LA HIGUERA
El evangelio de Mateo (21,18.19) describe un hecho de Jesús que es de los más extraños y estrambóticos… tanto, que los propios exégetas no se ponen de acuerdo en su significado, y suelen obviarlo y escamotearlo cuanto pueden. Es el incidente de la higuera: venía de una ciudad el nazareno con su grupo y sintió hambre, así que se acercó a una higuera que crecía cerca del camino, “pero solo encontró hojas. Entonces dijo a la higuera: ¡que nunca vuelvas a dar fruto¡, y en aquel mismo instante se secó la higuera”…
Es un acto claramente impropio de Jesús, según la exégesis, claro… No digo yo que el Hijo del Hombre no tuviera derecho a cabrearse ante un contratiempo (eso lo dicen ellos, no yo), pero sí que tal acto iría contra la catequesis de la doctrina que se esforzaba por transmitir. Hubiera sido una reacción muy poco cristiana el reaccionar así contra un ser vivo – la higuera lo es – por no tener frutos cuando a él le apetecía comerlos… Está meridianamente claro que no era voluntad de la pobre higuera negarle unos higos, como para que su rabia la secara. Y Jesucristo tenía muy en cuenta esos detalles.
Yo creo que es un pasaje, o un paisaje, inventado, o sacado de contexto, y que fue el paisanaje – ellos, sus acompañantes – los que se sintieron frustrados, y desearon (sino pidieron directamente) que jodiera a la propia higuera con la taumaturgia que ya le habían colgado a su figura… De hecho, el mismo Maestro la utilizó como ejemplo en una de sus parábolas: “cuando veáis todas estas cosas (se refería al reverdecer de la higuera) conoced que está cerca, a las puertas”… Y esto, como casi todo, ha sido mal usado y peor utilizado por el peor mesianismo que conocerse pueda – y la Iglesia es heredera mesiánica – de ello, que no se nos olvide.
Primero, en la esperanza de los judíos depositada en un Mesías que necesitaban como el comer (lo prometían sus escrituras) para quitarse de en medio a los romanos de su entonces patria y profecías; después, esta parábola también fue usada como símbolo en la restauración de Israel como estado judío, tras 1.900 años; y ahora, en la actualidad, se utiliza como neo-profecía para quedarse en la Franja de Gaza, someter a los palestinos, y justificar el genocidio y crímenes contra la humanidad que está llevando a cabo en su limpieza étnica.
Yo creo que aquella higuera la secó un invierno benigno, y la resucitó una primavera que la cargaría de frutos. Y punto pelota… Mi higuera (escribo éste en un noviembre avanzado) aún está carga de hojas, pero sin un puñetero higo que llevarme a la boca… Como en otra antigua escritura también reza: “su muerte invernal no es muerte, sino vida, pues ella preludia saciarnos con sus jugosos frutos ese próximo verano”. Lo cierto y verdad es que la higuera personifica una de las más grandes y bellas metáforas.
¿Que qué metáfora es esa?.. La del ciclo universal de la vida y la muerte dentro del mundo de la materia. En ella se produce el ciclo natural del reino vegetal, como en cualquier otro; pero muy especialmente el de la muerte aparente y la vida dormida y latente tras esa misma apariencia. En un ciclo que solo se irrumpe con que el árbol se seque, a pesar de ser una especie resistente a las peores sequías (se ve que no a las maldiciones de los profetas).
Y lo aclaro con toda intención y doble sentido: primero, porque Jesús no era un profeta; y segundo, porque sus seguidores sí creían que lo era: un profeta social y político, más judío que el más judío de todos ellos – por eso se le “inyectó”, tan torpemente, por cierto, sangre del Rey David en sus venas – y al que se le arrimaron destacados celotes, porque estaban convencidos de que iba a hacer un Israel grande, combativo y poderoso. El propio Simón-Cefas fue uno de ellos, como muchos de los seguidores del Bautista lo eran; ya que la religión judía-mosáica y los del bando armado eran y perseguían lo mismo.
Jesús lo sabía, claro, y se destacó y separó de ellos, y por eso lo lincharon. Y secaron su higuera para luego, después, fabricar un símbolo de ella (y de Él) a fin de seguir con la tabarra. La Iglesia de Jerusalén, su primera heredera, fue enemiga de Roma hasta que fue decapitado Santiago, líder de la misma y hermano carnal de Jesús… Y la llamada católica, copypegada de la judía por el romanizado Saulo (Pablo), enemigo declarado de Santiago, Pedro y principales líderes cristianos primitivos, se alió con Roma con una excusa: hacer una religión para los gentiles, pero con y por el mismo fín: obtener el poder secular por los siglos de los siglos, amén… Siguió reverdeciendo la higuera de la reivindicación y la persecución…
Como la ha vuelto a reverdecer el asesino y farisáico Netanyahu, para intentar dignificar sus criminales e indiscriminadas masacres de apropiación y exterminio… Sin embargo, ¡cuán lejos todas ellas del auténtico y genuino espíritu del verdadero mensaje crístico!.. Por eso mismo, el detalle del publicano Mateo de incorporar un evangelio dibujando a un Jesús colérico que reaccionaba airado hacia una higuera, que, como las actuales, no dio los higos a su tiempo (aunque hoy por el cambio climático) para satisfacer a su andorga, fue un intento de homologar a Jesús a lo que ellos querían y perseguían.
La cuestión es que, un par de miles de años después, la cosa no anda muy distante de aquellos motivos… La Iglesia, sus detentadores, ha sembrado sus dos milenios de historia de guerras santas, de persecuciones y cruzadas; bien con su propio poder temporal al principio, bien aliada a cuántos poderes fácticos ha necesitado para conservar su hegemonía terrena, desde los bendecidos reyes y nombrados emperadores a sus aliados estados modernos. Aún no se ha dado cuenta que el Reino de Aquél al que machacaron “no es de este mundo”… Y es que aún siguen – voluntariamente, eso sí – en la puñetera higuera.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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