HOMBRES Y DIOSES

 

Dice Dan Brown que “el conocimiento, sin bondad, es maldad”, y lo reafirma en un aserto: “La especie humana nunca ha creado una tecnología que antes no haya convertido en arma”…Lo que hace de nosotros un serio y auténtico peligro para con nosotros mismos. Tampoco voy a negar yo el uso positivo de todos los avances tecnológicos, ni mucho menos, pero también es verdad que, antes de ello, su uso ha sido para jodernos los unos a los otros. Antes de aprovechar la energía atómica – como un ejemplo entre muchos – antes la utilizamos como bomba, para masacrar y achicharrar a seres humanos en masa.

Y eso que solo estamos investigando las ciencias físicas. No sé qué ocurrirá cuando comencemos a avanzar en las ciencias psíquicas, cuyo portal es la física quántica… Estamos en los prolegómenos de ello. Y empezamos a vislumbrar que el cerebro y la mente son dos realidades distintas, y que el primero tan solo es la llave de conexión con la segunda; que no es otra cosa que todo un universo de conocimientos del que apenas tenemos conciencia. Ni siquiera nuestra capacidad intelectual puede acercarse levemente a rozar tamañas posibilidades.

En el año 2006, un tal Derek Amato estuvo cerca de ahogarse por un accidente en su piscina, y, cuando se recuperó, comenzó a tocar el piano como el más consumado maestro, sin tener la más mínima idea de música… En 1996, un joven futbolista de 16 años recibió un balonazo en la cabeza que lo dejó listo de papeles. Cuando volvió en sí, Rubén Nsemoth, sin tener pajolera idea de castellano, lo empezó a hablar a la perfección, así, sin saber cómo ni por qué…Existen muchos más casos de estos de los que se quieran admitir, y se ha tenido que crear una rama que lo investigue: la Neurociencia.

La religión, que hizo monopolio de lo espiritual, lo despachaba asignándole la etiqueta de “milagro” si era bajo mano de santo, u “obra del maligno”, si era bajo mano lega. Y a otra cosa, mariposa. Cuando a Galileo, o a Giordano Bruno, les aparecieron las ideas que borraban del mapa la ortodoxia eclesial, el primero fue condenado a morir en prisión; y el segundo en la hoguera, siendo precisamente los “hombres de Dios” los que actuaban como los demonios del desconocimiento, la envidia, el odio y la venganza. Y así escribimos la Historia. En el momento en que entendimos los ciclos planetarios y solares, los dioses griegos se convirtieron en mitos; y cuando entendamos lo que aún desconocemos, las religiones acabarán convertidas en mitologías… De ahí su enorme resistencia en contra de la ciencia. La diferencia entre ambas es que la Religión se ideó para inventar respuestas, y la Ciencia se necesitó para crear preguntas. Hoy es la segunda la que responde a la primera.

Recuerdo un pasaje de crío, en que le pregunté al párroco, en una visita a la escuela, que con quién tuvo hijos Caín, y el tonsurado me dijo que “si quieres ser un buen cristiano no vuelvas a hacer esas preguntas”, visiblemente enfadado… Entonces no entendí qué leches tenía que ver lo uno con lo otro, pero pasado un tiempo sí que lo comprendí: efectivamente, nada tenía que ver; lo que el cura quiso decirme es que “si quieres ser un buen católico…”. Cuando en vez de respuestas se te dan artículos de fé, dogmas, es cosa de la religión; cuando se te dan explicaciones que amplían tu conocimiento, es cosa de la ciencia.

Los ejemplos del principio sobre esas personas que han adquirido esas “sapiencias” (sabedoras de ciencia) tras sufrir un hecho traumático, lo que demuestra es, precisamente, que lo que llamamos conciencia del conocimiento, que sobrevive fuera del cuerpo físico, y que el cerebro tan solo es la “antena” que sintoniza con la mente. Tan solo hay que poder, o saber, tomar contacto. Y eso es más ciencia que religión, aunque ambas, en el fondo, puedan estar relacionadas.

Mi experiencia reside en lo que también asegura Dan Brown, cuando recomienda escribir sobre lo que se quiere saber: “Un libro es una oportunidad de aprender. Ese entusiasmo se queda en la escritura”… En mis escritos intento transmitir lo que encuentro en mi búsqueda continua, y ello está en consonancia con la frase evangélica del “buscad y encontraréis”… Una frase que es una promesa. Lo que pasa es que, para que funcione, debe hacerse desde un par de premisas, al menos: hacerlo sin prejuicios, y sin coacciones; esto es: hacerlo libremente.

Todos estamos conectados y todo está conectado, lo entendamos o no. Conocerse a uno mismo pasa por admitir que somos parte de algo infinitamente mayor que nuestro mezquino y minúsculo mundo, y que nuestra minúscula y mezquina iglesia… La vida y la muerte van juntas y son inseparables la una de la otra. Lo vemos en una naturaleza, que es cíclica, y que es la que guarda las respuestas que necesitamos. Dios está en tales “secretos”, pero no siendo dogmas de fe. Cuando se impone el dogma es porque se quiere ocultar la debilidad – o falsedad – de las respuestas. La ciencia apunta a lo que se puede demostrar, la religión lo hace a lo que no se puede razonar. Es la enorme diferencia, y, al mismo tiempo, el nexo de contacto.

La física quántica, por ejemplo, señala más al mundo espiritual que al material. Y lo hace en una época, la actual, en la que el mundo se bate y se debate entre un tremendo materialismo y en unas políticas deshumanizadoras… Y ese brutal contraste solo puede apuntar a una sola cosa: a un cambio de paradigma espectacular; en la venida de un orden nuevo que sustituirá a un orden viejo y caduco que ya no da soluciones ni respuestas… Y todo cambio conlleva una violencia que solo es motivada por la resistencia a ese mismo cambio. Cuánto está ocurriendo no son más que los preliminares del final de unos tiempos. Como los dolores de un parto. Y eso conlleva sufrimiento. Yo, al menos, lo tengo muy claro.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com

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