LA FRASE

 

El ser humano es parte de lo que llamamos Universo. Se experimenta a sí mismo – sus pensamientos y sentimientos – como algo separado del resto, pero no es más que una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es una cárcel para nosotros”. (Albert Einstein).

Esta larga cita de uno de nuestros más brillantes científicos de la edad moderna, y padre de la Relatividad, con que doy comienzo a mi artículo de hoy, no tiene otro objetivo, si no es mucho esperar por parte de los que aún me leen y soportan, que inducir, en un ratico que tengan, a pensar “in profundis”, como decía aquél mágister latino… Si no es mucho atrevimiento por mi parte, les voy a sugerir un método que suelo utilizar con frecuencia, y es andar la caminata (comparándola con la cita) en tramos cortos, y sin perder la relación con el total. Ya saben: como las unidades están en el todo, así mismo el todo está en las unidades.

El primer aserto es básico, casi como una ley natural e inapelable: como seres humanos que somos, formamos parte intrínseca del universo, al igual que el mundo que también formamos y en el que vivimos… En lógica consecuencia, todo aquello que hagamos a ese mismo universo a través de nuestro planeta, nos lo hacemos a nosotros mismos. La reflexión es obvia: el marinero que maltrata el barco donde navega es más tonto de lo que parece, pues lo único que va a lograr es hundirse con él.

El segundo aserto es consecuencia del primero, si bien que con el error del marino descrito: nos experimentamos a nosotros mismos, tanto en pensamientos como en sentimientos, como algo separados del resto… Cometemos un tremendo error egóico, y es el siguiente: como nos creemos únicos, también nos creemos solos, y vivimos en esa falsedad y soledad. Nos convertimos en “yoes” que, por tener conciencia propia, lo traducimos en términos absolutos, y entonces creamos el pensamiento de “a ver lo que sacamos” en vez de “a ver lo que aportamos”.

Pero Einstein nos aclara tal disyuntiva: no es más que una especie de ilusión óptica de nuestra conciencia… o sea, no es lo real, sino tan solo lo que nos parece, y porque así nos parece, así mismo lo creamos a nuestro alrededor. Pero no deja de ser un escenario que montamos y desmontamos a través de nuestra mente, y volvemos a montar en el gran teatro del mundo que es el universo… La misma etimología de Universo es la de Uni-Versum: una frase. Nosotros somos las letras sueltas con las que aún no sabemos formar las palabras que conforman esa frase.. Y andamos como ceporros dando palos de ciego y adquiriendo experiencias erróneas que hemos de desechar conforme maduramos (evolucionamos), aunque a veces, yo dudo hasta que sepamos evolucionar “como Dios manda”, que, por cierto, y dicho sea de paso porque viene a cuento, no es como la religión manda.

Y luego viene a terminar su aportación con una afirmación que no puede resultar más lapidaria: la de que esta ilusión es una cárcel para nosotros… Esto es: nosotros mismos nos fabricamos nuestros barrotes, así como nuestras propias injusticias, carencias y desgracias. No podemos, ni debemos, achacar a Dios lo que solo es cosa nuestra, porque nos conviene muy mucho el descargar nuestra responsabilidad sobre Él. Eso es tremendamente cómodo, y tan solo nos engañamos a nosotros mismos.

Pero esta enorme reflexión del tío Albert, está hecha desde el punto de vista científico, no teológico… “Dios no juega a los dados”, aclaró a tal respecto para zanjar toda cuestión religiosa con las que le venían los ortodoxos de cada credo. Luego, pocas décadas después, el descubrimiento y desarrollo de la llamada por conocida Física Quántica, vino a darle la razón: todos y cada uno de nosotros formamos parte intrínseca de un Todo, lo mismo que, en igual proporción, ese Todo forma parte inclusiva de esos nosotros mismos; de todos y cada uno de nosotros.

Y eso, amigos míos, no lo podemos cambiar… Podremos cambiar el decorado, ya digo, pero dentro del mismo escenario; podremos cambiar el sainete que representamos, incluso intercambiar los papeles, pero dentro de la misma Obra; podremos engañarnos a nosotros mismos, pero dentro de una sola, única y verdadera realidad… Y si el atrezzo cambia, es porque cambiamos nosotros, y así lo queremos. Eso sí, claro, bajo nuestra entera responsabilidad, por supuesto… Así que más nos vale centrarnos en el verdadero conocimiento de las cosas, y no en la estúpida dispersión de nuestros estúpidos escapismos hedonistas y narcisistas; y construirnos un futuro digno dentro del orden universal.

De momento, solo sabemos huir de nosotros mismos. Tenemos miedo a lo que encerramos; y somos cobardes por lo que en verdad somos… Pero no existe objetivo sin potencial para conseguirlo. Y la potencia está en nuestra esencia. Lo mismo que nuestra esencia está en nuestra permanencia… No, no es religión, es la segunda ley de la termodinámica, donde se dice que la energía no se crea ni se destruye, que tan solo se transforma; eso sí, a algo mejor a ser posible, naturalmente. Y pasa que nosotros somos puñetera energía trabajando la materia, pero con una particularidad importante: que somos energía dotada de inteligencia y sentido de entidad (lo del bien y del mal es tan solo el lado acertado o equivocado de las cosas, pero que forman parte de esas mismas cosas).

¿Y por qué no terminar con otra cita que viene a decir lo mismo?.. Ésta nacida de Leonardo da Vinci, que tampoco era moco de pavo: “Date cuenta que todo está conectado entre sí”. Solo en nuestra conexión saltan peligrosos chispazos, dado, ya no lo que hacemos, sino cómo lo hacemos.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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