UN SINDIÓS

 

Ahora ya casi que no se utiliza el término. Existen muchos sinónimos sin resonancias religiosas que se usan para decir que esto es un jodido y completo desastre… Pero antes, cuando mi nacionalcatolicismo de crío, si un mayor pronunciaba tal acabose (los menores lo teníamos prohibido) siempre había alguna abuela cerca que se santiguaba al oírlo.  Se toleraba porque era como poner a Dios en todo lo que funcionaba bien (o los que mandaban creían porque querían); una forma de reconocimiento, al fin y al cabo, pero también y al mismo tiempo se decía todo lo contrario, esto es: se negaba por contradicción, pues si el Catecismo Ripalda aseguraba que “Dios estaba en todas partes”, no podía haber ninguna parte sin Dios por ningún lado… ¿en qué quedamos?.

Pero si hasta un mando de la propia Guardia Civil, que era la salvaguarda yahvídica de todos esos valores, lo proclamaba a grito pelado (Sazatornil en “Amanece, que no es poco”) pistola en mano apuntando al cielo, la cosa era por causa seria… Una película donde los varones nacían en el barbecho de los bancales y las putas se elegían democráticamente, todo era canónico, menos en que el sol naciera por el oeste. Eso no colaba, pues eso era un “sindiós” como Dios no manda, que es lo que le faltó redondear a la frase en su magnífico artificio final… Un Saza gritando: ¡como hay Diós, que esto es un sindiós!..

Porque esa figura, el Sindiós, encierra toda una exhuberante paradoja: y es que las propias religiones, a través de sus Iglesias, son las que dictan, cum autóritas, y si preciso fuere, también sub dogma, cuándo y cómo, y por lo qué se ha de aplicar el sindiós sin que signifique lo que se dice, aunque lo diga el mismísimo papa romano… Pero es a través del “don de la fe” – fe que te concede Dios, por otro lado – con la que has de manejar esta aparente contradicción, pues si es un regalo que Dios (tanto la fe como el raciocinio) concede a sus creyentes más seleccionados, según su curia, claro, tales obsequiados deben demostrar que confían más en lo que dicen sus prelados que en lo que ellos piensen por sí mismos… Lo que no deja de ser un “credo  guía absurdum”, en román paladino, creer en lo más absurdo.

Es posible, entonces, que por eso mismo se utilice menos en la actualidad: porque el Dios obligado ya no está en inquisiciones; ni censuras de libros y películas (aunque yo creo que sí); ni en las uniones entre personas, ni en los gobiernos (salvo tratados vaticanos), ni en los registros, ni en nada de cuánto antes estaba según omnia potestas. En todo eso ya no media el dios canónico – aunque medie el real y verdadero –  y ya pueden ser consideradas acciones sindiós, como los ateos igual son considerados, y se consideran a sí mismos, otros tantos sindioses, más en la forma que en el fondo, por supuesto… Sin embargo, las tradiciones, casi todas catolicíclicas, se salvan de ese “sindiosismo”, y es porque suelen ser pregoneras interesadas de que el cristianismo forme parte de la tal tradición.

Pero también han formado parte de la misma las monarquías absolutas, la esclavitud, la trata de blancas, o el propio machismo a cascoporro, si a eso vamos; e incluso, disparate sobre disparate, todo eso ha formado parte de nuestra cultura con las supuestas bendiciones de ese supuesto Dios; o sea, han sido un completo “sindiós” aun siendo catalogado como “condios”, y no se ha movido un solo pelo coetáneo de sus tonsuradas cabezas pensantes.

En nuestras colonias hispanas, por ejemplo, los esclavos que se escapaban refugiándose en lo más intrincado de las selvas, vivían en comunidades a las que se les llamaba Quilombos, esto es: sin amos, sin leyes, sin Dios, que no deja de ser un sindiós. Desde nuestra más temprana Historia, el amo ha impuesto su religión a sus esclavos, porque no había más Dios que el dios de los amos, y era el que valía, el único y verdadero.

En realidad, las religiones se inventaron para dominar ofreciendo la falsa seguridad de tener respuestas para todo (falseadas respuestas, claro); la ilusión de que las cosas son lo que y cómo son porque Dios así lo dispone (siempre lo dispone como ellos lo quieren), por lo tanto, así debe ser, y no hay más preguntas. De tal forma se constituyen los poderes más absolutos… Sin esas respuestas preconcebidas y apoyadas en el saber incuestionable de un dios (Religión/Iglesia) no existiría el sometimiento requerido. Todo lo demás, naturalmente, claro, por supuesto… es un Sindiós.

Sin embargo, el ser humano tiene todo el derecho natural a equivocarse, pues es la fórmula establecida por la ley de causa y efecto, para aprender de sus errores; de su dignamente otorgado libre albedrío, con el que experimentar para adquirir el conocimiento de su propia evolución… Conocimiento que muchas veces olvidamos, y hemos de volver atrás para su reconocimiento, tantas veces como haga falta. Por eso, quizá, llamamos a Dios en nuestro ateísmo del “sindiós“ que aparentemente padecemos, pero que no dejamos de buscar en medio de todas nuestras no pocas y continuas contradicciones y negaciones.

Por eso que, sin salirme del terreno de la hipótesis, pregunto… me pregunto a mí mismo, si el auténtico y genuino Dios no andará rondando las esquinas de todos los “sindioses” que se nos ofrece… Si los pseudodioses que nos han inyectado en vena y cerebro hasta hoy nos han llevado al mundo que nos hemos contruido, es porque no ha funcionado como debiera; o los planos de esas religiones estaban equivocados, o es que no hemos sabido interpretarlos; y si es por lo segundo, entonces es que sus Iglesias, o no han atinado a explicarlos, o no les ha interesado porque han preferido darnos gato por liebre en tanto ellas hacían su negocio de poder.

Sea como fuere, es un hecho que el catolicismo aún maneja nuestros tiempos, y que obstruye la eclosión de un Cristianismo aún no enteramente manifestado. El auténtico mensaje crístico no es responsable del resultado, si no sus intérpretes, su curia sacerdotal y sus ciegos y obtusos cumpleritos… Todo apunta a la venida de un nuevo paradigma que nos haga ver que nuestro Sindiós hemos de leerlo como nuestro “Sinsudiós”, que no es lo mismo. Existe una muy sutil diferencia en su semántica: No se trata de Dios, sino de Qué Dios es el que nos están haciendo adorar a través de nuestros falsos ísmos, a los que nos abrazamos, mientras, como a las ratas de Hammelin, nos conducen al abismo… A lo mejor, o a lo peor, es que nos han dado las del tocomocho, que, aunque parecido, no es lo mismo.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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