LA DE GRANDES DETALLES.- De Murcia al mundo


A veces, en mis lecturas, me encuentro alguna pequeña joya sin pretensiones. Esta vez ha sido “La librería de los deseos”, de Eric de Kermel… Son apenas trescientas páginas que se trasiegan rápido y en un par de días o tres, y que pasa como un vaso de agua fresca, que aclara la digestión de algún espeso ensayo previo, y limpia el organismo de ideas abstractas centrándolo solo en lo más sencillo. No voy a contarles nada de su argumento, por si a alguien le viene la idea de leerlo no arruinarle el sabor y el saber de lo elemental de su contenido. Más bien todo lo contrario. Pero ese pequeño velero me reembarca en un trasatlántico mayor y más cercano: el del Grupo Editorial La de Grandes detalles: www.ladegrandesdetalles.com

Sin embargo, en mi caso, ha puesto en mi espejo de vida una especie de humilde post-ist con una sencilla pregunta: ¿cómo hubiera vivido sin libros?.. Y mi sorpresa es que no tengo respuesta para ello. No lo sé. No tengo la menor idea porque no se me pasa por la cabeza. Es una pregunta sobre mí mismo de la que me confieso tan ignorante que no poseo ningún tipo de contestación. Tendría que preguntar a los más cercanos a mi persona, a mi mujer, por ejemplo, que siempre le ha sido un problema el llenar la casa de estanterías para mis libros, y que contestara ella, con un mayor sentido práctico de la existencia que el mío… quizá, puede ser…

Porque yo no me conozco como tal sin libros a mi alrededor. Es posible que sea un tanto enfermizo, pero no me imagino a mí mismo sin la compañía de un libro entre las manos… Hasta ahora no me había parado a pensar en ese detalle existencial. He leído miles de libros a lo largo de mi vida (o puede que esos libros me hayan leído a mí). Alguien me dijo un día que no se explicaba, con lo lector que soy, cómo, sin embargo, no soy socio de ninguna Biblioteca, y no supe qué contestarle entonces.

Hoy creo que sí lo sé… Existen un par de razones, al menos: una es que, como librero que también he sido – entre otras muchas cosas – culpo a esas Bibliotecas del cierra de librerías (quizá no tenga toda la razón, pero sí parte de ella); y la otra, que creo la más importante, y, por lo tanto, la verdadera en mi caso, es que no concibo leer un libro y que éste no se quede a vivir conmigo. Esto explicaría también mi cierta aversión al libro electrónico… No quiero que me den la razón, tan solo aspiro a que intenten comprenderme. Cuando uno lee un libro, lo marca y lo escribe, y lo hace suyo, y si no mantiene consigo la presencia física del mismo, es como si se privase de su compañía el resto de su vida. Así lo creo, porque así mismo lo siento, y por eso lo digo.

Si me desprendiese de ellos me sentiría desnudo, como en una fría y desangelada soledad. Me siento a leer la prensa, o a ver la tele, o a escribir, y mi sancta sanctórum es estar rodeado de mis libros, entre paredes con estanterías llenas de ellos; así me siento acompañado, arropado, protegido… Son mi familia intelectual; conozco a todos y cada uno de ellos, y ellos me conocen a mí. Es un vínculo que, lo admito, no todos comprenderán, pero que para mí resulta vital.

Y todo esto que les cuento sé que puede mover a risa conmiserativa, por supuesto, pero es una necesidad propia y personal que no intento imponer a nadie que sea aficionado a la lectura… La generosidad de los libros va mucho más allá que la de los autores que los escriben, que son, en el fondo de todo, sus verdaderos protagonistas. Pero los sobrepasan porque ellos, los libros, con los mensajes, conocimientos y enseñanzas que contienen, se entregan a ti para estar a tu disposición durante el resto de tu vida, y la de tus descendientes, si ellos así los acogen.

En mi doble faceta de lector y escritor, es como si proyectara mi alma hecha sombra sobre una pared de fondo, y esa es el Grupo Editorial, La de Grandes Detalles, que es murciano, y tenemos las mismas querencias… Para mí no es solo un honor, sino que también es un privilegio el que me otorguen la orla de ser colaborador periodístico suyo; y el de hacer su proyecto mi proyecto: el de los libros… Yo me atrevo a aconsejarles personalmente que se suscriban a su Revista Cultural Interactiva que, por muy poco le devuelven muy mucho: https://ladegrandesdetalles.com/grandes-detalles-cultural

A veces, mi esposa y yo tratamos lo de mis queridos libros, y sé que es mi batalla perdida: ¿qué será de ellos cuándo ya no estemos?.. Nosotros morimos, ellos no mueren nunca una vez publicados y encuadernados… Que los donen a una Biblioteca, respondo con un poso de tristeza; o que los llevan a una Librería de Viejo, si es que aún se mantienen esos santuarios, que me temo que no… Para mí, solo el darlos para hacer sitio a otros ya es algo así como enviar a alguien muy querido a una residencia, admitiendo, claro está, la diferencia…

Yo mismo me considero un desastre catalogando. Conforme van llegando les voy haciendo sitio mientras queden huecos entre las baldas y la pared, sin ningún orden ni concierto… Y, sin embargo, es curioso, cuando necesito consultar alguno de ellos, no importa el tiempo que lo tenga, me pongo enfrente de los rosarios de lomos, y parece que es él el que me orienta hacia donde se encuentra. Nunca he dejado de encontrar a ninguno… o, mejor dicho, nunca ninguno ha dejado de encontrarme cuando lo he necesitado… Crean lo que crean, piensen lo que piensen.

Para mí, el libro es algo atávico que, me parece, va más allá de mi propio tiempo, o viene de dónde deja de existir ese mismo tiempo… Antes, cuando viajaba por la geografía de este país y visitábamos algún edificio histórico, algún lugar antiguo, algún viejo monasterio, me atraían como un imán los códices, los volúmenes antañones, las arcanas bibliotecas de esos lugares de sabiduría. Y me quedaba como un pasmarote acariciando con la vista esos tochos hechos de conocimiento antiguo, a la vez que ellos me acariciaban a mí con su vieja áura.

Porque los libros guardan el áura de cuántos los leen, o leyeron; de los que pasaron sus grandes páginas en mesas y atriles; y de los que los acunamos en nuestras manos mientras nos traspasan lo que contienen y retienen… Ahora es posible que entiendan un poco mejor mi atracción por las editoriales, como la vecina de La de Grandes Detalles, y también la pregunta de ese post-ist imaginario del que les hablaba al principio de aqueste larga acta… Ahora puede ser que sepa responderla, aún en parte, si no en plenitud. Al menos, espero que algunos de ustedes sí que sepan – incluso mejor que yo mismo – explicárselo. Ojalá que así sea.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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