BIG BANG

Me instan algunos fráteres a que hace mucho tiempo que no toco del del “Big-Bang” y todo aquello del principio de todo lo que hoy tenemos y empezamos a “destener”. Hay quiénes me dicen que me he olvidado de un tema que es demasiado interesante e importante como para abandonarlo del todo… y me recuerdan que lo recuerde. La verdad es que nunca nadie abandona todo del todo, por otra vez redundante que pueda parecer. De hecho todo regresa, más tarde o más temprano; hasta la propia Historia se repite en ciclos con ligeras variantes. En este mundo nada está cerrado totalmente. Es una ley universal.
Yo siempre he asociado ese Big-Bang con Stephen Hawkings, por ser el científico que lo desarrolló y le dio forma, sin embargo nadie posee la exclusiva de nada; y en esto, como en todo, hubo otros que lo intuyeron antes que este prodigioso físico… Ya en 1.927, un gran investigador a la vez que sacerdote, Georges Lamaître, fue el padre de la idea: propuso que el universo había surgido de la expansión de un solo y único punto atómico y primordial, al que llamó “Huevo Cósmico”, y hubo científicos de talla, como Albert Einstein, que, en un principio, se mofó de él, si bien, más tarde, admitió haber cometido un error en su apreciación… Incluso cuando el Papa Pío XII quiso apropiarse de la idea para asimilarla a la Iglesia, el propio cura descubridor se opuso a ello, argumentando que hay que dejar que ciencia y religión anden sus propios caminos por separado hasta que confluyan.
Es más: curiosamente, en 1949 fue el famoso astrónomo Fred Hoyle el que, también crítico con la idea, la bautizó como el “big bang” en tono de burla… Una “gran explosión”, que es lo que literalmente significa, y que, al final, quedó como nombre oficial y consagrado de este teoría, que ya no es teoría, puesto que más tarde, ya en 1.964, los astrónomos Penzías y Wilson, alcanzaron a grabar el ruido que, como “radiación de fondo”, quedó como prueba factible de tal hecho, y que les valió el merecido Premio Nóbel. Es una radiación térmica (microondas) que todos podemos oír como estática en nuestros televisores, por cierto.
Sin embargo, persiste la imagen burlesca de Hoyle hacia esa explosión inicial y gigantesca, como la madre de todos los estallidos,, cuándo no pudo ser así de fácil y sencillo… Para producirse una explosión tiene que existir un espacio en el que se produzca, y entonces no existía espacio alguno, como tampoco existía el tiempo, asociado a tal espacio… Fue el propio espacio el que comenzó a existir y a “estirarse”, con la también existencia del tiempo, desde el momento Cero de tal manifestación. De hecho, no fue una “explosión”, sino una “expansión”. No es lo mismo… Imaginemos un bizcocho en el horno, salpicado de pasas. Las pasas son galaxias, y la masa del bizcocho es el espacio… A medida que se hornea, las pasas se alejan unas de otras, no porque se muevan por ellas mismas, sino porque la masa (el espacio) en la que están insertas, crece y se expande… De ahí mismo que se afirme que el universo se dilata y crece sin parar, como un globo. Pero, ¿explotará, o no explotará?..
Se ha podido medir que, en ese virtual “momento cero”, en un breve pestañeo, el universo creció desde un tamaño subatómico al tamaño de una manzana. Dicho así bien puede ser una tontada, pero es como si un grano de arena, en un plis-plas, pasara a ser un sistema solar… Tras ese primer estirón, el universo ha ido expandiéndose a un ritmo más pausado: unos setenta kilómetros por segundo, que tampoco es moco de pavo… Si las galaxias, como el caso de nuestra Vía Lactea,se mantienen aparenemente estables internamente es por el movimiento gravitacional de sus astros, pero cosmológicamente la dilatación es constante.
Hasta aquí puedo llegar de lo poco que sé, dentro de lo que no haya tratado en mis escritos anteriores sobre ese Big-Bang. Y espero que les sirva de algo más a los que me lo habían pedido… Dice el refrán que “el saber no ocupa lugar”, pero hay que ver el lugar que ocupa la Creación, o lo que sabemos de ella. Y, sin embargo, nuestro conocimiento es apenas un cero-coma dentro de la total realidad universal. Resulta apabullante que lo que estamos tratando aquí de ese Big-Bang, en la realidad sea un suspiro dentro del todo… y sin embargo, es así.
Pero, mis queridos amigos, tampoco interpretéis esa explosión como tal, pues no hizo ruido alguno. El sonido necesita un medio material para poder sentirse y propagarse, lo que sea: aire, agua, tierra, metales… Necesita de moléculas que vibren y transmitan esa sensación sonora, y entonces no existía aún nada de eso. En el vacío no se propaga el sonido. Yo más bien lo imagino como el inaudible e ineludible primer “tic” de un eloj que se puso en marcha, y en el que apenas se ha producido el segundo “tac” de un tiempo en el que no existe el tiempo.
Por eso hay que tomárselo con calma en cuánto al tema hoy abordado de nuevo… Preocúpense más, mucho más, del factor humano introducido en ese barullo, y pregúntense el propósito por el que estamos aquí; la finalidad de nuestra presencia; el porqué de la causa y el efecto que provocamos con nuestra actuación e intervención en todo esto… Yo, desde luego, no termino de verlo, mucho menos de entenderlo. Me pierdo en el mundo que nos hemos fabricado, y no comprendo que nosotros mismos seamos los que nos demos la puntilla de una manera tan estúpida.
Solo sé que nos ignoramos por odio y nos odiamos por ignorancia. Y obedecemos a monstruos humanos que solo persiguen la aniquilación de todo cuanto existe para erigirse en soberanos de la Nada, con su corte de esclavos y lameculos como, por supuesto. Y es entonces cuando me pregunto y le pregunto a usted: Dios mío, ¿y para eso tanto Big-Bang y tanto aparataje?.. Bien te lo podrías haber ahorrado, ahorrándonoslo a nosotros también, dicho sea de paso… No nos merecemos tanta molestia por Tu parte. Vamos, digo yo… salvo que tengas un as oculto en tu ancha manga.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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