EL MENSAJE
De todos los Evangelios, siempre me ha llamado la atención el relato que hacen Mateo (4:1-11) y Lucas (4:1-13), sobre la retirada de Jesús al desierto… Los relatos de ambos envangelistas son prácticamente idénticos, y los dos sitúan, en el tiempo, apenas después de la visita que hizo al Jordán, donde Juan, el llamado Bautista, estaba pregonando la venida de un nuevo paradigma, y en que, aparte del hecho externo del rito que allí llevaba a cabo, tuvo que existir un encuentro (hecho interno no recogido) entre ambos… digamos “revolucionarios espirituales” contemporáneos en su época. Mi creencia personal – permítanme opinar – es que, como se dice en terminología moderna, “evacuaron consultas” con respecto a sus respectivas misiones, si bien pienso que Jesús aún no lo tenía como muy claro.
Y que, precisamente por eso, hizo una especie de retiro espiritual para consigo mismo, internándose en el desierto… si bien puede tomarse como una metáfora, ya que todo ser humano tenemos nuestro “desierto” interior al cual retirarnos con nosotros mismos, si bien seamos, dicho sea de paso, nuestra peor compañía, pues es donde residen nuestros fantasmas y nuestros diablos. Yo creo que el galileo se retiró en meditación personal, no necesariamente a ningún desierto físico. Los evangelistas dicen explícitamente que “fue conducido por el Espíritu de Dios al desierto”, pero resulta difícil de entender que se precise un ente superior espiritual para que actúe como un guía turístico o un gurú, y ustedes creo que me entenderán.
“… Para ser tentado por el Diablo”, terminan de aclarar los escribientes del tal Evangelio, por si la cosa no ha quedado muy clara. Traducido al román paladino, Jesús tenía muchas dudas, y precisó de una meditación en profundidad para tratar de aclararlas (Santa Teresa sabía mucho de sus “desiertos del alma”), y San Juan de la Cruz, y muchos místicos que luchan consigo mismos – con sus satanes interiores – antes de seguir, o tomar, su camino en la vida. Nada nuevo bajo el sol, que dijo Salomón… ¿Quién no ha sopesado en la soledad de sí mismo los pros y los contras de una decisión importante?..
Pues esos peros y esas contras fueron las dudas – diablos – razonables que asaltan a cada persona condenada, o bendecida, según, a vivir en este mundo… Si Jesús tuvo que elegir entre ser Hijo de Dios dejando de ser Hijo del Hombre, o seguir el de un guía/profeta que empezaba a dársele bastante bien, tampoco tuvo que ser moco de pavo. Con el conocimiento asumido podía llegar a reinar en el mundo conocido, con un poder inmenso, adquirido de su taumaturgia; o, por el contrario, revelarlo al ser humano sabiendo que con eso firmaba su sentencia de muerte por parte de los poderes establecidos, tanto políticos como religiosos. La lucha interna tuvo que ser tremenda. Por nadie pase. O guardarse el Mensaje del que era poseedor, y usarlo según su conveniencia; utilizarlo según la inteligencia intelectual de los receptores; o ser el portador y portavoz de ese mismo Mensaje, sin más, pase lo que pase y ocurra lo que tenga que ocurrir.
Y está claro que eligió lo segundo arrostrando todas las consecuencias… Que muriera en la cruz o en la ignominia de un recuerdo prefabricado, tan solo pertenece al folklore montado por la Iglesia alrededor de su figura, que recogió los restos del naufragio reservándose para ella lo que Él rehusó para Sí en esos días de cavilaciones en su desierto, donde eligió ser portavoz, no sacerdote… Todo sacerdocio obtiene poder, riquezas e influencias, y todo poder corrompe. Las iglesias han sido depositarias del Mensaje, es cierto, pero no lo han revelado en toda su verdad y esplendor, para no tener que abdicar de ese mismo poder, riqueza e influencia que ello procura. Y a lo que Jesús renunció entonces, convirtiéndose así en Cristo.
Porque esa, y no otra, fue la opción y asunción de su responsabilidad: aceptar el sacrificio en vez de la gloria… Porque la gloria otorgada por la iglesia que lo heredó, sigue siendo una gloria mundana, de oropel, de procesión, de ritual, de pompa y boato, que es la que emplea para que sus fieles adoren a Dios por la peana, siendo ella, claro, la Iglesia, la tal peana. Pero se guarda para sí la cristología cósmica y universal que algunos de sus muy preclaro teólogos han apuntado tan acertadamente… Es más, se les ha hecho callar y se les ha silenciado a cambio de proclamar un catecismo apesebrado. Sí, todo eso Jesucristo lo sabía, o lo presuponía, o lo asumía, es previsible que sí, que así fuera. En tal caso, la verdad de su Mensaje está por eclosionar como revulsivo. Aún está por descubrir, aún a pesar de “su” propia Iglesia, incluso de sus muy rendidos fieles y creyentes. Y practicantes de ritos, no de realidades.
Pues esa es otra: ¿cuántos de esos más de dos mil millones de católicos con más seguidores y fieles de la Iglesia que del propio Jesucristo?.. He aquí una pregunta sin respuesta, aunque yo la dé por supuesta. Y habrá de llegar un día en que todos y cada uno habrá de asumir esa evidencia que hoy no queremos afrontar… ni yo tampoco deseo aquí forzar, sino tan solo plantear. Y tan solo también que a modo de honesta y serena reflexión, desprovista de fanatismos y fundamentalismos por compañía de alrededor, a ser posible… Quizá que, llegado ese momento, será cuando el auténtico y genuino Cristianismo empiece a dar frutos en la humanidad.
De momento sigue ahogado y sofocado bajo los pesados ropajes del catolicismo. Fue George Orwell quién dejó escrito: “En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”…La cuestión es que revolucionario, se empareja con hereje, o impío, o proscrito, como lo era entonces el propio Jesucristo; y que dos mil años no han cambiado los conceptos en nada ni para nada. Se nos sigue aplicando a cuántos opinamos en contra de las normas y los dogmas establecidos por la religión de turno. Dos milenios en que el Mensaje liberador del Evangelio se ha usado como esclavizador de entes y mentes… El cristianismo de Jesús aún está en lo profundo de la maceta donde fue plantado el catolicismo de la Iglesia. Pero la fuerza del tal mensaje terminará por romper la costra que lo mantiene enterrado, para florecer al exterior con toda su pureza y en todo su esplendor.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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