NO CONFUNDIR

Hay una frase por ahí de Leonardo da Vinci: “Lee, lee, relee, reza, busca y encontrarás”… Si la examinamos con una detenida pensadica, nos daremos cuenta que el “buscad y encontraréis” que recomendó Jesús, el artista lo supedita a un par de cosas complementarias: al leer y al rezar (meditar). En la época de Cristo, la gente no tenía la oportunidad de aprender a leer, eso era un privilegio de unos pocos, entre los que estaban, precisamente, los que mandaban rezar – si bien que de memoria y por repetición – y bien encaminado a sus intereses. En el tiempo de Leonardo, las cosas no eran tampoco muy diferentes, pero hoy podríamos entenderlas mejor como: adquiere conocimiento, medita, piensa, y si buscas así, seguro que algo encontrarás.
El conocimiento se ha igualado a la sabiduría, pero yo creo, humildemente, claro, que eso es un error de apreciación. Que ambos conceptos estén relacionados, que de hecho lo están, no quiere decir que sean lo mismo… Si así fuera, ¿para qué buscar, si ya posees la sabiduría?.. Y si en la sabiduría está el todo, ¿qué esperas encontrar?.. y yo pienso que esa es la confusión que nos lleva al defecto – llámelo pecado, si quiere – de la suficiencia.
Y es que el conocimiento, sí, puede llegar a formar parte de la sabiduría, pero no ES la sabiduría. El adquirir conocimiento es como una navaja de doble filo: puedes creerte lo que no eres, o puedes llegar a ser lo que no puedes creer. Me explico: el conocimiento puede hacerte inteligente, pero no necesariamente sabio. O dicho en román paladino: el conocimiento alimenta, pero no cura. Es la sabiduría la que te hace no enfermar; el conocimiento solo ayuda… No sé si habré llegado a hacerme entender, ustedes me disculparán si no lo logro.
En la actualidad, no necesariamente, pero el leer es el motor de arranque que lleva a ejercer la facultad de pensar. En la época de Da Vinci, los libros empezaban a ser auténticos transmisores de la cultura y el conocimiento, y de ahí su “lee, relee y vuelve a leer”, a repasar; y a rezar, que es una forma de interiorización, una manera de meditación, esto es, perdonen mi escatología: como la vaca que rumia lo que ya ha comido, para convertirlo en alimento integral, que es su cometido, y a fin de dar buena leche que nutra a los seres vivos.
El que su reflexión desemboque en la frase jesucrística, es tan solo que la consecuencia de la causa anterior, o la secuencia, si es que así lo entendemos mejor: el auténtico, verdadero y genuino conocimiento no es el que te sacia, sino el que te deja con hambre de más conocimiento (de ahí la diferencia entre conocimiento y entretenimiento), y en esa búsqueda se va encontrando… Ni Leonardo ni Jesús dicen “…y encontrarás sabiduría”. Tan solo afirma el “encontrarás”, sin especificación de qué encontraremos. Naturalmente, todo está en función de qué buscamos; y no siempre buscamos lo que deberíamos o en buena dirección, y, entonces, el riesgo es que muy bien podemos encontrar lo que no buscamos.
Porque, es que, esa es otra, amigos míos… La física quántica ha demostrado científicamente, con su “experimento del observador”, que el ser humano crea su propia realidad (que sea ésta mala o buena, ya es otra cosa). Así mismo, tal cual, sin matices ni perdices… El “buscad y encontraréis” de Cristo y de Leonardo es un principio abierto a todas las posibilidades; podríamos decir que, según la intención de la búsqueda, así lo que encontramos, como ese “fenómeno del expectador”, que así también se llama a tal efecto quántico… Esto es: nada, absolutamente nada, está constreñido a la sola y única esfera intelectual. También influye en la materia circundante… Y eso incluye a los locos e ignorantes.
Pero el principio sigue siendo el mismo: para poder encontrar hay que saber buscar; así busquemos, así encontraremos, etc… En el Evangelio, el galileo aquél nos dejó un par de pistas o tres más para poder intuir por dónde van los tiros de este aprendizaje: una es aquella de “la verdad os hará libres”. O sea, no es la cantidad de lo que encontremos, sino la calidad de lo que encontremos; y la Verdad podremos revestirla de muchas cosas, pero nada más que es una sola y única verdad… Otra pista es “por sus frutos conoceréis”, indicando la dirección recta o torcida del camino. Y la otra pista es la definitiva, la de “mi reino no es de este mundo”, que marca el objetivo de esa búsqueda de conocimiento: es el reino espiritual (inmaterial) en el que vale la pena buscar.
Si lo traducimos a lenguaje científico, el conocimiento que merece la pena está dirigido a la energía, no a la materia. De hecho, la segunda está supeditada a la primera, no al revés. Jamás al contrario… Estamos encontrando nuestro mal-conocimiento en el mundo (en lo que hemos hecho nuestro mundo) y lo estamos destruyendo; ergo nuestra búsqueda está mal dirigida y peor digerida. Es absolutamente errada y errónea, pues está basada en adquirir rendimiento y poder, no en prestar servicio.
Por eso Leonardo incluye una cuña del “relee y reza”, o dicho de otro modo: piensa antes de usar lo que has encontrado; o, desde otro sentido que lleva al mismo fin: ¿para qué buscas y qué conocimiento es el que buscas?.. No obstante, sirve y vale que empecemos a buscar la sabiduría perdida con la que fuimos creados y aún no nos hemos re-encontrado, pues, en definitiva, no es otra cosa que encontrarnos con nosotros mismos, que nos hemos perdido de nosotros mismos por el camino… Aunque la alternativa de destruirnos entre esos nosotros mismos siga siendo nuestra espada de Damocles. O lo que sea.
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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