YO TAMBIÉN CONFIESO

 

Lo de “Confieso que he vivido” es un poemario de Pablo Neruda… Una vez releído, muchas décadas después de haberlo hecho por primera vez, yo también me confieso, padre, que he vivido. Cuando lo leí entonces no podía decirlo, pues comenzaba a estar en ello, y apenas empezaba la andadura de las experiencias, mucho menos a saber lo que valía un peine. Pero a estas alturas del tiovivo, lo que me queda por vivir ya ni alcanza a ser los flecos de lo ya vivido, así que lo comido por lo servido, aunque igual he de confesar, ya puestos, que aún no haya sido digerido, o es lo que me parece a mí. Otros se encargarán de ello.

Semanas atrás, una nieta me preguntaba por casos y cosas de mi historia pasada. “Si me dieran un billetico de cinco euros por cada favor, mediación y/o servicio prestado en mis décadas en la Coec, Cáritas, Juzgado de Paz… ahora estaríamos tú y yo tomándonos este café en mi castillo del Loira”, le decía… Alguien presente comentó que debía de estar orgulloso de ello. Pero no lo estoy – le contesté – ni orgulloso ni pesaroso, nada, cero. De hecho (pensé en voz alta) en toda mi vida me han hecho sentir satisfecho de nada, y mi conciencia tampoco ha sido muy dura conmigo; si bien se me ha hecho saber más del desperdicio que del oficio. Y uno se acostumbra a todo.

No faltó, claro, el Pepito Grillo que soltara que eso es atención que reclamo por mi parte… Y entiendo que lo pueda parecer. Pero juro por Tutatis que no es eso. También he aprendido que todo reconocimiento lleva un precio que pagar por él. Que nada es gratis, y menos en esta materia. A veces es más gratificante, e incluso más protector, el olvido… aunque se me responde que eso lo digo “de boca para afuera”… Ya, le digo, y de las tripas p´adentro también. Sinceramente, de verdad que no es falsa modestia, es más bien una incómoda molestia; lo tome como lo tome quién lo tome.

Cuando me hice Mediador Profesional (mejor, me hicieron) el ser de los que “no tienen estudios”, me pidieron una especie de certificación judicial. Cuando me la entregaron, resulta que, a lo largo de +20 años de servicio activo, había mediado en casi 2.200 conflictos entre vecinos, querellas y rozaduras varias. No supe nunca por qué ni cómo pude hacerlo… Quiero pensar que es algo así como una disposición natural sin meritaje alguno; como el componente con que un trasto sale de fábrica; y que mi misión ha sido aplicarlo mientras el cacharro ha sido útil… Yo más bien creo, y así me siento, no que he mediado, sino que me han metido en medio. Es que, si se toman la molestia de analizarlo, verán ustedes que no es lo mismo. No es igual estar mediando que a uno le tomen la medida, que es lo que yo he hecho, o me han hecho, durante toda mi vida.

Decía un curamigo casi hermano que “el burro que saca agua de la acequia no vale para otra cosa, pero es único en sacar ese agua”… Yo le re-decía que era un consuelo para ese burro, y los dos nos reíamos como conejos. ¡Cuánto lo hecho de menos!.. su sabiduría nacía de la fuente más pobre, elemental, simple y humilde, pero era imbatible en todo cuanto soltaba en sus decires. Me acuerdo mucho de él y de su sana actitud de vida, que era cuasi contagiosa… “El que su escaso talento lo multiplique por muchos más, no sé si Dios se lo premiará, pero vá apañao”… era otra de sus máximas.

Pero no quiero perderme en lo que me he encontrado, recordando por el camino… Lo que decía, o quería decirles, es que todos y cada uno de los que estamos en este grado de madurez de la breva, lo confesemos o no, como Neruda, hemos vivido lo que teníamos que vivir, salvo que nos quede algún repitajo final de vaya Dios a saber qué flecos… y el cómo lo hayamos vivido. Yo, al menos, no me siento en condiciones de evaluarlo, quizá porque no me es llegada la hora, aunque sé que eso es un “tris”, un visto y no visto. Pero sí que puedo sentir, como le dije a mi nieta, que no estoy pesaroso ni orgulloso de nada. Que estoy tranquilo; que no me toca a mí pesarme ni medirme; que allá Anubis con su balanza…

Quizá es por ello que, cuando recojo sedal y tiro de carrete, mis recuerdos se retrotraen a épocas anteriores, a cuando de crío o de mi primera juventud, saltándome los intermedios hasta el de hoy; puede que por ser más auténticos y plenos, o porque aquellas vivencias no tenían más doblez que las de su propia sencillez; o a lo mejor porque nos sentimos más cómodos en ellas; o a lo peor porque en las que siguieron también nos condicionaron… o nosotros mismos nos condicionamos, que es lo más posible; o vaya usted a saber…

Dicen que los recuerdos te acompañan y los olvidos de abandonan. Es posible, tó pué ser… Pero yo no estoy tan seguro de que lo uno sea mejor que lo otro. El recuerdo puede ser complaciente o doloroso, o añorante, o no; pero el olvido es nada… o puede también que en esa nada esté escondido el todo. Al fin y al cabo – y ya sé que esto es pura metafísica – en un principio de esa nada es de donde nació todo. Todo está en la consciencia, y nosotros solo vivimos en la conciencia, que desaparecerá con nosotros para instalarse en la otra.

Una muy querida amiga mía siempre me dice que “vaya unas ganas que tienes de complicarte la vida”… pero no es así. Puedo complicarme el pensamiento, pero no la vida, y menos una vida que ya está prácticamente vivida. Y lo que yo piense solo puedo compartirlo en la misma medida de que algún otro alguien pueda interesarle lo que digo. Y eso tampoco deja de ser una presunción por mi parte, cosa y caso que también reconozco… Pero no, no hay nada más, querida nieta, no hay nada más… aunque todo eso sea bastante poco.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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