LA VERDAD DE VERDAD

Dice el lingüista Martín Caparrós que cada vez la palabra VERDAD tiene menos sentido, por lo mucho que se emplea y por lo poco que se valora… Que cada vez más se empiezan las frases con la muletilla de “la verdad es que…”, y que mejor ponerla en cuarentena. Es cierto. Pero no tenemos otra palabra que designe la verdad de esa tal verdad, y la utilizamos por aproximación; y muchas veces, por no decir demasiadas, para decir una mentira, puesto que con esa verdad se designan muchas neoverdades, a veces hasta opuestas entre sí.
En griego, se la nombraba como “alezeia”, que significaba destapar, revelar, descubrir, encontrar algo escondido; y quizá sea lo más exacto, puesto que la verdad casi siempre está oculta… Los hebreos, en cambio, la designaban con la palabra “emet”, que significa lo que se corresponde con nuestra Verdad, que son solo sensaciones de la misma, en la realidad… Nuestra “Verdad” viene del latín, “Véritas”, que sería algo así como la conformidad entre lo que pensamos y lo que en realidad es.
Caparrós, en este punto, se pregunta si entonces la Verdad es algo que existe, o es tan solo que una ilusión, una percepción… Frente a mí, desde donde esto escribo, tengo un limonero, y pienso como una verdad incuestionable que sus hojas son verdes. Sin embargo, eso es sumamente relativo, pues un daltónico, por ejemplo, no lo vería así… Además, todos sabemos que los colores son una reflexión de la luz sobre los objetos, seres y cosas, que, en la realidad real, no tienen tonos determinados en sí mismos. Es tan solo como nosotros los vemos.
Lo que nos lleva a pensar que la verdad es también según como todos y cada uno de nosotros la vemos, o desde dónde, la analizamos… Podríamos decir que es un concepto necesario, pero no es un concepto exacto. Hasta las mismísimas matemáticas, que las admitimos como una ciencia exacta, luego viene otra ciencia, como la física quántica, y dice que son un medidor relativo… Como decía mi amigo Rafael Baeza en todo y para todo: “dentro de un orden”; de un orden que, encima, está inventado y puesto ahí por nosotros para nuestros, muchas veces interesados, cálculos.
Dice esa misma Física que “el observador modifica la realidad que observa”, y si eso es verdad, hablando de la verdad, entonces lo que está asegurando es que, aún existiendo lo absoluto, que eso parece ser que sí, lo que no existe es la verdad absoluta, pues cada cual nos la construimos según nuestra propia percepción… o quizá intención. Como también decía Antonio Machado: “¿tu verdad, o mi verdad?, en un tiempo en que existió una España cainita de dos españas con dos verdades inalienables en que lo más seguro es que ambas fueran mentira… Tampoco hoy estamos tan distantes y somos tan distintos de aquella polarización fratricida a la que nuestros políticos nos están llevando y nosotros estamos tan burdamente cayendo.
El problema reside en que existen ideas e ideologías (las segundas son más nocivas que las primeras) que se dicen a sí mismas – y de sí mismas – que están basadas en la existencia de verdades incontestables… Y esto es un error y una falsedad por sí y en sí misma, puesto que si hay más de una ideología, y la verdad es única, por pura lógica no pueden contener verdad. Y deberíamos quedarnos con esto como principio indiscutible, puesto que obedece a un razonamiento de puro sentido común.
Sin embargo, no actuamos así, y lo que hacemos es luchar unos contra otros, porque se nos ha convencido (por supuesto que falsamente) que nuestras creencias son las verdaderas y las del contrario son las erróneas… Es un calco exacto de lo que nos pasa con la religión, donde nuestro Dios es el verdadero dios, y el resto del de los demás son falsos dioses del que nosotros ostentamos. Hace miles de años que el ser humano es dominado por distintas tendencias y falsas “credencias”, siempre en nombre de la Verdad, lo que demuestra la falsedad de tal verdad y de tales creencias.
Pero seguimos sin querer darnos cuenta… MI patria, MI ideología, MI religión, MI equipo, MI Vírgen, MI… Una parte, muy minúscula por cierto, de la verdad que nosotros creemos que es la entera verdad. Tan minúscula que nos mantiene beligerantes dentro de la más absoluta irrealidad, pero que nosotros hacemos terriblemente real, para desgracia nuestra. Y nos impide ejercer el auténtico y genuino librepensamiento, también para nuestra desgracia. De ahí la sociedad y el mundo que nos hemos construido con nuestra muy dedicada participación a la que sumamos nuestra desaforada “verdad”.
Hay un suceso en la calle (o se inventa tal suceso) y los medios de in-comunicación se abalanzan a preguntar a los transeúntes de fortuna, más o menos testigos. Cada cual dará su opinión conforme a su particular visión, o interés, o ajeno interés, y esa será su verdad sin paliativos. El hecho es único, pero las verdades sobre tal hecho son múltiples… Ergo todas no pueden ser verdad; quizá ninguna sea “la” verdad, quizá esa “verdad” sea un espejismo al que adivinar, vayan ustedes a saber… o a no saber.
La cuestión reside sobre la base de tener una mente lo más abierta posible… Es abrirse a la posibilidad de todo sin abrazar ninguna parte de nada. Yo tampoco soy ningún modelo a seguir, puesto que soy el primero que caigo en tales premisas… Una de las más acertadas acepciones que tiene el Diablo es la griega: “el que viene a dividir”. No falla. Si la verdad es una e indivisible, el que la divide en varias verdades es el mentiroso, el impostor, el falso profeta de la falsa verdad. Piensen un poco y verán la cantidad de falsos profetas a los que escuchamos, aplaudimos, seguimos y obedecemos como borregos… “Somos Legión”, como decía Aquél.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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