REALIDADES

 

“El día en que la ciencia empiece a estudiar los fenómenos no físicos, avanzará más en una década que en todos los siglos anteriores” (Nikola Tesla)… Esta frase, escrita al principio del pasado siglo, anunciaba lo que parece que ya comienza a vislumbrarse: que la realidad – al menos la nuestra – no es lo que hasta ahora hemos creído, y seguimos creyendo, que es la realidad; sino que la auténtica y genuina, y verdadera realidad, reside fuera de nosotros mismos como cuerpo, y de toda materia que conocemos en el universo. En pocas palabras, que la realidad no reside en lo material, sino en lo espiritual.

Un ejemplo: la ciencia ha creído siempre que todos nuestros atributos personales que nos convierten en lo que somos; nuestros temores y nuestros sueños; nuestros recuerdos y nuestras esperanzas, absolutamente todo por lo que nos conocemos a nosotros mismos; nuestra esencia y nuestro ser, no eran más que distintos compuestos químicos que se mantienen en suspensión en nuestro cerebro mediante cargas eléctricas a diferentes vibraciones… Y aún existe la escuela que lo defiende así. Sin embargo, el error (cada vez más demostrado por la física quántica) es que hemos confundido el medio por el principio, y ahora empezamos a darnos cuenta que no es así, que es, más bien, justo al contrario.

El órgano: el cerebro con todos sus fluidos químicos y sistema eléctrico, no es más que el artilugio material a través del cual se manifiesta la realidad que nos parece real, pero no es, en modo alguno, la realidad en sí misma, que existe con o sin órgano físico de por medio, en este caso, ese cerebro… Pongo un burdo ejemplo: las ondas hertzianas, invisibles, existen, pero nosotros necesitamos un aparato (emisora) que las capte. Pues exactamente igual. Pero las ondas no son el aparato, y la información que se transmite a través de la radio, tampoco. La realidad de la existencia reside fuera del tiempo y de la materia.

Dan Brown, que es un autor listísimo que no da puntada sin hilo, que convirtió en best seller´s su primer libro “El Código Da Vinci”, novelando (se vende mejor la novela que el ensayo) unos estudios e investigaciones anteriores lanzados por investigadores británicos – “El Enigma Sagrado” – sigue en la misma línea, y ha lanzado su última obra: “El último Secreto”, con el mismo formato novelado con Róbert Langdom como protagonista, pero poniendo el foco en el tema de fondo de estos últimos descubrimientos: la existencia no empieza ni acaba aquí, ni tampoco reside aquí… Y hay que reconocerle que, gracias a su manera de novelar lo que otros descubren, aporta un inestimable nivel de divulgación de lo que todo ser humano debería de saber, aprender, y empezar a entender como lo muy posible que es.

Lo que este exitoso autor ha hecho, no es más que rastrear a infinidades de investigadores, como Dr. Moody, Dra. Kubbler Ross, Dr. Sans Segarra, y docenas de científicos que avanzan en esa misma idea… Y con ello ha construido un atractivo relato de más de 800 págs. que te tiene enganchado hasta la última línea… Ya digo, nada que objetar si eso ayuda a ha reconstruir una nueva manera de ver las cosas y de establecer una nueva forma de pensar. Se trata, nada más y nada menos, de relativizar lo que damos por sentado que es la realidad. Y lo cierto y verdad es que somos como somos porque nosotros nos hacemos así; pero no somos lo que creemos que somos.

En un momento de la historia de la humanidad en el que todos los valores morales se diluyen en un modelo narcisista, consumista y hedonista, mientras millones mueren de hambre y abandono y por la violencia de nuestros gobernantes electos; en una época en que ponemos de manera flagrante, en el peligroso punto de mira, la sostenibilidad de nuestro planeta; cuando corremos – en apariencia descerebradamente – hacia el suicidio colectivo, tanto moral como natural; y donde se intuye un cada vez más irreversible cambio de paradigma, que también se esté dando esta circunstancia en el avance del conocimiento para todo el que lo quiera ver, no deja de ser un atisbo de esperanza con apariencia de paradoja.

Si examinamos la catadura moral de los dirigentes que nosotros mismos nos hemos dado, los conflictos mundiales que están provocando, y el seguidismo de los ciudadanos y las naciones a las ideologías ultra-ortodoxas y deshumanizadoras, habremos de coincidir que, cada vez con mayor celeridad, el mundo está entrando en una especie de movimiento extrógiro, que es lo que, por cierto, se emplea en los laboratorios avanzados para la separación de partículas tóxicas y nocivas, y la depuración de un determinado producto…En este preciso caso, hablamos del producto humano.

Lo que está claro es que las tendencias, marcadamente opuestas, que se señalan en este artículo, o lo que sea esto, no pueden subsistir ambas en una sociedad sin anularse la una a la otra y arrastrar lo positivo con lo negativo, neutralizándose… Estamos en plena caída involucionista donde, a la vez, se abren como pequeñas ventanas a la evolución del ser humano… En física, nada se destruye, solo cambia, se transforma, pero sí que puede retrasar, estancarse o adelantarse. Es la segunda ley de la termodinámica, no es ningún invento alienígena.

La cuestión es que estas fuerzas (energía materializada) está dejada en nuestras manos en virtud del otorgado libre albedrío… La mecánica universal puede estar establecida por leyes superiores, puede ser, pero la actuación y decisión de que esos mecanismos actúen de determinada forma y manera, es exclusivamente de nuestra personal responsabilidad. Es fatalmente intransferible. Y reside en nuestro pensamiento y  comportamiento… Así pues, que nosotros mismos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com

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