existe es elección por aquello de que fuimos dotados con el Libre Albedrío; y allá todos y cada uno de nosotros con lo que hagamos o deshagamos… Fíjense bien fijado que lección viene de elección.

Y esa bendición o maldición reside en la mente (no confundir con el cerebro, que es netamente físico)… Nuestra mente es un mínimo y escaso reflejo de la mente universal, y, como todo reflejo, confundimos sus atributos tomándolos al revés, al contrario de cómo se nos presentan (re-presentan) y solemos interpretarlos. Es el efecto espejo, ya saben… Si me lo permiten, y perdonen el atrevimiento, se lo expongo a ustedes en unas mínimas palabras: Dios creó el YO, y nosotros hemos creado el EGO – el opuesto por reflejo – y estos dos están, y estarán, en lucha permanente hasta que lo segundo sea totalmente absorbido por el primero. Es la misma metáfora que la lucha entre los ángeles gemelares.

El relato que mejor encarna el Bien y el Mal es el de Caín y Abel. Una lucha fratricida y cósmica… Tras este fratricidio, y siguiendo el Génesis, “Caín fue desterrado a la Tierra de Nod” (de ahí deriva la palabra “nómada”), si bien, y esto parece incomprensible, no sin antes “poner una marca en su frente para que no sea muerto por aquellos con los que se encuentre” (luego había otros pueblos creados fuera del llamado Paraíso y de la familia original).

Hago notar a tal respecto, porque viene a cuento, que, literalmente, “paraíso” significa en su origen hebreo “jardín cercado”, una especie de finca experimental donde, un tal Jehová, era el encargado del arranque de la evolución en el ser humano… La otra palabra por el que se conoce aquél espacio, Edén, quiere decir “tierra entre ríos”, y por el mismo Génesis sabemos que existía un rio principal y tres secundarios. Otros describen a Edén como “tierra de Adán”, que tampoco va muy descaminada la cosa.

Sea como fuere, la cuestión es que esa “Marca de Caín” la llevamos toda la humanidad descendiente de aquél otro que fue expulsado. Si se fijan, es otro paralelismo con lo de los ángeles expulsados y arrojados a la Tierra… Vale, bueno, conforme, o no, pero ¿por qué el tal Yahvé marca al homicida pero prohíbe a los foráneos matarlo?.. Parece un absoluto contrasentido, como un premio en vez de un castigo, que es lo que merece. Pero, si lo miramos desde otra óptica, el panorama cambia: es alejado de la muerte para que viva su propio sufrimiento producido por sus actos erróneos y encuentre su propio camino de regreso aquí, en la Tierra (por propia evolución, llamo yo a eso).

Pero… ¿dónde ha de operarse esa tal transformación?.. pues en la jodida mente, con lo que empezamos este articulete de este repórter Tribulete, de aquél entrañable TBO… El regresar el mal al bien supremo, del que todo emanó. Lo que pasa es que ese “bien supremo”, no es el “bien” que nosotros conocemos; es la neutralidad perfecta de ambos polos, o el equilibrio; o el fiel de la balanza si así lo entienden mejor. Y eso lleva su tiempo.

Y debe llevarlo porque arrastramos decenas de miles de años en el empeño, quizá que más, muchos más… y no veo yo que hayamos andado mucho camino en ello. Hemos cambiado la calavera de un asno por una ojiva atómica, eso sí, para poder matarnos mejor los unos a los otros, en eso sí hemos avanzado… Es posible, más que posible, que para el Logos, el principio de todo principio, no exista el tiempo – de hecho ya lo demostró Einstein – o, como también reza en el Eclesiastés, “un segundo de Dios son mil años para el hombre”, y entonces, claro, según tal fórmula, apenas llevamos unas pocas semanas de cotarro… pero, aún y así…

Si siguiéramos desliando el carrete del Génesis al respecto, aún, ya digo, tomándolo como una metáfora del ser humano embarcado en la nave del mundo, nos daríamos cuenta, por ejemplo, del detalle de la historia de Noé y su arca, donde el mismísimo Jehová reconoce que se ha equivocado con la hechura del hombre (¡¿Dios equivocándose?!), decidiendo quitárselos de en medio con un Diluvio de aquí te espero… Luego, con un arco iris como símbolo, promete que “ya no volverá a pasar más”, cual mal excusa de un reyemérito… Mucho se equivoca ese tal dios.

Salvo que el tal supiera de antemano que el hombre es suficientemente capaz de castigarse a sí mismo, llegado el caso. Y también ahogarse en una lluvia de bombas, o en una naturaleza envenenada por él mismo, o arruinar sus vidas y existencias en un pandemónium universal montado por ellos solitos… Pero, claro, eso sería otra historia.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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