GUERRA SANTA


Mientras el mundo contenía la respiración ante las actuaciones de Putin, Jamenei, Netanyahu, y las bravatas y amenazas de Putin con sumir a España en la ruina total, y aL resto del orbe a enfrentarse a una III guerra mundial; a la primera por no asumir el 5% de su Pib en gasto de armamento, y a los demás que se van a doblegar encima comprando las armas a EE.UU., aquí, en nuestro país de folklore y pandereta, Sevilla adelantaba esa guerra echándose a la calle, cientos, según unos, miles, según otros, de manifestantes que claman por la afrenta más grande jamás sufrida desde que Caín escabechó a su hermano Abel.

Resulta que encargaron a un solvente restaurador de imágenes la limpieza de su Macarena, y éste se la devolvió con un lifting que no ha gustado a nadie. Hay rasgados de vestiduras y crujir de dientes porque afirman que esa no es la cara de la Virgen… Como si alguien conociera la verdadera cara de la Virgen. Una imagen de madera a la que cada cofradía pone rostro, nombre y vestimenta, y joyerío y lujo, según su santo apetecer… Es el más claro y determinante ejemplo de iconolatría; la más palpable demostración de cuánto de totémico adoramos.

Ví y oí decir, en la teletonta, a una dama a la que brindaron la oportunidad de exponer su ultraje, alcachofa en mano; dama a la que se le notaba retocada de todo menos del endometrio, clamar, encendida por su justa ira, “esta no es mi Virgen”; exclamación muy católica y muy dudosamente cristiana, pero que retrata el fenómeno a la perfección… Yo le hubiera inquirido, in situ, porque no creo que sea de las que lean demasiado: ¿y cuál es su Virgen, si no es mucho preguntar?.. ¿acaso es que cada menda, o grupo de mendas, tiene la suya propia e intransferible?.. En tal caso, ¿cuántas vírgenes hay?.. ¿acaso hubo alguna vez 11.000 vírgenes, como decía Jardiel Poncela?..

Pues la contestación a todas esas preguntas sería Sí a todas y cada una de ellas. Al menos, en este país de fans ateobeatíficos de vírgenes y cristos, donde la idolatría sagrada campa por sus respetos (y sin respeto por lo auténtico) acampados – valga la redundancia – en archicofradías e impulsados por los obisperíos taifeños de cada culto y lugar… No somos adoradores de Virgen, ni de santos, ni de Cristo alguno; somos adoradores de imágenes, que, en cuanto nos las cambian de estampa, como le pasó a aquel Cristo de Borja, ¡pobrecillo!, renegamos de lo más sagrado porque veneramos lo más profano… La Iglesia camufla esta evidencia bajo la etiqueta de “religiosidad popular”, por lo que nos pusieron de paticas en la calle los de la Cope a mi muy añorado amigo y cura Antonio y a mí, por el solo hecho de reconocer la realidad, y encima decirlo…

Como reza un rancio y viejo dicho muy nuestro: “ningún (digamos equis) quiere ver a un hijo suyo con buenos principios”. Pues lo mismo: ningún cofrade de nada quiere oír la verdad, así la diga el propio Jesucristo: “por tanto, amados míos, huid de la iconolatría”… etc., etc.

Pero es que, además, el retoque de la Macarena – como decía en su columna la insigne Luz Sánchez Mellado – “es una metáfora de nuestros días y de nuestra sociedad”… Efectivamente, en una época de culto al cuerpo en que hasta nuestras crías de 16 años se hinchan labios y otras cosas, y sus mamás se estiran todo lo estirable, y tonto el último que acuda a la esteticien, o restaurador, o como se llamen, que le monten un escándalo a su Macarena por echarse unas pestañas postizas, me parece de un patetismo involutivo sangrante, aparte, claro, de una muy supina estupidez.

Y, sin embargo, esto es lo que hay, por lo que esto es lo que tenemos. Y pobre el que lo critique pues bien puede ser ajusticiado en el cadalso público de las redes, o acuchillado en la calle Sierpes, como yo me arriesgo a ello por estos comentarios… Denunciaba la citada periodista uno de ellos, de los muchos en esas mismas redes: “deberían matar a los que han hecho eso”, para luego, seguido, tras darse cuenta de su muy poco apostólico eructo, añadir ya más serenamente: “bueno, matarlo, no, pero meterlo en la cárcel el resto de sus días, sí”… Rectificación por caridad cristiana, se le llama eso. Porque no cayó en “que le corten las manos y se las echen a los perros

Sin embargo, en este famoso fenómeno, no se aprecia merma por relevo generacional, ni nada por el estilo. Todo lo contrario, el fanatismo y la ortodoxia prenden como la yesca, y el fundamentalismo dogmático crece en lugar de decaer, como sería lógico pensar, en un crescendo como Dios (no) manda… Es todo lo contrario: los abuelos se enorgullecen de que sus nietos berreen, saquen a lucir las horcas cainitas y asalten toda verja, al igual que ellos aullaban a su edad. Y se emocionan hasta la lágrima al constatarlo. Así que no, en este caso, como en tantos otros, la especie humana no mejora, y sigue apegada a sus tótems e ídolos tribales.

Por lo que, si esto es lo que nos espera, voy a tener que congratularme con las palabras de aparente pesar que me decía un amigo no hace mucho: “me estoy dando cuenta que ya conozco más entre los muertos que entre los vivos, tío, acho…”. Y no deja de ser un consuelo ante la “procesión que lleva la Virgen”, como también decía mi madrina, y nunca mejor venido a la historia que cuento hoy aquí… No quiero pensar si a algún santo patrono, o patrona, le quitan, o le ponen, alguna arruga, o le disminuyen algún aura, en alguna sacra restauración… La santa guerra santa. Aunque eso no incide en que, por alguna causa no menos santa, les pongan un bastón de mando en las manos, o una gorra de béisbol en la cabeza, como Trump, llegado el caso.

Pero bueno, bien, sin mayor cachondeo que el justo y preciso: estas son las cruzadas verdaderamente justificadas… Lo demás, importa bien poco. Que un par de criminales estén asesinando a decenas de miles de niños y bombardeando a los que se arriesgan a acercarles comida, y asesinando a los periodistas que lo cuentan, es de banal importancia comparado con que a la Macarena, o al ídolo que sea, le cambien el tuneado… ¡¡Hay, Macarena..!!, como cantaban los del Río aquél…

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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