VER A DIOS

En “El bárman del Ritz”, de Philippe Collin, se narra un pasaje en que dos personajes en el Paris ocupado por los nazis dialogan, ambos imbuídos de su propio ateísmo, más o menos ilustrado, si bien no existen dos ateísmos iguales:
- …Si tras morir vieras a Dios cara a cara, ¿qué te gustaría que te dijera?..
- “Vuelve más tarde, Frank, lo tengo todo lleno.”
- …Y a usted, qué le gustaría oír de Él.
- “Hiciste lo que pudiste, pero anda, pasa, Blanche…”
Yo hago la misma pregunta a los que me leen desde este mismo artículo, que es la mejor fórmula que conozco, y también el único vehículo que tengo, para hacérmela a mí mismo… Lo cierto y verdad es que lo veo demasiado cómodo y simplista, tanto para los que se consideran ateos como para los que no… aunque en esto hay muchos ateos que creen más en Dios que los que se consideran a sí mismos creyentes… Pero ojalá fuera así de directo y sencillo, sea como fuese la cosa. El “pasa”, o “inténtalo de nuevo más tarde” sería lo más deseable, según creo yo, sin embargo me barrunto que no es así de fácil y drástico.
Lo primero que me huelo, fíjense, es que Dios juega a ser uno mismo, que se viste de cada cual, y se esconde dentro de nosotros para parecer nosotros… Es que, piénsenlo, es la mejor forma de decirnos las cosas a la gente que no estamos acostumbrados a dar la cara: ponernos un espejo delante para que parezca que nosotros mismos nos digamos lo que nos tengamos que decir, llegado el caso; lo que llamamos las verdades del barquero, vaya… Llámenlo conciencia, o llámenlo como quieran. Dios es un padrazo, si hemos de creer a Jesús, y un padrazo no da a ningún hijo portazo; pero una cosa es misericordia y otra el equilibrio de la balanza. Y no hay mejor juez que nosotros mismos para juzgarnos, ni mejor padre que Dios para perdonarnos.
Un servidor, si ustedes me lo permiten, claro, y haciendo abstracción de cuántas ideas me hayan metido en la cabeza en plan catecismo, o se hayan metido por sí solas, me da igual, lo resumiría todo en tan solo que cuatro palabras: toda Creación es Evolución… Y punto pelota. A partir de ahí, hagan una pira sanjuanera con todos sus juicios y prejuicios, y también sus perjuicios, y empiecen a pensar por sí mismos, que capacidad para ello se les ha concedido como para que desarrollen sus propias entendederas por sí solicos… No hay más sermón que el de esas cuatro palabras.
Dicen los que han pasado por tal experiencia y le han dicho lo de “vuelve más tarde, que ahora me pillas ocupao”, que, durante un tiempo carente de tiempo, le pasa toda su vida, con todas y cada una de sus secuencias – y de sus consecuencias, creo yo – por delante de sus narices… Si eso es así, tal cuestión debe tener un propósito concreto y definido, ¿no?.. No hay ningún protocolo, ni uno solo, que no tenga su porqué, su motivo, su fin, su puñetero sentido… Y su Ram de memoria, en rebobinado, pasa su YO a la película que se ha montado de su vida, y que ha quedado grabado por y para algo… ¡et voilá!..
Doña Prudencia me dicta que llegue hasta aquí y no siga… Y es porque mis barruntos de lo de después, son tan solo que eso: meras especulaciones, sino en el fondo, que no creo, pero sí que en los modos, en las formas, las maneras… A partir de aquí, cada uno/una, se crea su propio cielo o su propio infierno, que es lo que quiere (creer es crear) al atender a sus propias creencias… Esto es – a mí, al menos, así me lo parece – la concepción oriental (budismo, etc.) nos dá sopas con onda, y donde nosotros vamos, ellos están de vuelta. Sirvan estas torpes letras para indicar un camino (hay muchos) en el que poder buscar, pues solo quiere buscar el que necesita encontrar.
Es que, a veces, me paso un poco. Me ha venido una filípica casullar por una frase que dicen que dije hace tiempo no sé dónde: “prefiero una mala filosofía a una buena religión”… No lo recuerdo, la verdad, pero puede ser. Es que, miren, Filosofía significa literalmente “hijo de la sabiduría”, y la sabiduría, mejor o peor, se puede exponer, y de ahí nace el conocimiento; o se puede imponer, y de ahí nace la religión. Los orígenes son todos respetuosos, pero los resultados no son todos respetables… Al menos, no todo cuánto quisiéramos los que nos atrevemos a pensar por nosotros mismos.
La naturaleza de ambas (filosofía y religión) son similares pero diferentes en lo esencial: la primera trata de convencer y la segunda persigue vencer… sobre todo y con todos los medios a su alcance, sean éstos lícitos o ilícitos. La primera muestra la forma, la segunda obliga al dogma… Por eso que dije lo que dicen que dije – o que escribí – que, si no lo hice, debí haberlo dicho; y si bien intento razonar los motivos y los porqués, prefiero andar un camino que el otro. Me importa el fondo, no la manera; no el bastón, pero sí la madera… ya saben aquellos que me leen, aunque tampoco espero que me sigan.
Ni yo, ni nadie, podemos evitar, como los personajes de la novela que cito al principio, que llevemos enredados hilos doctrinarios en nuestra genética intelectual. Cada cual ha tenido su educación; educación que lo ha llevado a una confirmación literal, o a un ateísmo más virtual que real; o a un revisionismo integral, como puede ser mi caso… Eso no debiera ser motivo de repudio, si no, por lo contrario, de entendimiento, de cercanía entre posturas, por llamarlas algo, si no hermanas, sí que humanas.
Mi creencia, y querencia (discúlpenme por atreverme a tenerla) es que la Verdad es tan inmensamente inmensa que incluye toda fe, filosofía, religión o credo habidos o aún por haber, existentes o por existir… así en la tierra como en el cielo. Nosotros apenas somos que una ínfima, si bien que íntima, parte. Es un mundo, o así mismo lo creo, tan omniabarcante que habría que ser muy lerdos, mezquinos y cretinos como para querer erigirnos en poseedores únicos, unívocos e inequívocos de lo que no tiene más de Dios que Dios mismo… No, no nos conformamos, nosotros queremos ser los dueños y garantes de ese tal Dios que nos hemos fabricado para nuestro exclusivo uso.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
Comentarios
Publicar un comentario