FELIZ LOQUESEA

Los judíos tienen una palabra, que, sin ser hebrea, porque no viene de la Torah, pero sí proviene del Yidish medieval, que es BESHERT… Es un concepto de las comunidades askenazíes, y que significa ”lo que está destinado desde lo Alto; aquello que debía suceder”. En el Talmud reza: “cuarenta días antes de que una persona sea concebida, una voz celestial proclama que la hija de X será para el hijo de Y”… No es un matrimonio concertado, sino más bien como un vínculo espiritual; una especie de relación anterior al nacimiento, que está destinada a un fin concreto. A veces como un pre-acuerdo entre las almas; o un compromiso entre el cielo y la tierra. Un objetivo más que un destino, pues luego se respeta el principio del libre albedrío.
Con esto parece explicarse mejor los anuncios angélicos desde lo alto que proclamaban la venida del Mesías prometido; de ese niño/dios que en estas fechas celebramos, o malcelebramos, o seudocelebramos, sea la que fuere la excusa por lo que celebramos… Encaja mejor con la cultura semítica de donde nos llega la natividad de la Navidad. Aunque no queramos pensar en los orígenes de tradiciones que encaran nuestras concienciasy nuestras carencias, y cuya respuesta ofendería a nuestros supuestos principios y valores.
Aunque a Jesús se le cerraron puertas y alojamientos, al menos tuvo el calor de un humilde establo y la compañía amable de los animales que lo habitaban, aparte la talmúdica bienvenida celestial, naturalmente… Hoy, más de dos milenios después, justo en esa misma Palestina, los niños que aún se atreven a nacer, no tienen ni eso siquiera. Nuestro Belén de hoy es un puro arrasamiento donde ni los escombros dan cobijo a la vida que ose venir a semejante infierno que hemos hecho de ese pedazo del mundo, con el consenso del resto de ese mismo mundo, y que aún tenemos la poca vergüenza de celebrar lo que nos debería hacer gritar.
Sus propios hermanos judíos, reconvertidos en criminales herodes, han asesinado a decenas de miles de críos palestinos, y aún siguen matándolos de hambre y enfermedad… ¡Hosanna en las alturas a los que bombardean con mala voluntad!.. Es en su propia Torah donde se proclama que “quien salva una vida, salva a la humanidad entera”, pero ellos han condenado a humanidades enteras con su holocausto, mientras las “naciones gentiles” hemos bajado la testuz ante su gran inhumanidad… Deberíamos preguntarles, y preguntarnos, si ese “zivug beshert” suyo, esa conexión entre almas, está orientada hacia el bien o hacia el mal; hacia la vida o hacia la muerte; hacia la evolución o hacia la involución.
Es que la respuesta de la tal humanidad a ese “tikún” de su tradición mística, se haga por cobardía, oportunismo, o simple estupidez, que de todo habrá, y en no poca cantidad, es sangrientamente sonrojante, y debería hacernos reflexionar en la parte que nos toca, que allá cada cual sabrá… Mientras occidente, en estas precisas (que no preciosas) fechas, dilapida comida en unas saturnales orgiásticas, mientras centenares de camiones con comida se hayan secuestrados a las puertas; en que el belén que falsamente adoramos a pie de árbol tiene más bolas de colores que ellos pedazos de pan duro y oscuro…
Y en esta España de zambomba y pandereta, mientras los noticiarios, medios de comunicación y telediarios, nos trufan la conciencia con un país entregado a tardeos y terraceos; de millones de luces leds sacabarrigando las ricas calles de encendidos escaparates; de tripeo y selfieo; de hostelería pujante y consumismo babeante; metiéndonos hasta el hartazgo la sensación de nuestro total hedonismo; al mismo tiempo se encargan muy bien de tapar y silenciar (informes de Cáritas, Unicef, etc.) que en este mismo país nuestro, el 30% de familias viven en y por debajo del nivel de pobreza. Casi la tercera parte de la población. Niños y familias deshauciadas incluidos, naturalmente…
Así que una de dos: si eso es lo que llamamos, y proclamamos, “el espíritu de la Navidad”, lo que decimos celebrar no es la tal Navidad… Y si esto es el espíritu navideño, entonces lo que ocurrió en el Belén de hace dos mil años, no se llama así, es otra cosa, otro cuento distinto y diferente, y distante. Pero no pueden ser ambas cosas, por el sencillo hecho de que una cosa es la antítesis de la otra… Y, en tal caso, nuestras “felices navidades” es algo retórico. Como retórica es la costumbre de repetir lo que no es, aunque queramos creer que así sea. Que de eso tampoco me cabe duda alguna.
Yo propondría, sin ánimo de molestar, pero por ajustarme a los hechos reales, que nos deseáramos Felices Fiestas, sin ponerles nombres que resultan ser un disfraz… a veces, insultante disfraz… Fiestas tenemos muchas: locales, regionales, nacionales, tradicionales, reales o inventadas. De hecho, el calendario está plagado de fiestas, puentes, vacaciones y repuntes. Basta, pues, con desearnos fraternalmente que lo pasemos bonito y contentos, y que seamos felices en todas y cada una de ellas. Al menos, sonaría a menos falsete, por mucho que le demos al sonsonete.
Porque las de bonete de “santificar las fiestas de guardar, aunque todas sean de gozar”, como me decía, riendo resignado, aquél buen curamigo mío, cada vez que llegaban unas “gozosas y no por milagrosas”… Deberíamos, al menos, ser lo suficientemente sinceros como para empezar a reconocerlo: la tradición que pierde sus principios se convierte en traición. Es otra cosa distinta, diferente, a la conciencia desafiante. Empecemos, entonces, a decir la verdad en vez de abonar y cultivar la mentira. Sería más honesto, ¿o no?..
Eso, y no otra cosa, eran las saturnales: fechas de hincheta y panceta. Pero los romanos no lo disimulaban con otras cosas ajenas; en eso eran honrados consigo mismos… En el Dharma hindú, antes o después, el Karma coloca todo en su lugar. Y en el Quadar islámico, cuánto sucede ya está escrito en la Tabla Guardada… El primer principio tiene ciertos aires de cristianismo, y el segundo se parece más al catolicismo. Lo uno nos dice que cada acto tiene su consecuencia; y lo otro, que cada consecuencia está escrita en sus actos previos… Parece lo mismo, pero no es igual. Así que, al menos, ya que no otra cosa, honremos con el reconocimiento lo que no hacemos con nuestros actos, y seamos consecuentes y felices a pesar de todo…
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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