NAVIDADES PASADAS

La verdad es que estoy esperando a que se me presente la visita del dicquensiano personaje, “el Espíritu de las Navidades Pasadas”, a que me pida cuentas. El cansancio que siento por dentro y por fuera tiene que ser el heraldo previo, pienso yo… O solo es cosa de la edad, aunque no quiera admitir que ambas cosas, y en ambos casos, obedezcan a la misma causa, que es lo que hacen muchos en su huida hacia adelante. Y la verdad es que, puede ser, es posible, que lo esté haciendo a cómodos y amables plazos, para que no me alarme demasiado; y por eso yo no quiero huir ya hacia ninguna parte. ¿Para qué, si siempre me encuentro conmigo mismo?.. Así que mejor me quedo donde ya solo quiero estar.
Igual que a su personaje, Scrooged, de vez en cuando me viene a la memoria (una memoria que yo creía definitivamente olvidada) retazos de vivencias y personajes pasados – pero se ve que no archivados – como fantasmas no enterrados… Y me pregunto el motivo de por qué y a cuento de qué, y qué objetivo tiene eso, que sin duda habrá de tener algún propósito. Lo cierto es que lo ignoro. Sin embargo, no me incomodan en modo alguno. Intento analizar los hechos pasados desde el recuerdo, aún sabiendo que los recuerdos también engañan… Bueno, nos engañamos nosotros mismos, pero desde la perspectiva de nuestro hoy presente.
En mi caso, un hoy al que cada vez le queda menos mañana, y que el ayer me apremia y anuncia como un destino cercano… Y no crean, pero es como una oportunidad que agradezco, pues es mejor revisar el equipaje, menguado equipaje, poco a poco, antes que dejarlo todo para última hora, en plan deprisa y corriendo. Prefiero este sosegado, quizá último, devenir, y que Uriel me pille con el paso tranquilo, y no cambiado, a ser posible… Total, al final uno se va con lo puesto. Nada se lleva que no haya traído al nacer, salvo la suma de las consecuencias de sus experiencias.
Cuando Charles Dicquens escribió ese cuento lo vistió de Navidades Pasadas, y lo hizo con todo el sentido del mundo, aunque nosotros no nos demos por enterados… Etimológicamente Navidades significa “nacimientos”. Y no se puede nacer a una realidad sin morir previamente en otra. Y eso va con todo: con la materia, con la energía, y con el espíritu, que no es otra cosa que energía con alma. Esto es: energía personificada, individual, consciente, dotada de identidad propia. Un nacimiento-muerte, al fin y al cabo, no es más que un cambio de casa, pero de la que desconocemos su domicilio.
Lo que don Charles nos transmitió es que las Navidades pasadas significan revisión, una labor de introspección, para afrontar otras navidades futuras… Otro nacimiento tras otra muerte: la escala de la existencia (la de Jacob); pero nunca, jamás, en modo alguno, en la extrospección en la que nos hemos metido y convertido, que es absolutamente todo lo contrario a su significado real, donde escapamos, huimos, hacia un nadie sabe dónde, por y para no querer encontrarnos con lo que en realidad somos en conciencia y en consecuencia.
Hace un año ese espíritu de las Navidades Pasadas me visitó en el hospital. Mi esposa estaba en una habitación, y yo en otra distinta. No me enseñó que a nuestro alrededor se celebraban los ritos de unas falsas navidades perdidas de todo sentido. Eso ya lo sabía yo… Pero me emplazó a acompañar los restos de la Navidad, aunque esa navidad no me acompañara a mí. Por muy ajeno a ella que me sintiera. Que acompañar no significa aceptar, aunque los demás lo crean porque así lo quieran – o les convenga – creer… Que uno puede ESTAR con esos demás sin SENTIR como esos demás. Y eso es lo que voy a intentar, aunque no sé si lo podré lograr…
Hace poco hemos despedido un “todoslossantos” que, en boca de los asistentes, van a “visitar a sus muertos”, como si sus muertos residieran allí realmente; o a “recordar a sus muertos”, como si nuestros muertos no se pudieran recordar en otro lugar que no sea un cementerio; o porque lo marca la tradición, cuando toda tradición lo que marca es el negocio que mueve alrededor… Once mil millones, según datos oficiales, en flores, dulces, regalos y hostelería varia bajo el culto a los muertos… Pero, nada más acabar con los huesos de santo, empezamos con el turrón. Las Navidades ya comienzan en el mismo noviembre que inauguramos con nuestros “recuerdos” y “visitas” mortuorias. Inmediatamente después, encendemos millones de “leds” con nuestra cretina rimbombancia y las alargamos hasta San Antón, por lo menos, para esperar en corto las primeras fiestas de primavera.
Ese es el espíritu de las Navidades Pasadas – no las antepasadas – que en verdad honramos, y a las que nos entregamos en cuerpo, alma y lotería del día… Ya digo, no son mis navidades, ni pasadas ni repasadas, pero procuraré estar sin ser; acompañar sin dejarme llevar; mirar sin estorbar… Eso sí que se lo debo a mis inmediatas navidades pasadas, y pesadas, en la cama de un hospital, y a lo que transmití a mis más cercanos sufrientes. Pero no a mí. Yo no me considero en deuda con navidad alguna, pero sí que puedo considerarme, si acaso, deudor de mis deudos… Quizá por esas pasadas que citaba al principio de aqueste cuento.
Pero, repito, esas epifanías me vienen visitando tiempo ha, como diría un clásico. En mis sueños, en mis ratos solos, en mis pensadas,… a pedazos disperos, distantes y distintos. Y no tiene que ser diciembre, ni noviembre, ni cambiar ningún solsticio de nombre; ni llamar la trompeta del ángel del Black Friday para la apertura del mercado; ni a la reserva de plaza en el circo del consumo… Dicquens supo definirlas magistralmente, aunque nosotros no hayamos sabido digerirlas, porque no hemos querido admitirlas… “Es un bello y triste cuento”, nos decimos a nosotros mismos entre gambusón y polvorón, y lo dejamos en eso, a fin de que no estorbe la digestión.
Sin embargo, a todos y cada uno de nosotros nos aguardan nuestras navidades pasadas, y ninguna de ellas serán las de ningún presente, ya que, cada vez más, éstas son de usar, gastar y tirar… Me refiero a esa otra cosa que he intentado explicar, y que no sé si lo habré logrado, o habré fracasado. Tómenlo como una rareza más de este santomás… Los más mayores tenemos más cosas por descubrir en lo ya vivido, que en el huir de nuestro ya poco por venir. Creo que me entenderán los que aún sepan pensar. Por eso que, a ellos y a todos los demás, vaya mi felicitación más ajustada por adelantada: “ Descubran su propia Navidad, y sean felices con ella”. Cada cual con la suya y en la suya, que no es, precisamente, la que nos montamos entre todos.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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