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TORRE-PACHECO, MURCIA, Spain
Escribidor, más que escritor, empresario, Juez de Paz de mi pueblo, colaborador de la fundación Entorno Slow, certificado por Global Reporting Initiative como técnico para sellos RSC - Responsabilidad Social Corporativa -, vicepresidente de COEC (Confederación Comarcal de Organizaciones Empresariales) y presidente local, tonto útil, etc...

lunes, 23 de enero de 2023

ARTIFICIO - arte y oficio

 

(de Telemadrid)

Antes, cuando existían los oficios (hoy solo existen las carreras, aunque no se sepa hacia dónde corremos) había una especie de sindicato vertical que se denominaba “de Artes y Oficios”, y ahí, como en un desastrado cajón de sastre, se metía toda actividad creativa, lo mismo la de un poeta, que la de un esteta, músico, pintor, afilador o paragüero y el mío el primero. Todo entraba y nada salía. Hoy, en la actualidad, el oficio del arte es de parte, y ya no se confunde con el oficio. Puede llegar a ser un oficio del arte, pero lo que hoy se está echando en falta es el arte del oficio.

Media Europa, con empleo sin cubrir de esos mismos oficios, se está apresurando a legislar para atraer gentes, entre propios y foráneos, para trabajar en lo que ya nadie sabe hacerlo. Faltan (EP-8/1) soldadores, fontaneros, electricistas, enfermeros, albañiles, transportistas, carpinteros… La UE ha colgado un gran cartel: Se Buscan Trabajadores, con letras bien gordas y que se vean bien de lejos. No es que los que están no trabajen, ni mucho menos, es que no “ofician” propiamente dicho, claro. Y se han puesto a buscar. Pero resulta que en casa han desaparecido, y fuera casi que no encuentran. Nos estamos dando cuenta que la globalización, con sus hechuras en serie y sus deshechuras en serio, tampoco resuelve el probema que ha creado, que es el buen hacer (saber) del buen oficiar.

En los Países Bajos, los porcentajes de empleos sin cubrir se acrecientan año tras año. Alemania, el motor de la eurozona, ha reducido la burocracia y facilita la homologación de títulos de los oficios que vienen de fuera. Francia está preparando una Ley Migratoria que permita la contratación de inmigrantes y demandantes de asilo que aporten un oficio… España se afana por copiar este sistema con cambios normativos que agilicen la contratación en origen, pues ya sumamos 145.000 vacantes sin cubrir, y sin esperanzas. Pero, claro, ya se sabe, somos el país de las pegas y los peros. También a Italia se le agotan las soluciones, y Bélgica se apresura en implantar un Permiso Único de Trabajo y Residencia, en un solo paquete… Hasta la mismísima República Checa reconoce que se le están agotando oficios con que cubrir empleos.

En tanto en cuando Bruselas empiece a parir iniciativas que afronten la escasez de mano de obra oficializada, o especializada, los países han de apresurarse a legislar e ir tomando posiciones. Cuando terminó la II Guerra Mundial, los países industrialmente más desarrollados empezaron a surtirse de personaal de los menos avanzados. Ellos proveían trabajo y nosotros teníamos esos trabajadores. Ellos necesitaban oficios y a nosotros nos sobraban oficiantes… Pero el desarrollo ha igualado con el rasero a los países europeos. Ahora, en mayor o menor medida, todos padecemos la misma necesidad por la misma necedad. Se nos acaba el artificio por falta de artificieros.

El envejecimiento de la población; la revolución (que no evolución) del mercado laboral; y, naturalmente también, los bajos salarios en algunos sectores básicos, están tras la realidad, ya casi irreversible, cuando no inapelable… Por supuesto, otra razón que ha incidido en este vuelco, es que – por lo menos aquí – hemos priorizado las carreras universitarias sobre los oficios gregarios, por un falso sentido de importancia que termina en impotencia. En este país al menos, siempre hemos querido tener más jefes que indios, y, al final, hasta lo hemos conseguido.

Pero, bueno, sea como fuere, y cómo y aunque hayamos venido a esto, el equilibrio del mercado siempre se encarga de hacer justicia social en compensación, y hoy, un fontanero puede ganar más que un ingeniero. Todo está en la ley de la oferta y la demanda. Y como ya somos europeos, pues eso nos pasa a toda Europa. Aquí, en España, el haber simplificado nuestra ambición desarrollista al turismo, el ladrillo y la agricultura, con que no nos falten camareros ni peones albañiles y agrícolas, parece que lo solucionamos. Sin embargo, no nos engañemos, porque la explotación y el abuso es tan manifiesta, que ya ni de cambiamanteles quieren trabajar (el sector se queja de ello, pero no se paran a mirar la nómina); y los del campo ni te cuento, mientras haya inmigrantes, pateras que los traigan y Ett´s que los mande al barbecho a trabajar el deshecho… para que luego aún nos atrevamos a decir que “vienen a quitarnos nuestro trabajo” sin ningún desparpajo.

Y no tenemos ni la más elemental y básica inteligencia como para recrear aquellas “Escuelas de Oficios” en las que instruirlos y de las que surtirnos. Tenemos cientos de miles de empleos por cubrir en oficios de los que ya no hay profesionales, y sin embargo preferimos echarles a Vox encima y sumarnos a sus burricies, en vez de solucionar dos problemas de una tacada: el suyo y el nuestro… Y encima somos tan miopes y cegatos que no vemos lo más evidente: que detrás nuestro ya no hay nadie que pague nuestras pensiones el día de mañana. Somos tan soberanamente tontos que dá miedo, la verdad..

Antes, cuando las longanizas no se usaban para atar a los perros, los mismos maestros (o patrones) de cada oficio, lo enseñaban a sus aprendices. Erán auténticas fábricas de empleo y trabajo. Hoy no se puede hacer porque ya ni quedan maestros que enseñen ni nadie quiere ser enseñado. Pero todavía podrían importarse, como hemos hecho con los chinos y sus productos… Y ofrecerles la vida digna que ellos no disponen en sus países de orígen a la vez que nos satisfacen en nuestras necesidades… Si la ceguera y el egoísmo aún nos permite ver más allá de nuestras estúpidas narices, claro. La solidaridad no está reñida con el sentido práctico, ni mucho menos Salvo que, naturalmente, seamos tan idiotas como para preferir tirar a la basura nuestra propia supervivencia antes de compartirla con los demás… Capaces somos, desde luego, pero no quiero creerlo.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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