TRINIDADES
Hacía bastante tiempo que no había oído la sagrada interpretación de la Santísima Trinidad. La verdad es que no sé si los demás, o sea, “los de más acá”, o “los de más allá”, aún manejarán semejante cuestión, o habrá caído en desuso, o cómo y de qué forma o manera será tratada la cosa del semejante caso en las catequesis modernas, o en los actuales cursillos homologadores para la recepción (mejor “celebración”) de cualquier sacramento. Lo ignoro, si bien me pica la curiosidad un poquico-bastante.
Hace más de setenta años, en mi preparación de la edad de piedra para mi Primera Comunión, de chocolate y mona cuajado a golpe de “recordatorio” policromado, me queda vagamente una especie de quitamuertos de encima entre el cura párroco y el maestro-escuela, que se iban pasando entre aula y sacristía, a ver quién le solucionaba el compromiso a quién, y que apenas recuerdo que, el uno por el otro, ninguno se encargaba de torear la vaquilla… Me parece vagamente llegarme que fue don José al que, poco después, para el talegazo de la Confirmación, le cayó el marrón de la explicación.
En fin… lo de “un solo Dios en tres Personas distintas”, pero dicho en trabalenguas, para, si se te ocurría preguntar, probaras la de hueso en la palma de la mano, por descarado… En uno de aquellos recreos catequéticos, sorprendí a doña Elena, su mujer, decirle por lo bajini un algo así como “anda y no la tomes con los críos, que a ti tampoco t´a salío”… Y es que aquello no había por dónde agarrarlo con un mínimo de sentido lógico y un mucho de sentido mágico. Mucho menos bajo la amenaza religiosa de la pecaminosis y toda aquella parafernalia de catecismo, magicismo y cuentismo.
Luego, después, con el tiempo, ha sido uno de mis temas recurrentes, que he ido trayendo al coleto en busca de una explicación razonada y con sentido común; en una búsqueda, no poco laboriosa por cierto… Fíjense que es éste un tema que ha traído de cabeza a doctores de la misma Iglesia de la talla de San Agustín, Sta. Teresa, S. Juan de la Cruz; y a teólogos de enorme categoría y condición; filósofos, exégetas, grandes pensadores cristianos…
En fin, que no era éste un tema baladí como para que lo pudiera entender un zagal, explicado por un cura o maestro de pueblo. Y aún menos de forma racional y entendible, sino más bien cogido con imperdibles. Esto es, o era: una fórmula aprendida de memoria, por disparatada que fuera (lo cierto es que cuanto menos comprensible, mejor) para que el chiquillo la diga de carrerillas, que es lo que procede en estos casos en que ninguno tiene ni p… idea, pero hay que hacer como si se supiese, y salir del trance echando leches. Tal que así se hacían las cosas.
Naturalmente, el tiempo coloca las cosas en su sitio, y pone a la ciencia en el lugar que le corresponde, y dota a la gente del conocimiento que precisa… y como aquél Catecismo Ripalda ya avanzaba un concepto de Dios (“no tiene principio de fin, pero está en todas partes”) que ni siquiera aquellos párrocos se olían la tostada de que estaba describiendo la primera ley física de la Termodinámica – el principio de la energía – la providencia fue poniendo luz en la oscuridad e ilustrándonos a los que no comulgábamos con ruedas de molino, que entonces las había muchas y variadas, y todas ellas con largas cambiadas…
Y luego vino la Física Quántica, y nos puso a Dios en su sitio para poder comprenderlo… si bien igual vale al revés: que vino Dios a ponernos la ciencia en nuestro camino y sitio; y hete aquí que lo que teólogos y doctores, filósofos y pensadores, intentaban desentrañar en el famoso “Misterio de la Santísima Trinidad”, para que los profesores y maestros de moral trataran de metérnoslo a cincel y martillo en nuestras duras y catecísmicas cabezas, viene a explicarlo mejor la Física que la Ética, que es de lo que, al fin y al cabo, viene a tratarse en definitiva.
Así que, cuando los que dicen saber del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, se lían y nos lían con lo de la Esencia, Presencia y Potencia, hicieran una concesión a su hermana, la Ciencia, se podrían encontrar con la solución a su empecinamiento de la cuadratura del círculo: que todo es más sencillo y comprensible desde lo que nos es entendible; esto es: Si la Esencia es el Ser (etimológicamente es lo mismo) y se lo aplicamos al principio primario de la Energía, la Potencia (o hija de la tal esencia o energía) correspondería a la Materia, o lo que es igual, a los atributos físicos de la energía primaria, o primordial… Con lo que el Espíritu – lo de Santo lo dejo a voluntad – sería eso mismo precisamente: la voluntad, la intención, que tiene la misma raíz que inteligencia, por cierto y dicho sea de paso.
En resumen: esencia-presencia-potencia, o lo que es igual, energía-materia-inteligencia (o voluntad); o lo que es lo mismo: espíritu = intención (aunque se mezclen las partes de otra forma, siempre resultará el mismo todo) y no es otra cosa que alcanzar un fin a través de unos medios… Esta Trinidad es aplicable y extensible a todas las cosas de la vida, desde el Alfa y Omega a la Evolución pasando por la ley de Causa y Efecto… La Trinidad es explicable desde lo más elemental a lo más complejo, desde lo más básico a lo más complicado, pero de ninguna chistera sale ningún conejo que no haya sido puesto allí antes por y para algo.
Lo que ya ignoro – no sé si ustedes lo sabrán -es si a los que aún reciben catequesis, escolapios de comunión primera, o vocación tardía, seguirán recibiendo la respuesta de aquel ángel a San Agustín: “más fácil es meter el mar en este hoyo que entiendas el Misterio de la Trinidad”. Porque, si así fuera todavía, para tal viaje no necesitamos alforjas; ni para tales contestaciones tales preguntaeras… Ya saben lo que se dice: “virgencica mía quédeme como estoy”… Al fin y al cabo, la ignorancia es una compañera de viaje que siempre llevamos al lado, o encima… Más vale que la elijamos nosotros a que se nos imponga, ¿o no?.. Pues eso opino yo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – miguel@galindofi.com – www.escriburgo.com
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