NOÉTICA

Existe una nueva disciplina científica que se está abriendo paso. Se trata de la Noética: la rama encargada de estudiar la conciencia humana… Entronca con la filosofía e indaga sobre el pensamiento como objetivo inteligible, y la comprensión, directa o intuitiva, de la realidad, y es tan antigua que le han encasquetado el nombre nada menos que desde el post-diluvium, si me lo permiten. Esto es: algo así como la ética de Noé, o desde Noé. Sin embargo, en la actualidad, ha tomado una nueva y revitalizadora fuerza, porque sus principios son apoyados por la recientísima Física Quántica. Ya no hablamos solo del pensamiento, sino también de la energía con relación a ese mismo pensamiento.
Lo curioso de su semántica es que, repito lo anteriormente dicho, es una ciencia que estudia la conciencia, cuando la ciencia es una parte decisiva de la tal conciencia, aunque, paradógicamente, puede existir – de hecho existe – la ciencia sin conciencia… Lo que ocurre es que eso es una falsa apreciación: lo que puede no tener conciencia no es la ciencia en sí misma, si no el uso de esa misma ciencia. En realidad, la palabra CON-CIENCIA lo que engloba es el conocimiento de la tal ciencia, empezando, claro está, por el conocimiento de nuestra propia existencia, a nivel de sujeto individual y único. Simplificándolo mucho, la conciencia sería el conocerse a sí mismo.
Lo de estar encantado de conocerse ya es otra cuestión… Si hemos de conocernos por los frutos (según la cita evangélica) y los frutos son el mundo que hemos deconstruido entre todos (no responsabilicemos a Dios de esta merder), estamos jodidos y bien jodidos, pues el mundo que habitamos no es otra cosa que el reflejo de nosotros mismos… El dicho popular de que “somos lo que comemos” es una media verdad que oculta la otra mitad: también somos lo que defecamos. Y entre un principio y otro construimos, o quizá destruimos, el mundo en el que vivimos.
La cuestión es, hablando de conciencia, si tenemos conciencia de ello, precisamente… Porque tenemos conciencia de nuestra propia existencia (yo creo que no, que la tenemos de nuestra vida, que no es lo mismo) pero no de la responsabilidad de tenerla. Me explico: ¿tenemos conciencia de las consecuencias de nuestros actos?.. Si la tenemos, la llevamos clara con la piara… Yo creo, y es mi parecer personal, claro, que tenemos conciencia, pero carecemos de consciencia; o sea, no somos realmente conscientes de lo que, aparentemente, somos “concientes”. En román paladino, nos faltan varios hervores todavía. Nuestra conciencia aún es deficitaria; se queda en la cáscara, en lo más superficial de todo, que es, precisamente, lo egóico de nosotros mismos… Somos incapaces de captar que nuestro YO refleja todo lo demás, y que lo demás reside en nuestro YO. Eso es todo.
Miren… yo no soy ningún gurú. Algunos me dicen que me guarde mis opiniones, y algún otro me pregunta que quién me creo que soy… Pues nada ni nadie en particular, si acaso, una simple, y defectuosa, correa transmisora, que intenta vulgarizar lo que a otros puede ser complicado de entender. Y hasta puede que ni siquiera eso consiga, fíjense qué tontería… Pero me creo – igual equivocadamente también – en la obligación moral de compartirlo con los que quieran recibirlo… Nada más.
Alguien me propone (bienaventurados los que creen) que porqué no endilgo un seminario, o algo así… Pues, sencillamente, porque no creo que haya seminaristas, ¡qué preguntas!.. A lo mejor, si la información se presentara en formato botellón, o en modo Rosalía, o algo así; y el conocimiento a la manera de MaríaSarmiento, que fué donde se la llevó el viento, según cuenta el cuento… Pero no, qué va, eso es una utopía que perteneció a otros tiempos, no a los actuales, en los que todos somos como los manguales.
Hace sesenta años, cuando el saber suponía sacrificar un descanso, una diversión, una comodidad, los jóvenes nos llegaban a aquél Club Fénix, levantado sin medios, sin ayudas y sin nada, pero con mucha voluntad, a que les enseñáramos rudimentos de francés, por ejemplo, con aquel método Thierry; o aeromodelismo; o escritura creativa, o qué se yo… robando las horas a la noche, o incluso algún domingo dedicado a la lectura participada, y la demanda superaba con mucho a la oferta. Pero hoy es justamente al revés. Lo contrario de antes… ¿para qué la oferta, si no existe la demanda?.
Hoy están aflorando una serie de conocimientos trascendentales que antes se ignoraban (y también se prohibían), pero ahora caen en tierra baldía. Son demasiado comprometedores para con nosotros mismos, y con esto vuelvo a enlazar con el principio. La preferencia de una conciencia relajada y no sabedora a una comprometida por sabedora, resulta obvia. Es mejor amogollonarse que inquietarse, evidentemente. No ha lugar… Así que por eso me limito a soplar cuartillas al viento por si algunos álguienes se interesan en leerlas. Resulta sobradamente suficiente.
Pero hablábamos de la Noética, ¿no?.. Pues sí, es que es lo mismo, por cierto… El estudio de la conciencia que lleva a la consciencia, puede darse – de hecho se está dando – pero la conciencia estancada a nivel del Ego, desprovista de toda conciencia del conocimiento, es como retrotraernos al ser humano elemental, que solo se procuraba sus deseos, necesidades y apetencias más básicas, porque desconocía la ciencia de conocerse a sí mismo… En mis ya casi raspando los ochenta tacos veo un retroceso tan acusado y brutal, que no tengo más remedio que decirlo, duela a quién duela, me da igual. A estas alturas, el oasis del ayer y el desierto del mañana se conjugan en la dolorosa realidad del hoy. Y eso nada ni nadie me lo puede negar.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com/ www.escriburgo.com
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