JONÁS

 

Si existe un profeta extraño y atípico en el Antiguo Testamento, ese es Jonás. Por lo menos a mí me llama mucho la atención… Lean su historia: Un buen (o mal) día, lo llama Jehová para una misión especial – al mejor modo del M.16 para con un OO7 -, y es que tenía que ir a Nínive a abroncar a sus habitantes por su depravado modo de vida. “Porque su mal clama contra ella y ha subido hasta mí” (Jonás, 11.12). Quería destruirla, pero no sin antes darle la oportunidad de arrepentimiento, a través de la prédica de su profetagente favorito… Pero he aquí que Jonás no estaba por la labor, precisamente.

“¿Por qué a mí, Señor?, ¿qué he hecho yo para merecer semejante destino?”. La verdad es que, presentarse ante la capital del imperio asirio, que no podían ver a los judíos ni en pintura, a poner verdes a sus 150.000 habitantes entonces empadronados, era jugarse el pellejo… Por lo que decidió huir de la quema. Así que se fue a Jope, y allí cogió un barco con destino a Tarsis. Pero ahorrando detalles, ocurrió que Jehová, listo como él solo, envió a una tormenta para que amenazara zozobrar al barco, por lo que Jonás entendió que era por su “escaqueo”, así que, confesándolo al capitán y a la tripulación, les aconsejó que lo tiraran por la borda por borde, para que no pereciesen todos. Tal cual: “Tomaron luego a Jonás y lo echaron al mar, y se aquietó su furor” (1:14-15).

Lo del “pero Jehová había dispuesto un gran pez para que se tragara a Jonás; y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches” (1:17), la verdad es que, el pez no sé si se lo tragó, pero yo no me trago lo del pez… Más bien creo que se agarraría a algo y que la tormenta lo devolvió a la arena de una playa con un traumatismo mental de padre y muy señor mío. Así que Jehová volvió a recordarle la misión que había de cumplir en Nínive, por lo que tuvo que hacer de tripas corazón y marchar a machacar… Tras unos cuantos prodigios y un buen montón de arengas, lo que no se esperaba el del ballenato es que la gente se arrepintiera en masa, y hasta el propio rey se cubriera de cenizas y clamara al dios de Jonás pidiendo perdón.

Así que Jehová los perdonó, pero a Jonás le jodió un montón tal desenlace… A ver: se había jugado la pelleja por nada, pues los habitantes de Nínive, puñeteros zorros, habían vuelto a las andadas apenas el dejar las puertas de la ciudad. Además se sentía un traidor a su pueblo, puesto que los ninivitas eran acérrimos enemigos de los israelitas, y se sintió manipulado. Así que entró en depresión el hombre… “Ahora, pues, Jehová te ruego que me quites la vida, porque mejor es la muerte que la vida” (4:3). Lo que pasa es que éste le dijo que nonis, que no era para tanto: “¿Haces bien en enojarte tanto?” (4:4), y lo mandó al desierto a hacer penitencia y meditancia.

Lo cierto y verdad es que nunca se mostró Jehová tan generoso con pueblo alguno, ni que usara de esa estrategia, ni con siervo ninguno que se le subiera a las barbas, primero desobedeciendo y luego arrepintiéndose de lo hecho y del resultado obtenido. Y este detalle es uno de los que más me extraña con este tipo… Luego, existe cierto paralelismo y familiaridad, si bien que cambiando los tiempos pero manteniendo las mismas escenas, con el Jesucristo que iba a presentarse una montonera de siglos después, si bien que con un gran cambio en el mensaje que parece hasta opuesto, al menos en las formas, y es que el Cristo, igual que Jehová enviara a Jonás a advertir amenazando; Dios-Padre envió a Jesús a redimir perdonando. Todo un cambio de arquetipos.

La parte del desierto, en el caso de Jonás es posterior, como admonición; y en el caso de Jesús es anterior, como preparación. Pero es donde se demuestran las dudas de nuestro profeta antes de enfliscarse en nuestro Nínive… Incluso, hasta el último momento, estuvo tentado de hacerse a un lado con su “si fuera tu voluntad, pase de mí este cáliz” del nazareno, que duda que su sacrificio valga para algo, tal y como Jonás dudó… pero si Dios es quién lo dice…

La variación está, siguiendo el relato, claro, en que Jonás pide su muerte y Jehová no se la concede, y en el caso de Cristo su muerte ya viene de nómina… Y es que el rol de la muerte (que en ningún caso tiene existencia real, pues es parte de la vida) en el primer caso hubiera sido castigadora, y en el segundo es redentora… En el primero es un fin, y en el segundo es un medio.: muerte y vida eterna son partes de una misma cosa aún en ambos casos. Yo veo a Jonás como ensayo preparador y a Jesús como agente ejecutor.

Pero existe un símbolo recurrente en el que nadie se fija: el Pez… Aparte su relación con el cetáceo, o con el mar, o con el medio acuático, Jonás es el patronímico hebreo del posterior Juan, semánticamente hablando, claro; Juan, el llamado Bautista, bautizaba con agua, y ambos nombres (Jonás / Juan) vienen de la muy antigua civilización de los dogón, cuyo dios principal era acuático y lo llamaban Ooannes. Casualidades, dirán. Pues serán. Pero, ya puestos, súmenle otras más, como que Jesucristo transformó a sus Apóstoles de pescadores de peces a pescadores de hombres; que el antiguo símbolo de los primitivos cristianos no era la cruz, si no el pez; y que las mitras de los obispos son la forma esquematizada de ese mismo pez original.

Quiero decir con éste que “no hay nada nuevo bajo el sol” (Salomón) y que las culturas y religiones derivan unas de otras como desembocan las unas en las otras… Deseo dar a entender que hemos de mantener las mentes abiertas al librepensamiento, que es la herramienta que extrae el conocimiento de la Historia de la humanidad. A mí se me puede criticar (de hecho, así se hace) por atreverme a exponer ideas que se pueden calificar de extrañas, lo admito, pero no de malignas… “Ningún mal entra de fuera al hombre, sino que todo mal sale del hombre afuera, porque el mal anida en el hombre, no fuera de él”… Lo dice Él, no yo. Por lo tanto, ustedes mismos…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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