ENGELES Y HOMBRES

Existe una ciencia que ni siquiera es ciencia (dejémoslo en un punto más que afición) que se llama – o a la que llaman – “Angeología”. Como existe un libro perdido (otro más, entre muchos), al que se conoce por “El Libro de las Generaciones”… Naturalmente, toda esta materia es puramente especulativa, dado que nada se ha dado por probado. Es cierto que la existencia de los ángeles se da en todas las religiones, civilizaciones y culturas y creencias a lo largo de la Historia de la humanidad. Pero no resulta menos cierto que, precisamente por eso mismo, ha sido – y sigue siendo – susceptible de ser manipulado según qué escuela, o iglesia, o magisterio de turno.
En uno de esos libros de extraña factura, se lee que “en el principio, las relaciones humanas y divinas eran simétricas. Había orden en el cosmos. Las legiones angélicas estaban organizadas en distintos niveles; hombre y mujer, los más queridos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, vivían dichosos y libres de dolor”… En este texto, asimilan al género humano a la categoría angélica, si bien que como en una especie de compartimento aparte. Naturalmente, si “había orden” en el cosmos, era porque ese principio se refiere a antes del principio en realidad: cuando no existía el sufrimiento, la enfermedad, la muerte ni el tiempo. En un tiempo antes que el tiempo no había razones para tales experiencias, puesto que de eso mismo se trata: de experiencias. Pero un universo estático no las crea en modo alguno.
Pero sigamos con el texto: “Pero los ángeles no podían permanecer en ese estado, y se volvieron celosos de los hombres. Los ángeles oscuros tentaron a la humanidad por aquello, pero también por causar los celos de Dios. Y así cayeron los ángeles a la vez que el Hombre”… Aquí trata sobre algo curioso, en concreto dice que se rebelaron por orgullo, pero también por causa de la humanidad (no dice por culpa) pero a los que igual involucraron en su caída. Y habla de celos, los mismos que Eva tuvo de Dios por su sabiduría y omnipotencia, y Caín tuvo de Abel por la “preferencia” de ese mismo Dios… Algo a tener en cuenta si lo consultamos con la Biblia; celos, envidia, ansias de posesión, en suma: el deseo.
Pero hay un detalle en lo que dice que “se volvieron celosos de los hombres” que también puede apuntar a otra posible dirección… Y es la que se desvela en Génesis.6 de esa misma Biblia, cuando se cuenta que una parte de tales ángeles vieron que esas hijas de los hombres estaban como para tomar pan y mojar, y ellos soparon más que la punta del chusco… “Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y éstas engendraron. Estos son los héroes de los tiempos antiguos, varones de nombradía”… Luego, el componente carnal, o el cruce de dos vibraciones distintas de materia, tuvo que ser un factor importante en lo que se vino a conocer por La Caída, con unos resultados impredecibles… ¿o acaso, no?.
Y pongo mis puntos de dudas en esa precisa palabra “impredecible”, tan solo que por una sola y única razón: ¿cómo es posible que a Dios le salgan las cosas impredecibles?.. Pueden ser para nuestros cálculos, evidentemente, pero no para los de Él. Y en este preciso caso pongo el acento. Una de dos: o hablamos de un dios menor, una especie de dios intermedio para el que la imprevisibilidad cuenta; o entonces hablamos de todo un Dios único para el que ya contaba en sus planes creativos y evolutivos con tal posibilidad.
Sea cual fuere el caso, la cosa es que el Antiguo Testamento recoge el hecho en sí mismo, e incluso pone nombre al resultado de aquel salto genético en el que yo supongo que el género humano salió beneficiado y el angélico perjudicado; y al fruto de lo cual los llama “Nephilim”… Si piensan un poco en ello, los narradores pusieron bien cuidado en no confundirlos con los “Elohim” del principio, sino más bien en darles la adecuada afiliación, esto es, los Elohim bien pudieron ser los padres de los Nephilim… Vuelvo a repetir que la raíz “im” es plural, y los primitivos “Elohim” que se tradujo interesadamente mal por Dios, en realidad eran “dioses”… Y dado que el ser humano estaba por debajo en la escala creativa, los ángeles eran “dioses” para ellos, si bien esos tales se dejaron adorar suplantando al Dios superior y único.
Y les estoy dando una versión cuasi escolástica de la historia, porque no me atrevo a exponérselo desde un punto de vista evolutivo más cercano a la ciencia, con el fin de evitarme una posible lapidación… Estamos hablando de docenas, quizá centenas, de miles de años, dentro de un sistema de evolución universal, a la que se le supone un “punto cero” inteligente, pero cuya expansión de Sí mismo no garantiza la perfección de esa “inteligencia” derivada desde su principio (y aquí empleo lo de “inteligencia” como un término relativo, y no absoluto). Dicho esto, y si lo pensamos fríamente y fuera de toda ortodoxia, aquellos cátaros y albigenses a los que la Iglesia Católica masacró como Netanyahu a los palestinos, llevaban su no poca parte de razón.
Ellos creían que este mundo es imperfecto porque es obra del diablo encarnado en el género humano, y que la Iglesia era su comparsa, oscureciendo el verdadero, auténtico y genuino plan divino; y arrimando el ascua a la sardina del demonio, y no a la de Dios… La mejor manera de esconder una mentira es mezclándola con una verdad. Es la estrategia perfecta. Jirones de verdad entrelazados y amasados entre jirones de falsedad, da como resultado un producto difícil de reconocer pero muy fácil de hacer valer, y eso lo saben muy bien todas las religiones. De hecho, se inventaron para eso.
¿Pues, entonces – me preguntarán – estamos en el camino correcto o no lo estamos?.. Y solo sé contestarles con una frase sacada del Evangelio de Jesús: “por sus frutos lo conoceréis”. Seamos ángeles o seamos hombres, o mezcla de ambos, somos seres creados que imitamos al que nos creó, sin ser Él más que en la minúscula parte que nos toque (esto también es física quántica). Pero nos otorgó libre albedrío… Si no nos lo hubiera dado no sería un Dios perfecto, que se fía de sus criaturas y todo eso; y si tampoco juega a los dados, como dice Einstein, entonces solo nos queda rezar al Dios que nos sea propicio, para que los dioses no se equivoquen más con nosotros, y que nosotros sepamos separarlos de ese mismo Dios…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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