EL CAMINO

 

Un muy buen articulista de La Verdad, Alfonso de la Torre, escribe en su columna que su entrenador, su mejor amiga, su compañero de trabajo, su prima, y un montón incuantificable, le cuentan que se van a hacer, o a repetir, o a revivir, el Camino de Santiago, bien por indefinidas “experiencias”, bien por glamour, bien porque queda cojonudo o porque tonto el último, y lo define como esnobismo… Bueno, en fin, me guardaré de sumarme a su primera sensación, pero sí que opino, y de lleno, lo mismo que su segunda definición: es la  moda; y responde a un muy bien planificado invento de dirigimiento (y digerimiento) de masas, que ha funcionado de golfa mother.

Y lo sumo, con su permiso, naturalmente, a los varios artículos que he publicado desde el Códice Calixtino hasta la actualidad, por lo menos, explicando la imposibilidad de que allí esté enterrado el tal apóstol; lo que dice la Historia; los hallazgos científicos y antropológicos; y todo cuanto esté aún por decir al respecto… Pero es absolutamente inútil. Lo que ha bendecido la gente no lo baja del trono ni san Vicente. Es como plantar en un erial. Cero zapatero. Ni evidencias científicas, ni referencias históricas, ni lógicas, ni puñetas en vinagre. Nada como una buena tradición (por falsa que ésta sea en sus fundamentos), curada en una buena leyenda y mejor componenda.

Fue en el siglo IX, hace más de mil años, cuando Teodomiro, a la sazón obispo de Iría Flavia, se sacó de su santo cíngulo que unos restos encontrados por el sueño de un monje, un tal Pelagio, en un campo bajo las estrellas (Campustella) eran los de Santiago. Así, por las bravas y sin las brevas. Y allí empezó todo el mito que luego se hizo rito; y toda la costumbre que luego se hizo urdimbre… y tradición (aún a traición de sus principios). Evito repetir todo en detalle que ya ha escrito en múltiples ocasiones, para que no me traten de cansino. Que si no hubiera sido por lo del colega, el de la Torre, a lo mejor ni me hubiera pasado por las mientes el volver a repetirme como el ajo.

Pero él señaló a una reunión en una tasca de moda en el Santiago viejo, en el año 1.990, de un Consejero de la Xunta gallega, don Manuel Vázquez Portomeño, que, entre taza y taza de ribeiro con unos colegas, parió la feliz idea de competir con la entonces Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona, con algún intento que perdurara en el tiempo. Y cual mejor que relanzar lo ya inventado por sobrado. Conclusión: crear la marca exclusiva Galicia sobre una leyenda medieval, esto es, el cuerpo del apóstol llegado en una barca de piedra, etc., etc… Un contertulio aportó que en tres años era Año Santo, lo que redondeaba tan brillante idea, y que cuajó como un yogür bendito: “Xacobeo´93”.

Pero dejemos que la razón o la sinrazón la dicte la Estadística, que son números, datos fríos puros y duros: Nadie niega que desde la Edad Media se haya considerado, o no, aún erróneamente, que sí (eso está ya tan aclarado que no reviste la menor importancia) haya existido la costumbre de peregrinar desde los reinos católicos a la supuesta santa tumba. Pero, ya en 1.992, se contaron 10.000 peregrinos; y en el siguiente, el del boom de la propaganda turisticoficial, saltó a los 100.000, batiéndose récords año tras año hasta rebasar ya los seis ceros. Esos son hechos, y, por lo tanto, derechos, y a los que digan lo contrario, se les considerará deshechos.

Pero es la única verdad palpable y plausible, aparte la inventada por interesada… Exactamente igual, lo repito una vez más, se ha procedido con el Camino de Caravaca con su leyenda de su Santa Cruz por en medio y como medio y remedio. Es una copia exacta de lo mismo: turismo e iglesia unidos por los doblones del mesonero… Recién acaba de empezar, se han fijado las rutas, y el noticieo y el zamarreo. A ver si rindiera lo mismo, o casi, que su hermana norteña. Se ha inventado un término que intenta adecuar la tendencia religiosa con la apetencia comercial, aún de naturalezas opuestas, y es la etiqueta de Turismo Religioso, que es la perfecta excusa para conciliar la… digamos piedad, con los bolsillos de la ciudad.

Sobre la experiencia personal de cada cual, prefiero no opinar, por lo subjetivo – y pasional – del fenómeno. Cuando en un grupo homogéneo sale a relucir la cosa de tal caso, un servidor de los frailes prefiere callar a decir lo que en realidad pienso. Es un terreno éste empapado de hipersensibilidad en estado puro, donde todo el mundo ha tenido un asomo de exaltitud, y es peligroso opinar, y más si se es dispar… Oír, callar y pensar, es lo mejor.

Pero todo tiene su explicación racional fuera de todo fundamentalismo tradicional. En los lugares considerados “santos”, como Fátima, Lourdes, Garabandal mientras duró, Medgugorje, etc., donde coinciden cientos de miles de almas enfocadas en un mismo propósito, siempre ocurren milagros y/o vivencias fuera de lo común. Lo producimos nosotros mismos con nuestra propia actitud. Todos y cada uno de los que nos ponemos en ese trance. Y tenemos la capacidad para realizarlo en cualquier lugar del mundo si tenemos el móvil en el que concentrar esa energía… En medicina se le conoce por el Efecto Placebo. La Física quántica por el Efecto del Observador, y un largo y sano etc…

O el poder de la fé al que se refería Cristo, si bien que mejor conocido y correctamente dirigido, por supuesto… “Decidle a aquella higuera que se seque, y la higuera se secará”. Y eso que las higueras no se secan por ellas mismos, sino por circunstancias ajenas a ellas mismas, y una de tales es la Voluntad, la fé, la creencia ciega o con-fianza sin fisuras; el efecto placebo de los seres humanos, que no es otra cosa que el muy pálido reflejo creativo (en nosotros también destructivo) del poder de Dios. Todo lo demás es pura y dura ortodoxia.

Pero esto – como diría Willy Wilders – es otra historia”, que tal acababa una de sus películas… Y yo no me voy a introducir aquí en otro charco distinto al que hoy he sido atraído. Bástese pues con lo dicho al principio sobre tema tan principal, que ya lo considero sobradamente suficiente para las pasiones que levanta en la gente y en todo el mundo mundial… Bastantes no consagradas me llevo por lo normal como para meterme en lo sobrenatural, aún sin serlo en modo alguno.

        Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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