IMAGINEN VDS.

 

Tómenselo como una historia de ficción… pero eso sí, por favor, si alguien se le ocurre sacar una novela, o serie, o lo que fuese, de esta idea, ya que no royalties que compartir conmigo, que no dará la cosa para tanto, o así me lo imagino, por lo menos, eso sí, que me citen como “muso”, o como abrevadero, o como fuente del pasto… Yo agarro una idea, y me endilgo un artículo en menos que canta las últimas el gayo; y los que agarran un artículo y empinan un libro, o se montan una película. La mente humana es capaz de obrar tal milagro, y aún otros muchos mayores.

 Imagínense que un protagonista (ustedes mismos, pues esto nos puede pasar a cualquiera), se despierta una mañana de sus días en este mundo, y se mira en el espejo para sus abluciones primeras, y se encuentra con un sujeto que, aún `pareciéndose a él, o no – eso es lo mismo – es un personaje que se identifica a sí mismo, pero sin llegar a conocerse. Se ve un tipo identificable que se pierde en su propia personalidad, esto es: sabe qué es, pero no sabe quién es, y, sobre todo, no tiene zorra idea de la edad que vive (cualquier parecido con el alhzéimer es pura coincidencia), dado que, durante esa noche, como en una metáfora kafkiana (de ahí mismo viene Metamorfosis, de Metáfora) ha sido invadido por su propio Córtex cerebral, y se ha adueñado de su personalidad su cerebro reptiliano. Ya no es él, es su propia historia de ser humano.

Nos encontraríamos ante un sujeto que es tan viejo como el tiempo del hombre sobre la tierra; un personaje sin edad concreta porque tiene y contiene todas las edades del planeta que habita dentro de su propia entidad – e identidad – humana… Tan solo que eso mismo: imagínenselo habitando una existencia que abarcan eones, tantas vidas como Historia tiene la Tierra. Toda la evolución en sí mismo. Un ser que, conociéndose, se reconoce en sí mismo, pero no a sí mismo, pues tiene la edad, experiencias y conocimientos adquiridos desde cincuenta milenios acá, como si hubiera ocurrido todo en menos de un siglo de vida biológica, pero con miles de vivencias a sus espaldas.

Un ser tan viejo que conoció la Atlántida de la que habla Platón, y/o que sobrevivió al cataclismo continental que la hundió en el océano, y luego se dispersó en cientos de civilizaciones, cuna de las posteriores egipcia, mesoamericana, sumeria, herederas ancestrales de sus culturas y saberes… Imagine que tal ser guarda en su memoria los ortos y ocasos de asirios, babilónicos, semitas, indoeuropeos, arios… hasta las de los griegos y romanos; que fue testigo físico y directo del pozo oscuro de la edad media y sus cruzadas; de cómo nació y participó de la Ilustración; de la revolución industrial que preparó la era del maquinismo, de los avances sociales…

Un ser tan viejo que haya vivido la Revolución Francesa, y todas y cada una de las guerras habidas hasta hoy, con sus avances y retrocesos, con más muertos que vivos conocidos; todas las conquistas y desconquistas desde que ese mismo ser se conoce a sí mismo como sí mismo; desde que se mató al primer hermano a golpes de quijada a matar a miles bombardeados, gaseados, o simplemente por hambre, abandonados…

Esto es: todo el ciclo humano sobre la tierra dentro de un solo y concreto ser humano de la actualidad: usted, su vecino, su pariente o el que escribe esto, cualquiera… Ese ser sería lo suficientemente viejo como para ser también lo suficientemente sabio por el conocimiento obtenido desde las experiencias vividas. En teoría, así sería, ¿se lo pueden llegar a imaginar?.. La aparente condena – y digo lo de aparente por curarme en salud – es que ignoramos el mecanismo por el que esto no ocurre así, y las personas seguimos siendo tan solo que particulares entidades (particular viene de partícula) que, portándolo todo en nosotros mismos, andamos divorciados de nosotros mismos.

En tal caso, la dificultad debe residir en los colectivos. Por alguna razón que se nos escapa, la sociedad siempre parece ser más inmadura que el individuo uno por uno. Llega un punto en la ecuación donde las bolsas de humanidad caen en manos de los más incapaces e ineptos, los más torpes y primitivos, los más incultos e ignorantes, a veces hasta crueles en su inhumanidad; donde las personas se gentifican a sí mismas hasta el punto de dejarse castrar y arrastrar por el “jumenterío” arrimado al carro del que tiran, hacia el objetivo que nos guían los que van subidos sobre el mismo.

Porque, tanto en la teoría como en la práctica, todos somos portadores de la clave que abre la llave de ese cerebro reptiliano, de ese córtex cerebral, que es el guardián de la memoria del ser humano sobre la tierra; y del resultado de sus acciones para con nosotros mismos, tanto como individualidades como sociedad… Esto es: lo tenemos en esencia, pero no en potencia; o quizá sea al revés, no lo sé, pero lo poseemos absolutamente descoordinado desde las causas que viene a producir tamaños efectos… o desperfectos.

Yo tengo mi teoría, claro, y muy bien puede estar equivocada… Pero las generaciones somos los escalones que forman la escalera de la evolución humana, y las personas somos los ladrillos que conforman esos escalones. Si los escalones fallan en su función de salvaguardar y transmitir el conocimiento que los ladrillos malguardamos, y falla la experiencia común, la escalera deja de cumplir su función de escalera… Y si los que me siguen no obtienen lo que yo he de transmitirles, a su vez fallan sobre los siguientes, y así sucesivamente hasta tener necesidad que empezar a tejer una nueva escala que comience por el último nudo que se hizo y se transmitió en condiciones… Y esa es mi metáfora personal, claro, y, naturalmente, puede ser tan acertada como errada. En definitiva, ustedes son los que deciden.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

ASÍ LO CREO YO...

ANTONIO, EL CURA.

RESPONSABILIDADES

PATRIAS

VOTEMOS DEMOCRACIA

HAZ LO QUE DEBAS

¿CON QUÉ DERECHO..?