MI TOCAYO NOSTRADAMUS

Con lo de la inmediata elección papal, que está a punto de nieve (cuando escribo esto están precisamente entrando en Cónclave los de la Curia) son más de uno y una los que me dicen que escriba algo sobre Nostradamus… Es natural, están de moda sus profecías sobre los últimos Papas, así como las de San Malaquías, pero lo cierto y verdad es que existe mucho folklore y muy poco conocimiento real sobre tales personajes, y se rescatan de ellos cosas y casos que pueden hacer caja, mejor o peor, con los sucedidos actuales; como ejemplo, lo que dice un rotativo mundial: Indian Today, sobre que el francés predijo para este año de 2015 que “traerá conflictos globales, desastres naturales, colapso económico, y el impacto de un asteroide, pero también avances tecnológicos”.
Desde luego, nada que no sea adivinable en la actualidad, dado lo que hay, salvo que esto fue predicho hace quinientos años, y hoy es muy fácil identificarlo… Si alguien es lo suficientemente espabilado para saber leer en sus causas, no le sería muy difícil predecir sus efectos, y si sabe generalizarlos, pues mejor que mejor, como lo que dice San Malaquías de que el penúltimo Papa, “que morirá anciano y enfermo”, abrirá las puertas al último pontífice, un tal “Petrus Romanus”… Casi todos los papas mueren enfermos de puros viejos, y a todos les cabe lo de Petrus Romano como lema, pues el primero de todos fue Pedro, es la Iglesia de Roma, y ya me contará usted lo que de romano se trata..
Yo prefiero estudiar el personaje antes que su “linaje”… Por ejemplo: mi ilustre tocayo, el de Notredame, que así se apellida, era un eminente científico e investigador de su época (siglo XVI) y un gran médico. De hecho, gracias a sus remedios, basados en la profilaxis antiséptica, la peste que azotó a toda Europa, fue bastante menor en las zonas donde desarrolló sus métodos. Esto es: no fue ningún pelagatos precisamente. Si es más conocido como futurólogo es por algunas asombrosas predicciones que le ganaron fama, como, por ejemplo, la muerte del Rey Enrique II en accidente de armas, y revelado con anticipación durante los actos de boda de la hija del monarca…. En un lance de caza, meses después, al Conde de Montgómery se le partió su lanza en una exhibición a caballo, y le entró al rey por el visor de su casco… “Maldito el adivino que predijo tanto mal tan bien predicho” se lamentó después el noble.
Después, con el tiempo, de sus “Centurias” se han deducido con asombrosa claridad la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas, las dos guerras mundiales, e incluso lo de la última guerra de Irak, si bien que hablando de Mesopotamia que era su nombre de entonces… Inclusive se está empezando a interpretar a través de sus “Cuartetas” la posibilidad de una III Guerra Mundial, cosa por otro lado que, estando el mundo en la situación actual, tampoco sería ningún disparate… Últimamente, Charles de Fontbrune es el autor (1980) que mejor lo ha retratado en su libro “Nostradamus, historiador y profeta”. Lo informo solo a título de orientación para los que gustan andar aquestos andurriales, por supuesto.
Es lógico, entonces, que algunos/as cuántos/as me pregunten por todo esto con respecto al Papa a punto de estrenar… Y entiendo que todo lo que suene a profecía resulte apasionante, lo comprendo perfectamente; pero, personalmente, sin negar ni afirmar nada, yo lo pongo en cuarentena previa, y es tan solo que por un único detalle: se adivina mejor a toro pasado que a morlaco en chiquero. Y es perfectamente natural. El interpretar cuando se conocen los hechos es mucho más fácil que interpretar un futuro por ocurrir del que se ignoran las circunstancias posteriores… La visión de Nostradamus de hace medio milenio, si coincide con la era actual es un prodigio que apreciamos hoy, no anteayer. Eso no lo niega, en absoluto,+ más bien al contrario, pero tampoco lo afirma con rotundidad. El tiempo y la distancia también juegan…
Yo comparo al que adivina el futuro como el que sube a una atalaya mucho más alta que el ras donde todos estamos. Por lógica, física y sentido común, otear un mayor espacio desde lo alto, permite ver lo que a pie de torre no se puede ver. No hay nada mágico en ello. Pero, guardando las inevitables distancias, poco más o menos es así, tal cual, la cosa. Si alguien está dotado para ver las causas desde una perspectiva superior, muy bien puede predecir los efectos dónde y cuándo se vayan a producir. No hay nada milagroso en ello, por muy taumaturgo que uno se haga… o lo hagan.
Pero sí… Aquellos que estudian en profundidad y seriedad tanto a S. Malaquías como a Nostradamus, parece coincidir en que, si lo que salga del Cónclave no es el último Papa (tiene toda la pinta de serlo) sí que muy bien pudiera ser al penúltimo… Que no dá la cosa para mucho más, vamos, en el sentido más lineal. Alegan que, en profecía o no, coinciden las circunstancias y condiciones que hoy se dan en el mundo y en cualquier sociedad humana, que apuntan más a un cambio radical o hacia un ocaso igual de radical. O el invento se acaba, o se inventa un nuevo invento, no sé si me explico, tío Quirico… El cuento ya no da para tanto cuento.(Estudien la teoría de los Tiempos Líquidos, de Baüman).
Mas no hay que ser ningún superprofeta para ver que estamos ante un cambio de paradigma universal; para darnos cuenta que hemos desterrado todos los valores, poniéndolo todo en crisis… A las puertas está el “advenimiento de un mundo futuro”, de unos nuevos tiempos, donde, para que nazca lo nuevo, ha de morir lo viejo. No existe parto sin dolor y sin que haya derramamiento de sangre, dice en clave el Génesis.- Pero no me lo tomen por el lado apocalíptico de las trompetas, los cálices derramados y los ángeles vengadores. No es tan teatral, pero sí fundamental. E igual de efectivo. Que “el mundo gime con dolores de parto” lo oyen hasta los sordos de sordera sordidez. Otra cosa distinta es la criatura a la que demos a luz… Tampoco será un visto y no visto, pues la lección arcáica requiere que todo ha de hacerse dándonos – todos y cada uno de nosotros – perfecta cuenta de por qué pasa lo que pasa y aún ha de pasar.
Y eso lleva su tiempo, aunque no mucho medido con relojes de la tierra. Así que cada cual búsquese el suyo, si bien como dicen mis amigos del otro lado del charco, “tampoco se me demoren”… Yo ya no veré caer el telón de este acto, mucho menos la alzada del siguiente, pues tengo la fecha de caducidad más temprana que tardía. Pero otros vendrán que sí lo verán.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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