HABEMUS

 

La participación del Espíritu Santo en la elección de Papa yo la tengo comparada con la misma elección que en su día se hizo de los Evangelios. Magicidades aparte y rezos de más o menos postureaje, lo que hay es una batalla de intereses de enorme envergadura, pero en ambos casos, me parece a mí que a la paloma le tienen echada la amenaza de como la vean aparecer por allí la despluman. Es como aquello del mafioso: “no tengo nada personal contra ti, son solo negocios”.

El porqué de miles de páginas de escritos evangélicos apenas quedaron unos pocos cientos, es otro misterio como el de la elección de Pedro Romano… De cincuenta y tantos Evangelios con igual de posibilidades que circulaban en los primeros tiempos del cristianismo, trescientos obispos reunidos en Nicea en el año 325 d.C., los dejaron tan solo que en cuatro, o sea, en cuadro, y encima “reacondicionados”… Los motivos alegados por los que apartaron a todos los demás era porque estaban fuera de Cánon (de ahí lo de Canónicos), y estaban fuera porque no iban a sujetarse a los futuros dogmas de obligado amenjesús. Así de simple y sencillo. Apócrifos viene del griego “apokriptei” y significa, literalmente, “ocultados”.

Sobre los criterios en que se basaron su decisión/elección, de la Iglesia de la época, al menos se saben tres o cuatro fórmulas: Una es que colocaron todos los textos sobre el altar, ante el cual oraron para que se manifestara el Espíritu Santo en plan inspiración divina, y hete aquí que cuarenta y nueve se cayeron al suelo, quedando los cuatro triunfantes y reinantes. Díganme en qué, cómo, y, sobre todo, en quiénes estaba la divina exclusión… Existe otra versión que dice que los “falsos” ardieron como por ensalmo (de ahí, quizá, su afición a quemar herejes, a lo que después se dieron con tanta fruición).

Otra versión, narrada en un texto de la época: “Libelus Sinódicus”, cuenta que se apilaron todos los textos en el ara, y que se pidió la señal de que se estrellaran contra las paredes “todos aquellos que fueran contrarios a Dios”… Una especie de frailuno de entonces, servidor del cónclave, que se chivó de que solo cuatro vió que pusieran sobre la piedra, bajo esa misma piedra fue lapidado sin juicio previo… Otro relato más refinado y posterior que el Espíritu Santo en persona, con el uniforme plumífero de servicio, fue susurrando a la oreja de los prelados primados, los cuatro que debían ser guardados para que los demás fueran expulsados… ¿S´acuerdan del curru-cu-cu-cú paloma?, pues eso mismo.

A fuer de ser sincero, no se sabe nada más del caso que lo que les he contado aquí y que están en las crónicas. Lo que se diga aparte de esto, naturalmente, son puras especulaciones, vengan de la parte que venga. Y yo no me voy a inventar nada que no esté recogido en ninguna fuente, se lo prometo a ustedes… Estos son los santos, sagrados y milagrosos hechos en que la Iglesia Católica basó lo que había que determinar cuán pocos y contados de tantos y muchos Evangelios habían de elegir, y rechazar la inmensa mayoría de los demás.. El Vaticano jamás habría tenido sentido entonces, entre otras cosas porque en ese 90% de corpus heréticus  no se dice absolutamente nada de que se formara ninguna Iglesia.

Todo lo demás se saba a través de la Historia – con mayúscula – moderna y actual. A los primitivos Apócrifos (apartados) se les sumaron los Escritos del Mar Muerto, aún en manos vaticanas, dicho sea de paso y porque viene a cuento; y los hallados en Nagg Hammadí, los conocidos por “gnósticos”, y que corrieron mejor suerte al caer en manos, en gran parte, de National Geográphic, que hicieron públicos sus contenidos, por cierto que explosivo, si bien que relativamente, y no desmerecen en nada a la antigüedad y autorías de los reconocidos por Canónicos.

Pero, incluso sin llegar a los extremos de tales “gnósticos”, en los simples, llanos, sencillos y vulgares Apócrifos (apartados), existe un Evangelio de los Hebreos en que a Jesús se le sitúa dentro de una comunidad familiar numerosa, con hermanos y hermanas, e incluso se le deduce casado con una tal María de Magdala, de la tribu de Dan… Esto ni siquiera Marcos lo desdice en su propio evangelio, que da nombre a toda su parentela. De hecho, en la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesárea, asegura que Santiago y Judas eran dos de los hermanos de Jesús, cosa y caso en que también coincide con San Marcos (lo del cuento de primos y primas es tomarnos por primos y primas, de “primus-primi”).

Pues lo que Jesucristo vino a revelarnos a la humanidad hace más de dos mil años no necesitaba ser célibe o casado (de hecho, los judíos solteros y sin hijos eran repudiados por su propia sociedad y religión); ni ser estirpe de David, ni de Pepe Gotera; ni nacer de vírgen o de mujer normal; ni de apuntarse a una factoría de milagros, o no; ni resucitar o haber seguido vivo y a lo suyo… Para mí al menos, no baja un ápice el valor de su Mensaje… Pero, claro, es precisamente por eso que era tremendamente peligroso para cualquier Religión establecida y para cualquier Estado comiendo de los abrevaderos de cualquiera de ellas… Y entonces se le interpoló la fundación de otra religión, ésta en su nombre, que justificase todo lo que vino después y sabemos por lo sobrado…

Y es tanto y tan largo, y con tanta enjundia y espesura, que hasta a mí me dá repelús recomendarles el muermo que cuenta casi todo paso a paso, con pelos y señales: el tochazo Historia de la Cristiandad, de Diarmail Mac Culloch, de 1.300 páginas bien datadas y justificadas… Pero que para la enorme grandeza, magnitud y sencillez de lo que el nazareno vino a comunicarnos de parte de su Padre y Padre nuestro, no se necesita tanto cuento, ni tanto perifollo, ni tanta parafernalia…

 Al recién enterrado Francisco se le escapó ante un conocido periodista que “para reencontrar el cristianismo habría que retrotraerse al punto de partida”… Y dijo la puritita verdad. Pero creo que ya es tarde. Esto puede haber Papa que lo aguante, pero no hay Papa que lo desmonte, pues está montado sobre una impostura “más grande que la capa d´un cura”, como decía mi abuela María… Así que recemus y oremus, sí, pero no nos enteraremus… Ni en la elección de los Papas, ni en la de los Evangelios, nos van a contar la verdad por mucho que nos empeñemus… Que el Señor nos coja confesaícos

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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