EN NOMBRE DE DIOS

Es verdad que aún mantenemos en nuestras sociedades un torcido, posiblemente retorcido, concepto de lo que es la divinidad con respecto a todos y cada uno de nosotros, los seres humanos. Arranca quizá de los primeros dioses únicos: Amón, en Egipto; Él, en Caldea; Marduk, en Mesopotamia… Luego, el judaísmo yahvídico, e irremediablemente traspasado nuestro más genérico Dios cristiano, devenido luego en católico. Me estoy refiriendo a ese íntimo sentimiento de ser (más o menos) queridos por la divinidad, puede que por nuestra fe a cambio; puede que por nuestros sacrificios; o por nuestros rituales; quizá por nuestros merecimientos (¿?)…
Arranca de los antiguos patriarcas, luego convertidos en reyezuelos, y está enraizado en el Ego, en el Yo más rancio y primario… Si yo tengo tanto ganado, tierras, tiendas y tierras, y esclavos, y larga es mi estirpe, debe ser porque soy un elegido de Dios, sin lugar a dudas… ¿por qué, si no, a mí sí y a otros no se les ha concedido?.. pues está claro, porque yo he hallado favor a los ojos de Dios, etc., etc… y los otros no lo merecen tanto como el menda. Siempre ha existido tal creencia. Los bendecidos de Dios y los malditos de Dios. Y los que están en medio de ambos, sin saber a qué carta quedarse, pero arrimándose al árbol que más sombra dé, por si algún acaso…
“Da gracias por lo que tienes, y confórmate, no fuere que Dios te castigue”… La cosa duró, al menos, hasta bien entrada la Edad Media, e incluso bastante después… El sacerdocio, más listo que el hambre, y presto a vender cara la franquicia al mejor pagador, más pronto que tarde bendijo a los reyes, monarcas y emperadores, “por la voluntad de Dios”, les decían y coronaban en su nombre. Como en aquellos duros de Franco donde rezaba: Caudillo de tal y tal “por la Gracia de Dios”… ¿Quién pues osa levantarse contra los elegidos del mismísimo Dios?.. Pues nadie, algún loco al que se le daba matute por atreverse a semejante osadía, claro… salvo que le disputara esa Gracia de ese dios… Y ese tal concepto, lo creamos o no, lo admitimos también en la actualidad, donde a las testas regias aún las coronan los obispos. Y si me ha tocado el BonoLoto, llegado el caso, será porque Dios lo ha querido, ¿no?.. Pues hágase su voluntad, y amen, amén…
Lo del dossier Job fue una artimaña, una cuña, un apaño, que introdujo la Iglesia para que los desgraciados no sospecharan y se desmandaran saliéndose del tiesto: “tampoco es para tanto, fijadse en el bendito Job…”. Paciencia y espera, hermanos, y si no os llega aquí vuestro premio, en la otra vida os tocará la pedrea. Confiad en Dios, y en Nos, claro y ya de paso, que todo llegará… ¿Y quién hoy no sigue creyendo en los premios y los castigos divinos?.. ¿Incluso que el poder que se le ha dado a Trump viene de las propias manos de Dios?.. Él mismo lo dice y lo asegura. Pregúntenle a esos cristianos pentecostales americanos, ricos podridos por cierto, y que hoy manejan las manijas del poder porque Dios mismo así lo ha establecido… Así es, fráteres meus, tenemos el mismo concepto del poder divino que hace 6.000 u 8.000 años, y lucimos el pelo de la dehesa celestial, no como corderos, que decimos, sino como cabritos, que somos… Y creemos que “nuestro” Dios nos premia porque hemos comprado “su” escritura de propiedad.
Me van a permitir, si no les parece mal, que yo no crea en ese Dios… Y, me perdonen o no, con todos mis respetos, me declaro en ateísmo confeso de esa divinidad… Por cientos de millones que crean en ese modelo – me da igual – yo no creo en él. Y sepan ustedes que la razón no está en la cantidad, por mucho que esa cantidad se empeñe en sacarlo en procesión. La razón está en la cualidad.
Aquí hay un solo, único y primigenio Dios, del que no sabemos ni queremos saber una jelepa, y luego, después, están todos los que nos hemos fabricado nosotros (o que las religiones fabrican para nosotros); los que nos hacemos cada día según nuestra conveniencia y/o creencia, y que, sí, claro que tienen su existencia. Métanse este principio en la cabeza: CREER ES CREAR. Es el principio de la fé, los milagros y el efecto placebo. Nosotros creemos en que Dios es así o asá, y nos lo creamos a nuestra propia semejanza y capricho. Y actúan según queremos creer. Pero no son más reales que nosotros mismos con nuestras propias limitaciones.
Netanyahu cree en el Dios que le permite masacrar a niños, mujeres y civiles en una carnicería sin fin, y matarlos de hambre, y destruirles los hospitales y condenarlos a un infierno, si logran sobrevivir a su matanza indiscriminada. Y muchos, muchísimos, multitudes, creen lo mismo, porque lo hizo, lo hace y lo seguirá haciendo en un poder dado por Dios, por su Jehová… Putin cree firmemente que puede seguir machacando al pueblo ucraniano, hacer correr ríos de sangre, encarcelar a sus ciudadanos y enterrar sus libertades, y envenenar a sus opositores, pues su Dios, el ortodoxo-cristiano, así se lo permite y le ha dado el poder para hacerlo. Hasta su propia Iglesia con su Pope supremo, bendice sus criminales hechos…
Trump, por mano de nuestro mismo Dios, se cree nominado por Él para, cerrando los programas solidarios de ayuda humana, propiciar ingentes cantidades de muertes en niños de Asia, África, e incluso de su propia América profunda; o a deportar a lugares de muerte a personas cuyo delito es ser inmigrantes; y otras muchas cosas terribles que están ocurriendo y silencian… Y así y todo en todas las partes del mundo. Y vamos, y preguntamos con toda nuestra cínica ignorancia: ¿y cómo Dios lo permite?.. En nuestra profunda incultura no vemos que es el Dios que nos hemos (o no han) dado, el que lo permite, no el verdadero, auténtico y genuíno Logos, que supera en mucho a nuestro miserable y deplorable conocimiento de un dios al que rendimos culto de tótem.
Hay veces que las palabras sobran cuando el razonamiento falta… No se puede explicar lo que no se desea entender; y no hay consuelo que entre en una mente cerrada a toda posibilidad que no sea la ya elaborada y suya propia. Es tan imposible como desesperante… Cuando no existe más probabilidad que el silencio, es porque todas las puertas y ventanas han sido cerradas y selladas… Y entonces se traga uno el grito que amarga las entrañas de aquel que clama en el desierto humano… Existe, es cierto, la esperanza de las Bienaventuranzas, “dichosos los de corazón limpio, porque ellos conocerán a Dios”… Pues esperemos y confiemos en que conozcan al único y verdadero, y así sabrán por qué nos deja fabricarnos nuestros propios becerros de oro…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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