IDENTIFICARSE

Un muy buen y viejo amigo me propone que escriba algún artículo sobre un tema realmente complicado, si no difícil: ¿Con qué, o con quiénes nos identificamos?.. Dicho así, en plural, el conjunto de la sociedad que formamos, en plan colectivo, creo que no es muy difícil, ya que está sobradamente demostrado que nos identificamos con el consumismo, con el hedonismo, el narcisismo, con el gregarismo y masdelomismo. La masa y la gentificación de las personas tiende claramente a la identificación grupal más, bastante más, que al desarrollo individual.
Lo complicado viene cuando singularizamos esa pregunta y la volcamos en el espejo que nos refleja (no digo que nos representa): ¿con qué o con quién me identifico yo?.. Entonces es cuando el tema se torna bastante más arduo, pues hemos de trabajar sobre uno mismo, trasladando las conclusiones a todos y cada uno de nosotros, lo que nos lleva a la objetividad en detrimento de la subjetividad que debe estar sobre todo lo demás; así pues, amigo Andrés, el único monóculo del que dispongo es el que se me asignó al nacer, y he tenido que ir re-conformando su lente al crecer, como todos… Confío que lo comprendas.
Por eso que no tengo otras gafas con las que mirar ni otro punto de vista desde el que opinar que el mío propio… Y yo creo , con la edad – al menos en mi caso – se va reduciendo a pasos agigantados los quiénes con los que nos identificamos. De niños estaban nuestros padres como puntos referenciales; nuestros mayores y maestros… Luego, de jóvenes, con un diafragma de mayor apertura, podríamos identificarnos con nuestros prototipos sociales, quizá algún político afín a nuestros ideales (ya nunca diré ideología); algún aventurero afín; quizá algún investigador o escritor, o pensador o filósofo, o figura religiosa, no sé… Sin embargo, ocurren un par de cosas, al menos, que hoy reducen esa misma expectativa:
Una es la puñetera edad: muchas de las figuras con las que nos identificábamos ya no existen, han ido desapareciendo en las andadas del tiempo, y, desgraciadamente, no han sido sustituidas por otras que nos den la talla, o, al menos, esa es mi percepción… Y la otra es, precisamente, eso mismo: que yo percibo un mundo, una sociedad, un alrededor, mucho menos edificante, mucho más viciado y pervertido, más aborregado, con menos entidades ejemplares que antes… Podría poner muchos ejemplos de la calidad que pulula por ahí; de los objetivos que se marca el personal; del estado del mundo en general… Es tal y tanta la degradación (hablo del sistema de valores humanos) que, prácticamente, apenas si me identifico con unos muy pocos especímenes que surgen a salto de mata, o con alguna que otra colectividad machacada, y poco más… La edad, la deriva social, mi desilusión y escepticismo, hace que carezca prácticamente de puntos de autoidentificación… Bueno, sí, conservo uno de mi niñez que aún no me ha fallado: el Capitán Trueno.
Tal es así el caso de tal cosa, que tan solo me queda el identificarme con utopías… Con sueños que no veré cumplirse; con creencias cada vez menos compartidas. O con algún pecio de algún naufragio de algún ideal que (al pasar por ideología) ya solo quedan banderas ajadas y rotas… Eso es lo que me resta. Los jóvenes hoy, por lo general, se identifican con los “hípermans” del deporte, de la, digamos música, del artisteo, festivaleo o faranduleo (ignoro qué sustitutivos se buscarán de adultos); sus adultos con salir de la mediocridad y la superficialidad y encaramarse a la superioridad social tienen bastante; sus mayores, con el espantajo del Inserso y las carnavaladas de sus circuitos de pensionistas van que se matan… Es lo que hoy hay; lo que queremos y lo que tenemos; de lo que nos hemos dotado.
Pero los que no nos identificamos con eso (pocos, muy pocos) tan solo lo hacemos con nuestros fantasmas, y eso reconozco que tampoco es que sea muy bueno, amigo mío, pues nos señala como modelos pasados de rosca, inadaptables por inadaptados… Y eso nos hace preguntarnos a nosotros mismos lo que tú te preguntas a ti mismo y me preguntas a mí: ¿Quo Vadis? cuando – al menos para mí – no hay ningún sitio a donde ir. Yo ya no tengo ninguna meta a la que llegar, al menos, salvo la del final del camino.
Quizá tu pregunta esté relacionada con la que me hace un seguidor a nivel personal y particular, claro: “¿Y tú, para qué escribes?”. La primera respuesta que se me viene a la cabeza es: para comunicarme con el mundo, sean los que fueren con los que me comunique, cosa que tampoco sé; y aquí está contestado en una el por qué y el para qué…Creo, me parece a mí, que la Comunicación es una necesidad humana. Cada cual la satisface a su manera, y la mía es escribiendo y compartiendo lo que me viene al caletre. Nadie tiene que recibirme a la fuerza ni por compromiso alguno, ni inmiscuirme en sus existencias, y a nadie quiero convencer… Quizá, puede ser, es posible, que en eso y con eso mismo me identifique.
De ahí que identificarse, que, semánticamente significa “sumar nuestra identidad a…”, ante la carencia de líderes morales en la actualidad, solo nos quede el pensamiento, las ideas, los modelos intelectuales (que cada cual lo juzgue por sí mismo). Yo sé perfectamente cual es mi contrasentido: creo en las personas, pero no creo en la gente; y eso me lleva, lo reconozco, a comportarme de manera un tanto aparentemente perdida… Lo admito. Pero no me convence nada de lo que hay, de lo que hemos hecho o deshecho, como para sentirme identificado con ello. Más bien desentificado, eso sí… Pero, en modo alguno quiero decir que el ser humano tenga que vivir desentificado de todo, pues es tan negativo, pero lógico sin embargo, que el no tener con qué ni con quién identificarse. Esperemos que algún paradigma venidero nos devuelva nuestro genuino patrimonio: el del pensamiento correcto, el del bien actuar…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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