ENSEÑANZAS


A veces entiendo porqué se quiere eliminar a los clásicos y la filosofía de los planes de estudio y los sistemas educativos: estorban; enseñan a la gente a pensar por si mismos y en sí mismos; conducen al librepensamiento… Y eso no les conviene. El personal tiene que ser pensado y amodorrado por las oligarquías que gobiernan el mundo engrasando gobiernos e imponiendo tendencias consumistas, narcisistas, y egoístas. Y los antiguos pensadores y filósofos griegos enseñaban todo lo contrario al adocenamiento burdo y soez; esto es: la sabiduría a través del conocimiento. Y la filosofía (filo, hijo, y sofia, sabiduría), no les conviene en absoluto. La gente no tiene que aprender a saber, sino a ignorar, que es lo que interesa a quiénes interesa.

Me viene a la cabeza Sócrates, maestro de Platón y Aristóteles, de Heráclito y Jenofonte, y de tantos otros… Darío, el rey persa, quiso honrarlo dándole un puesto destacado en la corte, pero rehusó al mismo porque pensaba que la política llevaba a la corrupción del individuo. Hablo de hace 2.500 años casi, así que si el maestro asomara hoy a cabeza… Vivía retirado, en una cueva, subsistiendo con lo imprescindible y recibiendo tan solo que a sus alumnos. Muy al estilo, por cierto, que Juan el Bautista, y muy en consonancia y consecuencia con su línea de pensamiento, dicho sea de paso.

Y es que su pensamiento, aparte su incorruptible ética, era, no solo precristiano (4 siglos antes de Cristo), sino también de un precientifismo acojonante, si nos atenemos a los descubrimientos de la moderna física quántica… Ya decía él que el Universo se regía por lo que él llamaba Ley del Logos – en griego significa Principio), y cuya mecánica era el “ágon”, esto es: la continua lucha entre los opuestos, matizado luego por las escuelas aristotélicas y platónicas que le siguieron, y paralela y a semejanza del “prana” del hinduismo… Incluso precursora a las teorías de Hégel y su Dialéctica, esto es:

La ley esencial del cosmos se basa en un interminable fluir, mediante el cual cada elemento termina por convertirse en su contrario. Pura física moderna. Lo mismo que otro de su escuela, Heráclito (esto lo cuenta Diógenes Laercio), fue convocado al templo de Artemisa por sus compatriotas para que actuase como asesor legislativo, y separándose de ellos, se puso a jugar con un grupo de niños a sus puertas, desentendiéndose de ellos… “Éstos son los puros, y aquellos los corrompidos”, contestó a quiénes preguntaron por su actitud. Y me suena mucho a aquél cromo de Cristo cuando lo del “dejad que los niños se acerquen a mí”… Demasiado.

Y esto enseña otra enseñanza (y me disculpen la redundancia), que normalmente olvidamos, quizá que porque nos interesa olvidarla: y es que se nace puro a este mundo, y nos vamos contaminando conforme crecemos y nos hacemos adultos y adúlteros hacia y para con nosotros mismos. – pienso que “adulto” viene de “adulterarse” – y eso conecta con cualquier sabiduría antigua, y con toda cultura de toda civilización. Por eso ellos son más receptivos a todo que nosotros… Y es que, el alma, examinándolo desde el espiritualismo, nace incontaminada pero no es incontaminable… Es el materialismo en el que se sumerge, el que, precisamente, la adultera y contamina, e infecta, y ello hace del mundo un crisol – también pueden llamarlo infierno – donde, por la Ley de Causa y Efecto, ha de aprender a dominar esta materia y no a ser dominada por ella, que es lo que en realidad sucede ahora.

El caso es que llevamos milenios en ello. Naciendo y muriendo, y en teoría aprendiendo, en una lucha sin cuartel para con nosotros mismos. Miles de años batiéndonos el cobre con el mismo, heredado y repetitivo problema del hombre: que no sabe transcenderse a sí mismo; que está atascado en una evolución que parece quedarle grande… y digo lo de que “parece” porque es la única y quizá última esperanza que nos queda: que sea aparentemente. Pero nuestra realidad actual dicta mucho, muchísimo, de lo que debería ser. Estamos metidos en una espiral de egoísmo consumista y hedonista que nos arrastra sin que nadie haga nada.

Solo los profetas de la destrucción y de la violencia, y de la muerte, se hacen escuchar desde los puestos de poder donde los hemos entronizado. Unos puestos de influencia a que los hemos aupado y de los que se han apoderado para hacerlos suyos. No hace falta repetir nombres, ni lugares, ni hechos y deshechos. El mundo está en serio peligro de autodestrucción (el mundo es los humanos que lo habitamos), y tan solo sabemos viajar, comer, festejar y gastar en excusas hedonistas. Solo sabemos vestirnos de chirigotas y/o procesionales – son lo mismo – y salir a hacer estupideces en idiota imitación… Unos mueren de hambre y frio en campos de exterminio y otros solo piensan en divertirse y anularse como personas; la disolución como espíritus y el arraigo como masa…

Y ya digo que no lo digo yo, que tan solo soy un loro que repite, interpreta y compenetra; una diana ambulante a la que apuntar y con la que justificarse, llegado el caso. Lo están diciendo, y gritando, todas las culturas, todas las sabidurías, todo el conocimiento. Lo dicen todos los filósofos de cualquier civilización pasada o actual. Los que llamamos “los clásicos” y que ahora silenciamos en escuelas, institutos y universidades; y que desterramos de nuestros planes deseducativos, en una época negacionista y bárbara en que se ataca toda verdad trascendente. En éstas estamos hoy enfangados: en las desenseñanzas, precisamente.

Vivimos tiempos envueltos en una vorágine de ansiedad, inseguridad, miedos, prisas, y lo queremos contrarrestar con una huida hacia adelante suicida y ciega; con un “disfruta mientras puedas” como lema de vida, llevándonos eso a una espiral de caos mental generado por una mente fragmentada, cada vez más vacía, más desconocedora, más inquieta y animalizada. En definitiva: estamos huyendo de nosotros mismos… Si indagamos en las causas de ello, y admitimos las consecuencias derivadas de esa infructuosa búsqueda, a lo mejor, o a lo peor, lo que no encontramos es la propia conciencia de cada cual, porque la hemos perdido en el camino del vivir, que es el que se recorre entre el nacer y el morir…

A mí, personalmente, claro, ya tan solo quiero creer que, de algún modo y en algún momento y lugar, veremos esto como una pesadilla de la que habremos de despertar. Cuánto antes, mejor, pero quedarán facturas por pagar, ya se lo digo yo…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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