REYES Y FUELLES

 

Me está muy bien lo que me pasa… En mi segundo aviso seguido al primero (creo que algún algo me está cantando las últimas señales) me jorobé el gemelo, seguido del menisco después, y, mientras tanto sale algo más y aprendo a ser un inútil dependiente, me viene encima un toque en las lumbares. La culpa, por supuesto, es solo mía. Se me ocurrió echarme un pulso con la rama de un árbol joven, y éste me puso mirando “p´a oriente”… Ahora arrastro un dolorosísimo tres en uno, y yo no sé cuándo mejoro, o empeoro, o qué me van a traer los Reyes. O, como algunos/as piensan, es que Dios me está castigando por cuanto suelto en estos artículos, y/o puede que me hayan juntado todas las maldiciones y maldeojos a un solo vencimiento.

Y, aunque lo de ponerlo a uno “mirando pá oriente” es un dicho versátil que pretende cierta justicia yahvídica, lo cierto es que más o menos por allí anda La Meca a la que encaran mis paisas árabes; y la verdad es que también de allí vienen cada año, hacen ya más de dos mil, los Reyes Magos de ese mismo Oriente… A los que nos afanamos en honrar cuánto más nos afanan ellos el bolsillo. Que ni siquiera el anglosajón del trineo y los renos los bajan del ranking del consumo. Tres magos bendecidos por la católica son difícil de apear en una sociedad educada en el gesto y enfocada al gasto.

Aunque, si a lo de la religión vamos, de los cuatro evangelistas tan solo uno parece, S. Mateo, que se hace eco de tal sucedido. Resulta muy curioso que los otros tres lo ignoren olímpicamente como si no hubiera ocurrido, o hubiera sucedido fuera de fecha, porque lo que cuenta Lucas resulta que los exégetas lo sitúan teniendo ya el crío un par de añicos, crecidito y demasiado tiempo para criarse en una inhóspita cueva teniendo encima a Herodes esperando para la escabechina… No, no encaja con la lógica. Incluso existen autores apócrifos de la época que hablan de un cuarto mago, un tal Artabán, al que no le funcionó el Gps y vino con retraso, cuando ya los otros se habían largado. Y al que se cargó el matachín por querer hacerse el listo con él. Tales son las crónicas de otros Evangelios.

Pero no es eso lo que quiero retratar. Lo del aquel grupo, fuese real o alegórico; copiado o inventado; verdad o no-verdad, como comprenderán, vale como anécdota, como “aggiornamento”; pero no es parte alguna fundamental ni dogmática, ni siquiera pragmática, del Evangelio. Lo que se plantea, si acaso, es el motivo de porqué algo que puede considerarse simbólico lo convertimos en categórico… en una de las fiestas del más idolátrico consumismo, como Cyber Monday, Black Friday, y ya también la propia Navidad. Ya no existe establecido un claro diferencial entre una tradición eminentemente religiosa o una feria descaradamente consumista.  Y si de hedonismo y narcisismo tratamos, entonces ya para qué contar, donde todo es inventar y donde todo es engañar.

La ortodoxia intenta atar a este trío en unos falsos más que supuestos restos enterrados en la catedral de Maguncia. Ni ellos mismo llegan a creérselo. Pero todos saben (aunque no lo reconozcan) que son ensalzados en la de Mangancia. Hay que estar muy voluntariamente ciegos como para no ver que ya todo obedece, sin distinción alguna ni disimulo ninguno, a una estrategia claramente impostada por las oligarquías financieras, políticas, económicas y sociales, basadas en consumir cuanto se produce para beneficiar tan solo que a los sistemas intermediarios… Usted lo fabrica, usted lo consume, y un resto lo monopoliza. Así de sencillo, así de injusto, y así de cretino.

Aún existe por ahí medio perdida una película de culto, de Fritz Lang, rodada en 1927 nada menos – una joya del cine mudo – con el título de Metrópolis…Hace un siglo se le situó en un entonces futuro: 2026, prácticamente hoy mismo. Describe a una ciudad/estado formada por una sociedad tan simple como simplista, y como siniestra, dado que solo existen dos clases de individuos: amos y esclavos. Los primeros, constituidos por una minoría exclusiva, que vive en lo más selecto y clasista con toda clase de privilegios; y los segundos, que constituyen la gran mayoría, que malviven apenas con lo justo en lo más externo y destartalado, desterrados, privados de derechos, y cuyo único fin es producir como seres no humanos para consumir como máquinas, con el único objetivo de enriquecer a la élite dominante.

Si entonces fue una preclara visión de la sociedad que ya casi hemos formado, o una extraña casualidad, me inclino por pensar mejor en una acertada causalidad… Hace cien años se estaban sentando las bases y las causas de lo que ya empezamos a sufrir los efectos. Las empresas y los bancos están sufriendo una acelerada transformación de continuas fusiones (que en realidad son absorciones) convirtiéndose en gigantescos oligopolios destinados a monopolizar todo producto y toda necesidad humana. Los gobiernos, encaminados a un acusado populismo que imponga la mano de hierro; y los políticos, comprados por ese elaborado e ilustrado absolutismo económico. Esa es la cadena de transmisión utilizada para llevar a cabo tal proceso.

Nosotros somos los productores, clientes y víctimas del sistema. Las mulas de la noria; las obreras del panal… Es tan fácil de entender que duele hasta pensarlo: al hacerse ellos los amos de lo que producimos, se hacen nuestros propios amos, o sea: Metrópolis. Solo si nos damos cuenta y nos negamos por todos nuestros medios a seguir por el camino de la zanahoria colgada del palo, llegaremos a fraguar la verdadera, la auténtica y genuina justicia social; e incluso podríamos salvar a la propia democracia, que está siendo suplantada por tahúres, cuentistas, trileros y sinvergüenzas…

Naturalmente, los que somos tan gilipuertas que decimos lo que pensamos, somos los faltones, ofensores e insultadores. Es el precio por no vendernos en nuestra ideas.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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