CONVIVENCIAS


Me pide mi prima Tina que escriba algo sobre las vivencias de infancia – que eran nuestras vivencias de primera querencia – cuando pasaba unas semanas de los veranos en nuestro precario habitáculo de caseta abierta a la primitiva Feria de Los Alcázares, donde “vendíamos lecturas para todas las edades” según su definición, y sin limitación de posibilidades, con mis padres, mi hermano, la abuela Julia… Y me insta a un recuerdo, recurrente en ella, de escaparnos para atisbar retazos de actuaciones a través del cercado del Hotel La Encarnación, si bien a ella le suena más a reja y a mí a caña y madera.

Y no voy a rehusar su petición si me lo pide ella, aunque confío atraer a los gustadores de remembranzas, pues demostrado está que las ajenas atraen a las propias, y eso establece un hilo conductor y de contacto en nuestras propias querencias… Haré lo posible porque así sea, y que mi narración costumbrista no pierda calor ni sabor para los que aún guardan el placer de rememorar. Y tampoco puedo rehusarme, porque, a la edad que ya cargamos, no nos podemos negar a reencontrarnos en el recuerdo, que es ya lo único que nos queda.

El hogar-quiosco, con mucho más de lo segundo que de lo primero en proporción, nos dejaba poco margen para poder revolvernos, y mucha imaginación para poder apañarnos. Unos 20 m2 de microtienda que acogía hasta artículos de papelería (no me pregunten cómo); y unos 40 m2 que hacían de obrador, almacén, comedor, oficina y cocina; con la proeza incluida de una escalera de madera que llevaba al mismo espacio arriba como dormitorio cuartelero, con una bien dispuesta tabiquería de sábanas a modo de divisiones sobre una ingeniería de cuerdas dispuestas en el techo… Tan solo traten de imaginárselo, si es que pueden… Y no les he hablado de aseo, ni retrete, ni inodoro, ni agujero alguno, por el simple hecho de que no existía.

Para nosotros era la supervivencia del día a día, nuestra odisea de sobrevivencia de cada año… Estábamos, no acomodados, pero sí acostumbrados a ese tipo de existencia. No había otra, y gracias. Sin embargo, Tina venía de una vivienda, humilde pero completa, confortable, con cada cosa en su sitio y un sitio de la casa para cada persona y cosa, que desconocía nuestro nomadismo, nuestra inseguridad, nuestra inestabilidad, nuestro lo que aquello fuera… Sin embargo, lo recuerda como limitaciones felices, como una experiencia de dichosas aventuras entre sus padrinos, abuela y primoshermanos.

De adultos se nos olvida la mecánica con que funciona la mente de un niño, la cual es capaz de convertir la escasez en plenitud; la precariedad en capacidad; las exiguas experiencias en dichosas vivencias… Es una alquimia de sentimientos difícil de analizar y complicado de definir. Habría que volver atrás en una imposible regresión, y eso no puede ser. Pero Tina, Tinita, lo conserva fresco como vivencias venturosas y experiencias reconfortantes. Misterios del pensamiento infantil, puro aún de su origen, sea éste el que fuese…

A lo que alude y me insta es que, vencida la tarde, espabilado el sopor de la interminable siesta, y refrescada la terrosidad de la calle a golpe de agua, caldero y brazo, el sol aflojaba y la luz amainaba. Y a la chiquillería se le soltaba… Si no había peniques para los futbolines (y no los había), o gastábamos un cuarto de suelas de aquellas sandalias de goma en el arribabajo del Paseo de la Feria, o nos veíamos atraídos por lo que se empezaba a ventilar tras los cañizos y maderámen  con que la Encarnación blindaba su terraza playera, su intimidad de cara al mar… El motivo era conocido y diáfano: actuaban las “Vocalistas”. Un viejo y aporreado piano; algún otro metal que el albur trajera; una voz que dominaba el ambiente, salida ésta de unos ajados faralaes, y poco más. Suficiente.

Pues escrito queda… Yo intentaba encaramar mi escaso cuerpo a la frágil empalizada, y ella, Tinita, intentaba atisbar entre los huecos de las ventanas del bar, aunque el “espectáculo”, por llamarlo de alguna manera, se desarrollaba en el exterior, sobre un tablado de ocasión, alargándose hasta bien entrada la noche… Aquello, que a los menores nos estaba absolutamente vedado para la protección de nuestras almas, tiernas y frágiles, por la censura del nacionalcatolicismo imperante, a los adultos, y más si eran veraneantes apoquinantes, podían hacerse con una indulgencia capaz de perdonar sus nocturnos pecados. Algunos, hasta plenaria llegado el caso.

Éramos los niños los que nos jugábamos el infierno eterno por nuestra perniciosa curiosidad infantil… La tapia del Cine Rex, del lado que flanqueaba los pinos de La Cerca, era mi lugar de condenación sin perdón. Allá que escalaba yo a un corto palmo de sentar mi culo cada vez que se proyectaba una 4R, con Reparos o sin ellos, para intentar descifrar el significado de las escenas cortadas por aquella implacable censura. Les puedo asegurar que era peor el remedio que la enfermedad… Pero hasta allí no me seguía ni mi conocimiento ni mi arrepentimiento.

Si acaso fue feliz, o no, aquel tramo primario de nuestra vida, de vida primaria, no podría decirlo… Cuando careces de una comparativa y desconoces otra vida (aunque intuyas otras vidas) no sabes muy bien lo que juzgar, ni desde dónde hacerlo, y mucho menos porqué motivo juzgarlo. Esa es una de las razones. Otra razón es que yo creo que un niño, afortunadamente, no capta la naturaleza del mal, ni de la injusticia, ni de la desigualdad, ni de la insolidaridad… Toma las cosas como les son dadas, y las gozan y aceptan, salvo que le hagan daño, le duelan, o le hagan sufrir. Pienso que el problema está en el sentido consciente de carencia, pero que solo lo nota el que lo ha tenido y lo ha perdido. Entonces sí, claro, naturalmente, éramos satisfactoriamente felices… Y eso, lo quieran o no, en aquellas circunstancias, era más que suficiente. Así que, cuando regreso, o me hacen regresar como es el caso, a aquellas viejas vivencias, doy las gracias por las experiencias. Su valor no se puede ni calcular. No tienen precio.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

ASÍ LO CREO YO...

ANTONIO, EL CURA.

RESPONSABILIDADES

PATRIAS

HAZ LO QUE DEBAS

EL DOGMA POLÍTICO

¿CON QUÉ DERECHO..?