LIBERTAD DE...

 

Lo decía J.Manuel de Prada en una de sus columnas. Afirma que se ha alejado de todas sus participaciones en todas las Tertulias, porque ha verificado que la libertad de opinión está siendo “inducida”… Y esto resulta llamativo a la vez que grave, si bien tampoco debería resultar tan extraño. Estamos viendo cada vez más que esa general opinión, en apariencia libre, está siendo condicionada a ciertos intereses… Yo diría más bien “acondicionada”, esto es, parece que opinamos según nuestro parecer, pero es según nuestros intereses patrocinados por…equis. Es una inducción que nos inclina a opinar según ajenos intereses que “patrocinan” los nuestros o los que creemos de los nuestros.

Ya Rousseau, en su Contrato Social (1.762) no se cortaba un pelo cuando escribió sobre “la necesidad de conformar la opinión pública de forma inducida”, aun cuando era respecto a una Revolución Francesa supuestamente cargada de ideales liberadores, aunque también fue un baño de sangre en el que se cometieron no pocas persecuciones e injusticias en nombre de la libertad. Sin embargo, el solo hecho de reconocer y avalar esa INDUCCIÓN en el pensamiento humano, ya suena a tenebroso. Y eso fué hace tres siglos. Entonces apuntaba el maligno apotema de “corregid las opiniones de los hombres, y sus costumbres se depurarán por sí mismas”.

¿Y cómo se corrigen las opiniones de los hombres, maestro?.. Pues, entonces, con aquellos regímenes absolutistas era fácil: la pura fuerza, la técnica del martillo pilón, incluso con leyes y disposiciones inclinadas a conseguirlo coercitivamente… Ya doscientos años después fue el nazi Göebbels, con su fórmula “repite una mentira cien veces y la convertirás en una verdad”. Incluso los que tenemos cierta edad aún recordamos las “verdades oficiales” de la dictadura de Franco, y las maneras de imponerlas. Entonces era relativamente sencillo el lograr un pensamiento único, cuando se tenía el espadón y el cortacabezas a mano.

Pero después vinieron los regímenes democráticos, una nueva era en que, supuestamente, la ciudadanía obtenía una mayoría de edad con una libertad en el obrar y el pensar por sí mismo, incluso libertad de elección (no se puede elegir – en teoría – sin un pensamiento libre)… Más claramente: con un pensamiento que se cree libre, pero que está secuestrado – inducido – que es lo que afirmaba el ciudadano Rousseau, aún en pleno florecimiento de las democracias y unos derechos humanos que avalan, teóricamente, claro, la libertad de opinión de los ciudadanos.

Sin embargo, y aún a pesar de eso, los comisarios políticos del populismo de izquierdas y de derechas (tanto da el uno como el otro) siguen intentando coartar la libertad de pensamiento y opinión del personal, en base a un depurado método de consignas subliminales con una considerable carga de ideología que fagocita a los ideales. Se adaptan al juego democrático, pero, conforme van adquiriendo poder, igual van utilizando resortes y estamentos del Estado para tratar de “inducir” una determinada forma de pensar… De ahí que esa fingida proclamación en no menos fingidos regímenes democráticos de “libertad de pensamiento” es más bien una semilibertad de elección previamente precocinada entre unos y otros… Pero nunca, jamás, se ha abandonado la idea, si bien que con fórmulas más o menos sofisticadas, de “corregir” las opiniones de los ciudadanos votantes en su mayoría.

Marcuse hablaba de crear “una dimensión única de pensamiento, infundiendo en los hombres la creencia ilusoria de que piensan por sí solos, cuando, en realidad, están siendo dirigidos por otros”… Más claro, blanco y en botella. Tal ilusión se genera consiguiendo que los individuos “internalicen” los paradigmas culturales que al Sistema le convenga; para así, de ese modo, convertirlos en seres gregarios, sometidos a consignas que confundan con expresiones emanadas de esa voluntad inducida. Es exactamente lo que hacen los partidos con sus simpatizantes y votantes… La cuestión es la vía por lo que eso se logra, esto es: por los sistemas educativos impuestos por esos partidos en el poder.

Chomsky lo señala muy acertadamente, y pone el dedo en la llaga y la bala en la diana: “la forma inteligente de mantener a las personas pasivas y obedientes es limitar estrictamente el espectro de opinión aceptable, pero permitir un airado debate dentro de ese mismo espectro, incluso fomentando puntos de vista críticos y disidentes”… En román paladino: da libertad a los payasos para que disientan entre ellos, pero dentro del Circo. Más cualquier opinión que contradiga las premisas fundamentales del Sistema; cualquier pensamiento que se salte los límites establecidos por el debate, queda señalado y acaba siendo abortado por silenciado. Sea por anatema o por obligado teorema.

Lo que ocurre en la actualidad, es que esos Estados y Gobiernos, democráticos o pseudodemocráticos, es igual, están siendo absorbidos al mismo tiempo por monstruosas oligarquías de poder y financieras, que, a su vez, imponen sus propios roles y sus aún más efectivos métodos de “Inducción” al pensamiento humano, a través del consumismo, el hedonismo, el mercantilismo y el ombliguismo… Hasta las mismísimas mal-llamadas ideologías y/o cualquier sistema de gobierno político está siendo deglutido (y nosotros formamos parte del fermento de la digestión) por superintereses de mercados, también cada vez más monopolizados.

Por eso, que de Prada haya decidido dejar de acudir al companaje del tertulianaje, porque ve con claridad la manipulación por esa inducción, demuestra su coherencia para con su conciencia. Y quizá también su decencia, aunque este concepto haya caído en desuso por razones obvias… Además, da su voz de alarma, que tampoco es poco, denunciando lo que nos está pasando con la cada vez más falsa y postiza “libertad de opinión”. Postureo puro en unos llamados “medios de comunicación” que cada vez son más manipulados y manipulables. Ya saben, la libertad de Circo para con sus payasos y sus numeritos. Solo nos queda el reducto del pensamiento, aunque ello nos aleje del que se nos dice ser “de los nuestros”.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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