AMOGOLLONAMIENTOS

 

Contaba Delia Rodríguez en uno de sus artículos, cuando pasaba unos días en Cantabria, sobre la revuelta entre los locales por la celebración de un macrobotellón ilegal en la Playa del Puntal, de Ribamontán del Mar, uno de los lugares naturales más emblemáticos de la zona… El deterioro ambiental que deja es pavoroso, pero es igual que esté o no esté permitido ese atentado ecológico, pues se lleva a cabo sí o sí. Además, da lo mismo un macrofestival neomusical autorizado que un mierderío de estos no autorizado: el daño medioambiental resulta el mismo, y es irreversible durante mucho tiempo… Sencillamente, se convocan desde las redes y acuden jóvenes atilas de todo el país y de toda Europa como moscas a la mierda.

Y eso que es un Parque Protegido. Es igual. Los infrahumanos depredadores no respetan nada que no sea su propia decadencia… Algo que en 2011 nos pareció “gracioso” por un hecho acaecido en Alemania, hoy se ha convertido en la peor de las plagas bíblicas. Y ese caso fue el de una adolescente que no señaló como “Fiesta Privada” una invitación que colgó en FaceBook por sus 16 cumpleañitos, y se le presentaron en su casa, a las afueras de Hamburgo, casi dos mil zánganos y zánganas no invitados. El episodio se repitió varias veces en varios lugares, con disturbios incluidos en aquel país, convirtiéndose en un grave problema de orden público.

En 2016, el padre de una quinceañera mexicana, Rubí, quiso darle una sorpresa a su hija publicando un vídeo en YouTube, donde invitaba “a todo el mundo” a la celebración… Más de 1,3 millones confirmaron la asistencia, que, tras la anulación de la invitación, el descalabro quedó en unos 30.000 parásitos que se presentaron en el lugar. La cosa quedó con tan solo que un muerto, pero el cachondeo internacional fue morrocotudo… Hoy, el personal se ríe menos y se preocupa más, pero a ver quién le pone el cascabel al gato sin la comparecencia de todo un ejército con tanques incluidos con orden de disparo.

El Laurel, un lugar de Logroño, se ha puesto de moda como sitio para despedidas de solteros multitudinarias (van los invitados, los invitados de los invitados, y los que se invitan solos invitando a su vez a otros). Aquello ya resulta inmanejable. Ríanse de la Feria de Sevilla y de los asaltos a la verja de los almonteños y los que no lo son; y las romerías de todas las vírgenes fuensantinas, que también dejan sus toneladas de basura y degradación… todo es cuestión de mimetizarse de lo uno o de lo otro, que para el caso, casi es igual… Aquí, lo de la fé es la excusa perfecta para amogollonarse en un lugar determinado en nombre de la sacrosanta tradición; y lo demás son simples circunstancias para vulgares concentraciones. Nada legitimiza el hecho en sí mismo, por mucho que lo bauticemos de una u otra cosa. Igual el botelleo masivo que se hace en muchos lugares de España por hacerse virales en las redes, en unos años se les pueda etiquetar de “tradicionales”. Lo que menos vale es la causa, y lo que más vale son los efectos que causan.

Sin embargo, todo esto tiene unas causas más profundas que la superficialidad con que lo tratamos… Es un fenómeno social insocial, destapado con el descubrimiento y mal uso de lo que llamamos Redes, pero cuyo origen es ancestral en el ser humano, o lo que sea ese ser. El “viralismo” tan solo es el cohete que lo ha puesto en marcha, el chispazo que ha prendido la yesca, y que se da, muy preferentemente, en las capas (yo diría caspas) más jóvenes de la sociedad; y que supera – o se superpone – a lo que se conoce por gregarismo, que no es otra cosa que todos, y todas, lo , en el más de lo mismo.

Que las primitivas sociedades fueran gregarias se explicaba por la necesidad de supervivencia. El nomadismo es una de sus versiones. Pero luego, las tales sociedades fueron haciéndose sedentarias, y surgió el propósito de defender con uñas y dientes la tierra de sus asentamientos; incluso los más poderosos abusar de su fuerza para ampliar su solar con los ajenos más anejos sin preguntárselo a sus vecinos (de hecho, si se fijan, aún no hemos superado esa fase).

Sin embargo, esto es otra cosa que ha nacido de ahí, con otras formas y variantes. Estos son hijos del sedentarismo que se desplazan impulsivamente para “tribalizarse”, esto es: invadir, beber, comer y defecar, y arrejuntarse, en cualquier bancal a donde toquen “a rebato”; para adocenarse como borregos, y luego volver a sus toperas de origen dejándolo todo asolado y arruinado, como una plaga de langosta… Ya no se trata de sobrevivir, sino de infravivir. No persiguen la permanencia grupal; lo que se busca es “marcar” el territorio poniéndose hasta las trancas de alcohol y cuánto se pueda meter por nariz o en vena, y atronarse con los tams-tams más embrutecedores.

¿Que qué sentido tiene?.. Yo no se lo encuentro, pero debe tenerlo. Puede que sea, precisamente, el anular todo sentido a través de sus sentidos… Una especie de catársis, de huída hacia adelante (yo ceo que es hacia atrás) en la que premia el tribalismo del conjunto, de la masa, de la gentificación, y la de negarse a sí mismo como individuo… La verdad es que no acierto a entenderlo del todo. Lo veo como una especie de cosificación de las personas; como la necesidad de sentirse parte del ganado que busca encontrarse a sí mismo… Pero no veo claro el objetivo. Ni lo que se persigue con eso. No afino cuál es el final del camino…

Ningún joven ha sabido explicármelo. Y, aunque me gustaría saberlo, también cada vez lo necesito menos… Lo veo como una pulsión semianimal, más suicida que constructiva; como el aspecto negativo que se desprende de la anulación de sí mismo como persona. Como una especie de deshecho de lo que fue hecho, aunque fuera mal hecho… Lo siento como una de las facetas de la descomposición de una sociedad, de su decadencia. Una especie de estertor final antes de la llegada de un nuevo paradigma. Lo malo de esto es que me estoy tragando la porquería sin llegar a ver la “parousía”…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com