MOISÉS

Cada vez que leo, veo u oigo algo sobre Moisés, no puedo dejar de recordar – de toda su larga epopeya – lo de la zarza ardiente y parlante. Todo lo que vino después, esos cuarenta años de liderar a su pueblo a través del desierto, y de aguantar los repetitivos “tole-toles” de “cuánto mejor estaríamos en Egipto del que nos sacaste…” (de ser yo los hubiera mandado a hacer puñetas desde la primera subida al monte, y hoy nos hubiéramos ahorrado al menos un par de cosas: la películarga de Cecil B. de Mille, y la vergüenza criminal de lo de Gaza… Pero todos esos prodigios, ya digo, tan solo pertenecen a una sola lectura, sesgada y particular, de la épica nacionalista judía.
Moisés, judío de nacimiento y egipcio de adopción y formación, una vez descubierta su dualidad, tuvo que largarse a “su desierto”, como cada quisque de los profetas. Pero éste no desaprovechó su estancia: se casó con Déborah, hija de un rico hacendado y sacerdote de Madián, un tal Jetrho, al que le regentaba las cabras… Para mí, esa zarza ardiente, sin consumirse del todo, del monte Nebo, no es otra cosa que el “run-run” interno que le comía el ánima: ¿Quién soy yo?.. un egipcio.. ¿Y QUÉ soy?.. un judío. Ambas cosas es LO que soy, rumiaba su yo sin parar. De ahí lo de contestarse a sí mismo a través de la animada zarza: “Yo soy El que soy”, y tomarlo como una llamada, una misión, su objetivo en la vida: “vé y dile a tu pueblo que “Aquél que Es…”, etc., etc.
El tema central se basa en el báculo (vara) hacedora de portentos: las plagas, separación de aguas, llovidas de maná y demás milagros, ya saben: “extiende tu vara y…” (¿álguien sabe que vara viene de varón?). Jehová, claro, ¿quién si no?, le secunda en cada prodigio. Pero no deja de ser lo que es: una metáfora escenificada de su significado. La vara es sinónimo de apoyo, autoridad, guía y justicia, de liderazgo, y también recta conciencia en decisión y juicio. El báculo es el símbolo de todo patriarcado, y como tal debe tomarse en todos los relatos con que se construye la épica de toda una nación en su nacimiento y origen. En este caso, claro, hablamos de la hebrea, de Israel.
ÉL es el nombre del más antiguo Dios que le daban en las primigenias tribus cananeas. Un culto monoteísta, naturalmente. De ahí el nombre de Isra-Él de la nación judía… Fíjense bien fijado que es el apodo que el ángel que luchó con Jacob le puso, tras perder el pulso en su lucha en el episodio de la escala: “A partir de hoy te llamarás Israel”, le dijo, que, literalmente, significa “aquel que lucha con Dios”, lo que nos lleva directamente a algunos mal entendidos posteriores de “iras de Diós”, y no menos directamente también a ciertas reflexiones: a que Moisés luchó consigo mismo en su episodio ya narrado anteriormente, a la vez que con el mismo Dios, mano a mano, zarza a oído. Fue una lucha dual, personal y divina, como la del después Jacob, e incluso el mismo Jesús en “su” desierto… La voluntad de Diós se identificó a través de él, y lo contrario. Una identificación mutua que nos aclara, al menos, otro par de cosas: que, efectivamente somos de afiliación divina, y que Moisés fue el patrón del psicoanálisis. Por lo menos…
Lástima que Dios se presentara a través de un subdiós: Jehová, un dios más humano que divino; con todo el poder de Dios, y con toda la mala leche del hombre; pues el tal Jehová ha actuado con todos sus defectos que los humanos tenemos: celoso de sí mismo, caprichoso, incongruente, sangriento, vengativo, castigador y belicoso… y todo lo contrario y opuesto al Dios que Jesucristo nos presentó como el Padre, bondadoso, comprensivo y perdonador. Si meditamos un poquico, veremos que nosotros, los humanos, estamos más alineados con ese Jehová que con el mismo Dios; hay que estar muy ciego como para no verlo. Sea como fuere, ese tipo de diós fué el primero con el que se nos contactó.
El caso es que de esa sociedad/religión derivaron las civilizaciones semíticas más relevantes del mundo, monoteístas, las conocidas como “las religiones del libro”, nacidas de un mismo tronco: Abraham, y que son la judía, los ismaelitas y agarenos, y por derivación la cristiana, o católica, que no es lo mismo ni mucho menos… A poco que nos fijemos, todo parece obedecer a una especie de plan pre-establecido de una única fuente: la yahvídica (de Jehová). Nosotros, lo queramos o no, somos herederos de ella, si bien que los católicos con una ligera variación; con un sutil retoque:
Jesucristo vino a recomponer la religión mosaica (de Moisés) introduciendo la Figura del Dios-Padre sobre el del “yo soy Jehová, vuestro Dios”, el dios de la ira y las batallas… Los judíos, desde luego, siguen rindiendo culto al dios belicoso y guerrero Jehová, al igual que sus hermanos, los ismaelistas (de Ismael) y los agarenos (de Agar) con el de Alá… Pero, ¿y los cristianocatólicos?.. Nosotros nos debatimos entre ambos dos de la peor manera: por un lado, proclamamos el Nuevo Testamento como modelo; y por otro practicamos el yahvismo como comportamiento, ¿o acaso no es verdad?.. El catolicismo en su estructura es un copypega del judaísmo más ortodoxo, si bien que reconociendo a Cristo pero acomodando su mensaje al otro. La realidad es que más de dos milenios después aún no sabemos comportarnos como auténticos y verdaderos cristianos. De hecho, lo cristiano lo hemos reducido a ritos idólatras, a costumbres y tradiciones falseadas, a dogmas neojudáicos que se parecen más a ese “Dios de los Ejércitos” del Antiguo Testamento.
El término “católico” lo introdujo el judeoconverso romanizado Pablo, para significar “universal” y así conformar una religión mundial junto a los “gentiles” que formaban el resto… De hecho, ya es universal, vale, ¿y qué?.. Solo hay que echar un vistazo al mundo para ver que hemos comerciado con los principios evangélicos de Jesús, pero no los hemos implantado como valores en nuestro interior… Si el resultado es esto que tenemos, desde luego nos hemos lucido; no es, en modo alguno, Lo que aquél galileo nos dejó para apacentar sus ovejas. Somos borregos que nos vendemos a cualquiera que nos compre. Somos todo lo opuesto: Trump, Putin, Netanyahu, y todos los representantes y seguidores fascistas de las naciones que se confiesan católicos, y miren lo que hacen con sus cristianos principios, y los resultados de sus criminales actos y confesiones… Pero es que, el resto, la mayoría de la medianía, somos sus valedores y sostenedores, ya que somos sus votadores; ¿o es que es mentira..?
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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